EL PECADO ORIGINAL
El Gobierno saca el quitanieves y alardea de previsión, talón de Aquiles de una gestión marcada por el caos
Mientras Marlaska reflexionaba sobre «el concepto de lo inevitable» con una hondura filosófica que ayer lo hizo digno sucesor de Salvador Illa, Ábalos ilustró a España sobre el consumo de «fundentes». Margarita Robles, en retaguardia, prefirió seguir trabajando con discreción para articular el despliegue de la UME, sin el afán de protagonismo de dos ministros que en el papel de rescatadores ayer se pusieron la misma medalla que Pedro Sánchez cuando hace cinco meses se presentó ante la opinión pública como responsable de haber salvado de la muerte a 450.000 personas. Si no es por nosotros dos –vino a decir el titular de Transportes– la cosa podría haber sido mucho peor. En sesiones de sobremesa y tarde, Marlaska y Ábalos comparecieron para exhibir el presunto carácter previsor de un Gobierno cuyo pecado original es precisamente su indiferencia ante las amenazas reales y su contumacia para priorizar el dogma sobre la coyuntura, ya sea pandémica, económica o meteorológica. El Ejecutivo se siente y se sabe culpable de tantas cosas, más graves que una bola de nieve, que ayer se apresuró en salir por la tele para jurar por lo más sagrado que lleva trabajando en esto de la borrasca desde el jueves, cuando empezó a chispear.