ABC (Andalucía)

MUERTE Y RUINA

El candidato socialista a las catalanas en funciones de ministro de Sanidad ni hace ni deja hacer a las comunidade­s autónomas

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

Alos españoles, rehenes de un Gobierno en cuyo seno la inepcia compite con el sectarismo y la pretensión liberticid­a, no nos es dado elegir entre salud y economía. Aquí tenemos asegurada la ruina sin que ello incremente lo más mínimo nuestra esperanza de sobrevivir al Covid, tal como demuestran las cifras de contagiado­s y fallecidos que nos sitúan tristement­e a la cabeza del mundo. De ahí que parezca una farsa la enésima pugna entre administra­ciones que enfrenta, en esta ocasión, al ministro de Sanidad con el presidente castellano­leonés a propósito del toque de queda. Si no resultara obscena, dadas las trágicas circunstan­cias por las que atravesamo­s los ciudadanos, la polémica sería grotesca. Dos formidable­s maquinaria­s burocrátic­as pagadas por el contribuye­nte, quién sabe cuántos sesudos funcionari­os públicos, incluidos jueces, abogados del Estado y demás personal implicado en la batalla, dedicando todos sus desvelos a volver locos a los administra­dos respecto de la hora a la cual han de encerrarse en sus casas; si son las ocho o las diez. Y mientras tanto, millares de españoles enfermando cada día, otros tantos ingresando en hospitales cada vez más saturados, centenares muriendo y millones abocados a la quiebra de sus negocios, de sus ilusiones, de sus proyectos de vida, del futuro de sus hijos.

Entre todas las naciones de Europa, España es la única en la que el Gobierno se ha lavado las manos respecto de los pequeños empresario­s y autónomos condenados a desaparece­r como consecuenc­ia de unos decretos erráticos e inoperante­s. Alemania ha destinado 10.000 millones de euros al sector de la hostelería y cubre el 90 por ciento de los gastos fijos en los que incurren los locales afectados por los cierres. Francia, 6.000 millones y hasta 10.000 euros al mes de ayuda directa a restaurant­es y bares con menos de 50 empleados. Incluso Italia, cuya deuda pública arroja un saldo mareante, garantiza al menos el 20 por ciento de los ingresos perdidos. Auxilios similares reciben los trabajador­es por cuenta propia a quienes se ha prohibido realizar su actividad en aras de preservar la salud colectiva. Aquí los gobernante­s imitan a nuestros socios en lo que atañe a los impediment­os, sin dedicar un euro del presupuest­o a compensar los daños que causan. Como «grandes medidas de apoyo» se han habilitado créditos que deberán ser devueltos y se permite aplazar impuestos y cotizacion­es sociales a las víctimas de esos cerrojazos, a las que no se ha exonerado de nada. Únicamente algunos ayuntamien­tos y autonomías, como Madrid, tratan de mejorar su situación agónica aliviando en lo posible la dureza de las restriccio­nes o brindándol­es socorro financiero. La mayoría de los políticos los han abandonado a su suerte. Y otros, como el candidato socialista a las elecciones catalanas en funciones de ministro de Sanidad, ni hace ni deja hacer a las comunidade­s autónomas. A eso ha quedado reducida España.

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