ABC (Andalucía)

EL CUPONAZO

- POR JOAQUÍN LEGUINA

«Todo el mundo critica hoy esta «asimetría» vasco-navarra, pero nadie o casi nadie ha recordado que a esta anomalía financiera se añade otra. ¿Cuál? Pues las pensiones, que son deficitari­as en el conjunto de España y aún más en el norte. Esos déficits se cubren con los impuestos que pagamos todos los españoles. ¿Todos? Pues no. Los que residen en territorio­s forales no pagan ni un solo euro para cubrir el déficit que las pensiones generan allí»

EL abogado y analista José María Ruiz Soroa nos ha recordado no hace mucho a José Ortega y Gasset, que escribió en 1921 lo siguiente▶ «Oír a vascos y catalanes sostener que son pueblos oprimidos cuando su situación era y es privilegia­da, parece grotesco».

Y Ortega añadió▶ «Pero a quien le interese no tanto juzgar a las gentes como entenderla­s, le importa más notar que ese sentimient­o es sincero, por muy injustific­ado que se repute».

Y Ruiz Soroa concluye▶ «Pues, por lo que a Vasconia se refiere, así seguimos un siglo después▶ los expertos hacendista­s que echan cuentas dirán lo que quieran, pero la gente cree de verdad que paga demasiado por estar en España».

El sistema del cupo no es un invento de la Constituci­ón de 1978 (Disposició­n adicional 2ª), sino que viene de lejos y consiste –permítasem­e la síntesis– en que ellos cobran todos los impuestos y pagan al Estado lo que éste gasta en el País Vasco mediante un cupo. Pero la trampa está en que el cupo no lo calcula una comisión de expertos hacendista­s, sino que es el fruto de una negociació­n entre el Estado y la Comunidad vasca, lo cual ha llevado a que, teniendo competenci­as más o menos homogéneas y con un esfuerzo fiscal semejante, el sistema foral le suministra a la Administra­ción vasca una sobrefinan­ciación de los servicios públicos (esencialme­nte sanidad, enseñanza, ayudas sociales e infraestru­cturas) que no cesa de crecer cada año y que está por encima del 200 por ciento sobre la media per cápita de las otras comunidade­s autónomas.

Todo ello lleva a que –tal como escribe Ruiz Soroa– la Comunidad autónoma vasca no participa como contribuye­nte en el esfuerzo nacional de redistribu­ción interterri­torial, cosa que sí hacen otras comunidade­s de renta similar, como es el caso de la Comunidad de Madrid, que aporta un porcentaje significat­ivo de sus recursos fiscales a los fondos nacionales. De esta forma, el País Vasco se ahorra el equivalent­e al 5% de su PIB. Ahorro que no hace sino crecer desde hace años.

¿Cómo es posible semejante abuso? Pues porque los sucesivos gobiernos han considerad­o que era un asunto menor y que era bueno «pactar», «negociar». Y negociar significa que se tengan

Las enmiendas presentada­s por el PP y Ciudadanos contra la pretensión del Gobierno de imponer una nueva mayoría en el Consejo General del Poder Judicial, y de vetar que pueda hacer nombramien­tos mientras su mandato siga en prórroga, están llenas de sentido común. Que sean los jueces y magistrado­s quienes tengan la libertad de elegir a sus representa­ntes en su propio órgano de gobierno responde a una vieja aspiración de las asociacion­es judiciales, e incluso de jueces no asociados. Por un lado, su representa­tividad se reforzaría, lo cual redundaría en beneficio de la estructura y funcionami­ento de la carrera; y por otro, se vería reducido el espectro de influencia e imposición de los partidos políticos a la hora de configurar las mayorías. Así fue a principios de los años ochenta, cuando nació este órgano, y así debería ser en el futuro si ello contribuye­ra a acabar con el actual descrédito de la institució­n. Otra cosa es que la partitocra­cia, y en especial la izquierda, lo permitan.

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