Una obra consagrada a Amanda Junquera
Salen a la luz poemas y dedicatorias desconocidas, su epistolario inédito y dos obras de teatro que escribieron entre las dos y de las que nada se sabía
l 25 de diciembre de 1986, Carmen Conde escribió en una de sus agendas personales▶ «Desde las 2’30, toda la madrugada del 25, más toda la noche, sin dormir, llorando por Amanda, y conteniéndome por no correr a casa de Mercedes. Ayer tarde ya la vi muriéndose. ¡Dios mío! Estoy deshecha». Dos días después, Amanda Junquera fallecía, por complicaciones derivadas del Alzheimer que padecía desde 1980. Acababa así una de las historias de Amor, con mayúscula, más hermosas de la historia reciente de nuestra literatura. Ese conjunto de palabras, fruto del desasosiego que le provocaba perder a su compañera de vida, se custodian, como oro en paño, en el Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver, con sede en Cartagena (Murcia).
Junto a ellas, miles de documentos, cartas, recortes de prensa, libros... todo lo que Conde legó al Ayuntamiento de la ciudad que la vio nacer en 1907. Un archivo que Cari Fernández se conoce al dedillo –lleva trabajando en el Patronato desde 1996– y en el que se ha sumergido con el hispanista Fran Garcerá para alumbrar todo un acontecimientos literario. Se trata de «una trilogía documental», en palabras de Garcerá, en torno a Carmen Conde y Amanda Junquera, que incluye la publicación de poemas y dedicatorias desconocidas (a finales de este mes), su epistolario inédito (en abril) y dos obras de teatro que escribieron entre las dos y de las que nada se sabía hasta ahora (antes del verano), todo en la editorial Torremozas.
«Poemas a Amanda», la primera de las obras en aparecer, contiene todos los versos que Conde le envió a Junquera a lo largo de su vida. Incluye joyas como el texto inédito que escribió cuatro meses después de su muerte y, sobre todo, los manuscritos de los poe
Emas, cada uno con su correspondiente dedicatoria. En 2019, la Policía recuperó, en el marco de la Operación Brocal, parte del archivo de Conde, sustraído por una persona de su círculo de confianza en los últimos años de su vida. Entre los libros rescatados, la primera edición de «Iluminada tierra», en la que aparece la dedicatoria favorita de Cari Fernández▶ «De Amanda, inamovible estrella; arrayán de paz en mi existencia▶
Arriba, Carmen Conde, fotografiada por Amanda Junquera en Valencia en 1938. A a la izquierda, las dos mujeres, hacia 1940. Junto a estas líneas, una de las dedicatorias manuscritas de Conde a Junquera
con todo mi corazón. Su Carmen».
«Las versiones manuscritas son distintas a las que luego Carmen publicó. En la mayoría de casos, eliminaba la dedicatoria a Amanda, porque era muy personal, y cambiaba un poquito los poemas. Pensamos que va a abrir una nueva investigación, una nueva concepción de su literatura bajo ese amparo, tanto afectivo como cultural, que fue Amanda para ella», explica Garcerá.
Aunque el investigador reconoce que el «plato fuerte» llegará en abril, con la publicación de la correspondencia entre ambas, formada por 392 cartas fechadas entre 1936 y 1978. Casi cincuenta años de escritura, repleta de intercambios de lecturas y de confidencias, que dio comienzo al poco de conocerse.
Interlocutora perfecta
Carmen Conde y Amanda Junquera se vieron por primera vez el 3 de febrero de 1936 en Murcia. Fue en un acto académico al que el marido de Junquera, Cayetano Alcázar, catedrático de la Universidad de Murcia, había invitado al esposo de Conde, Antonio Oliver. Sólo unos días después, empezaron a mandarse cartas. Primero, en un tono formal, protocolario, pero, al poco tiempo, con una intensidad y una confianza propias, sólo, de quienes habían nacido para conocerse. «Lo que comenzó siendo una relación literaria y cultural pasó a ser una relación íntima, de Amor, de amistad e, incluso, de confraternización. Fueron la una para la otra algo imprescin
legó José Manuel Rodríguez Uribes al Ministerio de Cultura ahora hace un año, como de sorpresa, cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, destituyó a José Guirao y casi todos esperaban otro perfil. Sorpresa porque se cambiaba a un hombre reconocido del sector cultural por un fiel del partido. Un año después, todo el mundo destaca su simpatía y bonhomía, al frente de una cartera embarrancada o a lo sumo ineficaz. Eran otros tiempos cuando el PSOE ponía al frente del Ministerio a figuras de peso intelectual, capaces de liderar un sector considerado estratégico para sus políticas. La cultura ya no está entre las prioridades. Los hitos de este año de Uribes serían la salida del cuadro «Mata Mua» de Gauguin de la colección Carmen Thyssen y el decreto algo tardío de ayudas a la cultura por la pandemia del Covid-19.
La pérdida del «Mata Mua» –fue pérdida porque al Ministerio se le pasaron los plazos para impedir su salida– mostró una descoordinación difícil de justificar entre dos ministros sucesivos del mismo Gobierno, en una negociación que lleva casi dos décadas y nunca había dado muestras de un fallo tan garrafal. Eso sí, ahora están ultimando con ímpetu renovado una nueva negociación con la baronesa que «no se llevará a cabo sin el cuadro» de Gauguin, según dijo Uribes en su día para salvar los muebles. Son palabras que apenas pueden disimular la debilitación de su posición negociadora.
L«Mata Mua» La «pérdida» del
Gauguin de la colección Carmen Thyssen es el hito político del año de
la pandemia