LA «DOCTRINA» BOLINAGA Y EL CANALLA
or «razones humanitarias» y de «dignidad personal», la Audiencia Nacional ha concedido la semilibertad al etarra Antonio Troitiño, uno de los más sanguinarios de la historia de ETA. Veintidós vidas humanas y muy dignas se llevó por
Pdelante esta bestia que –según los informes médicos en los que el juez sostiene el tercer grado con el que el pistolero ha sido agraciado– tiene un cáncer sin cura que solo se trata con paliativos. La salida de Troitiño llega en pleno festival de mercedes penitenciarias a los asesinos etarras por parte de Grande-Marlaska que, con ello, parece el encargado de mantener vivo el apoyo de Bildu a Sánchez en las Cortes y el idilio parlamentario surgido entre socialistas y quienes aplaudían o brindaban con chacolí cada vez que ETA mataba, a un socialista por ejemplo. Triste papel el de un ministro, juez de profesión, entregado por orden de Sánchez a esta tarea de reconfortar almas etarras.
Así que, con o sin cáncer, el canalla sería acercado a una prisión del País Vasco toda vez que casi todos los pistoleros están recibiendo esa dádiva. Troitiño no ha pedido perdón a las víctimas, ni las ha resarcido ni, como otros agraciados por Marlaska, reniega de ETA a no ser que sea para eludir la acción de la Justicia, que entonces sí pone carita de cordero degollado, de quien no ha roto un plato en su vida. De hecho, siempre se ha sentido cómodo siendo un «fuera de la ley». Recientísimas fugas así lo acreditan. A rastras hubo que traerle desde Inglaterra en la última huida.
¿Merece la generosidad del Estado semejante bestia? La pregunta surge de nuevo y quizá con más pertinencia tras el caso Bolinaga, el etarra que fue excarcelado por similares razones