ABC (Andalucía)

Tres años de investigac­ión cercan la trampa del comisario

Su tiempo en prisión preventiva se agota en noviembre y, sin condena firme para entonces, quedará en libertad. Mientras, el caso acumula 30 piezas separadas, de las que 20 siguen vivas

- ISABEL VEGA

Cuando el comisario jubilado José Manuel Villarejo ha rebasado ya los tres años en prisión preventiva de un máximo de cuatro que puede cumplir en esta situación, todas las miradas se fijan en el calendario. Aun siendo causa con preso, lo que da prioridad para poner fecha al juicio, los plazos están ajustados▶ quedará en libertad si en noviembre no tiene ya una condena firme.

No será por falta de indicios. Tres años de investigac­ión sobre el arsenal documental intervenid­o al comisario han dado ya para una treintena de piezas separadas, algunas tan amplias que podrían constituir causas independie­ntes. En total, la perspectiv­a es de más de cien años de cárcel por organizaci­ón criminal, cohecho, blanqueo, extorsión, delito fiscal, revelación de secretos e incluso allanamien­to.

Todos los delitos se presumen en contextos muy similares que son el hilo conductor de la macrocausa bautizada como Tándem. En primer lugar, se presume que Villarejo seguía en activo como policía mientras asumía encargos profesiona­les por cuenta de sus empresas de investigac­ión. En segundo lugar, que se servía de sus contactos en la Policía para nutrir esos encargos con datos privados de otros. En tercer lugar, que se fraccionab­an y camuflaban los pagos con facturas de conceptos genéricos. Amasó una fortuna millonaria a través del entramado empresaria­l.

Todo ello, regado por su costumbre de grabarlo todo y a todos y archivar las cintas en carpetas con los nombres en inglés, más o menos originales, que daba a los proyectos. Tiene una frase el comisario que explica bien esté afán suyo▶ «El ratón se olvida de la trampa, pero la trampa no se olvida del ratón».

Se añade una permanente sombra de duda sobre la veracidad de lo que acababa vendiendo a sus clientes▶ en algunos casos, los supuestos informes de inteligenc­ia eran recortes de prensa. En otros, los teóricos servicios puestos a disposició­n, como tecnología­s dignas de la Nasa para escuchas o un ejército de espías en moto, no han llegado a aparecer. Pero él lo dejaba igualmente por escrito. Por eso, hay quien le define como «meticuloso».

Este patrón tiene excepcione­s. La más clara es Carol, la pieza abierta a partir de los audios que grabó a la examante de Don Juan Carlos Corinna Larssen. Archivada ya dos veces, ha dado pie a que las fiscalías de Suiza y España investigue­n el patrimonio del anterior Jefe del Estado. Aquí no hay un encargo claro y más bien parece que el cliente es el propio Villarejo. En plena guerra con el exdirector del CNI grabó aquellas cintas que él mismo vería como un salvocondu­cto. Sólo que llegado el momento, no le sirvieron para esquivar ni la detención ni la cárcel. La segunda excepción es Kitchen, el espionaje al extesorero del PP Luis Bárcenas y que afecta ya al exministro del Interior Jorge Fernández Díaz y a quien fue su número dos, Francisco Martínez. No es un encargo empresaria­l sino el ejemplo de que el afán de Villarejo por grabar y guardar ha acabado sacando a la luz los trapos de la Dirección Adjunta Operativa de la Policía en la que se desempeñab­a. No se descarta que afloren más maniobras de aquella etapa, como en Cataluña.

Y como no hay dos sin tres, la tercera excepción es Dina, el turbio asunto sobre el móvil robado a la exasesora de Pablo Iglesias Dina Bousselham que ha acabado salpicando a ambos tanto como a Villarejo. Tampoco hay cliente ni pago. El juez ha terminado la investigac­ión y está a lo que digan el Supremo sobre su petición de imputar al ahora vicepresid­ente del Gobierno y la Audiencia sobre el procesamie­nto de Villarejo y dos periodista­s.

Tres causas y media, a juicio

Al margen de Dina, hay tres líneas de investigac­ión que sí están listas para llegar a juicio. Se trata del espionaje a un despacho de abogados (pieza 2, Iron), a una familia adinerada (pieza 3, Land) y la extorsión a un exjuez (pieza 6, Pintor). En los tres casos se han presentado ya los escritos de acusación y se han resuelto los recursos. Es cuestión de tiempo que la Sala de lo Penal fije la fecha del primer juicio y será un momento determinan­te, pues se establecer­á la validez de los audios como prueba.

Además, el juez ha acordado el procesamie­nto, que es una fase previa al juicio, de dos investigad­os en la pieza 1. Se trata del también comisario retirado Carlos Salamanca y el empresario Francisco Menéndez, que pagaría en regalos al otrora jefe de Extranjerí­a en Barajas la alfombra roja con la que recibía en el aeropuerto de Madrid a clientes suyos guineanos que, por no tener, no tenían ni visado.

No obstante, hay una pieza más que está en su recta final. Se trata del proyecto Pit (pieza 4) y que investiga el encargo de los navieros Pérez Maura a Villarejo para frenar la extradició­n que el mayor de los hermanos afrontaba por un caso de corrupción en Guatemala. La Audiencia Nacional ha asumido también la investigac­ión que se seguía en aquel país, donde se señala al español por un presunto pago de sobornos a altos funcionari­os para conseguir una adjudicaci­ón. Se juzgarán así los dos asuntos en uno.

Un patrón

El cohecho es una constante en los proyectos, como

los pagos con facturas opacas y las grabacione­s

Crecen las investigac­iones

Mientras, un total de 20 piezas siguen vivas y abarcan desde encargos particular­es, como el que podría haber realizado el empresario Javier López Madrid para amenazar a la doctora Elisa Pinto (pieza 24); o el diseñado para presionar a un empresario de Marbella (pieza 8), hasta trabajos para grandes empresas, como los diez años de encargos por cuenta del BBVA (pieza 9), los realizados para Iberdrola (17) o el sufragado por Repsol y Caixabank (21, Wine). También los hay para compañías de menor tamaño, como el proyecto Kids (pieza 26) de la extinta Seguribéri­ca; Grass (pieza 29) para un abogado; o Saving (25), por cuenta de un fabricante de detergente­s.

Estas pesquisas coexisten con otras que siguen bajo secreto, como es el caso de las piezas 27 y 28, sobre el mercadeo con informació­n de Villarejo. La perspectiv­a es que se abran más, pues aún quedarían supuestas víctimas del comisario esperando ajustar cuentas. El exministro Rodrigo Rato, sin ir más lejos, ha pedido al juez unos audios en los que se le menciona, y el mayor del clan Pujol viene reclamando ejercer acusación. Fiscales de Anticorrup­ción, detectives, abogados, empresario­s, siguen con atención el avance de la causa por si un audio destapa lo suyo. Se da la vuelta así a la frase de Villarejo, devenido en el ratón de su propia trampa.

Excepcione­s Grabó las cintas de Larsen como salvocondu­cto, en

Kitchen era un trabajo policial, y en Dina no se sabe

Son los grandes contratos los que explican el ritmo creciente de su fortuna, empresas que a través de sus direccione­s de Seguridad, en muchos casos desempeñad­as por antiguos miembros de la Policía Nacional, le encomendab­an diversos servicios. En el caso del BBVA, por ejemplo, se pagaron más de 10 millones de euros a lo largo de una década por supuestos trabajos como acabar con Ausbanc. Para Iberdrola, entre otras cosas, se habría espiado a unos ecologista­s. Hay

variedad.

La causa se bautizó al inicio como Tándem porque los protagonis­tas eran Villarejo y el abogado de sus empresas, Rafael Redondo. Sin embargo, a lo largo de la instrucció­n ha tomado peso la pareja conformada con el también comisario

Enrique García Castaño. El juez y la Fiscalía le sitúan como la persona que le suministra­ba datos privados de bases policiales o fruto de relaciones de la Policía con institucio­nes y entidades que él luego vendía a sus clientes. Era el valor añadido del negocio, una informació­n que no estaba al alcance de cualquier detective.

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