Los apestados del Capitolio
Los que se mantuvieron con el presidente hasta el final han comenzado a pagar un alto precio por sus acciones
Hubo tras la toma del Capitolio una imagen que refleja las tensiones internas que vive el Partido Republicano. En un búnker asegurado, el senador conservador Josh Hawley estaba, según varios testigos, solo en una esquina, sin que nadie se acercara a hablarle, una especie de apestado. Y sus problemas acaban de empezar.
Al salir, sus mentores y aliados en el Partido Republicano renegaron de él. Los donantes que financiaron su campaña electoral le pidieron que devuelva el dinero que le han dado. Los diarios de su estado, Misuri, le acusaron de tener las manos manchadas de sangre. La editorial Simon & Schuster canceló un contrato negociado para publicar un ensayo. Y el viernes, el presidente electo Joe Biden le comparó
con un nazi.
El caso de Hawley es un ejemplo del calvario que están atravesando los pocos senadores que decidieron llevar hasta el final las consecuencias de mantenerse fieles al presidente Donald Trump. Este mantenía sin pruebas que había habido fraude en las elecciones, pero las cortes de justicia le desmintieron. Sólo le quedaba impugnar los resultados en el Capitolio, en la votación final para validar la victoria de Biden. Pero necesitaba que al menos un senador, uno solo, votara contra aceptar esos resultados.
Hawley, una estrella emergente en el partido, a sus 41 años el senador más joven, corrió al auxilio del presidente▶ él haría que sus deseos fueran órdenes. Se opondría a validar los resultados, antes que ningún otro.
Hay una imagen que ahora corre como la pólvora en las redes sociales de Hawley entrando en el Capitolio momentos antes de la votación, cuando una turba ya llamaba a las puertas, clamando contra el supuesto fraude. Hawley les saludó alzando el puño, como un justiciero a punto de entrar en acción. En cuestión de horas, el Capitolio había sido saqueado y había cinco muertos. Hawley fue evacuado como los demás. Aun así, se mantuvo en sus trece, y en un pleno de madrugada votó contra aceptar los resultados electorales en Pensilvania, uno de los estados cuyas elecciones trató de invalidar el presidente. Mientras hablaba, desde atrás le miraba Mitt Romney, uno de los más críticos con él, con una mirada de censura que mostraba el sentir mayoritario de la bancada y el partido.
A Hawley se le unieron otros seis senadores, pero las cebras más visibles de esta maniobra fueron él y Ted Cruz, que ha pasado de ser rival de Trump en 2016 a ser uno de sus más firmes defensores en este gran drama del fraude electoral. Ahora, no pocos demócratas han pedido la dimisión de ambos y varios republicanos se han distanciado públicamente con él. Ben Sasse, senador de Nebraska, les acusó de engañar a los votantes, con estratagemas «terribles» y «mentiras conscientes».
El que fue mentor de Hawley, el senador jubilado John Danforth le calificó después de «el mayor error cometido en mi vida», complicándole la reelección o cualquier aspiración a la presidencia en 2024.