EL PROTOCOLO DE IRSE
Censurada por sus propios concejales, la regidora de la localidad murciana anuncia su dimisión tras haberse vacunado contra el Covid-19
Hay que ir muy puesto de soberbia para llamar «declaración institucional», género discursivo que debería reservarse para las mayores ocasiones y solemnidades, al vergonzante anuncio de una dimisión forzada por una corruptela sociosanitaria. Pese al rigor municipal y al dramatismo inmunodeprimido de su puesta en escena, Esther Clavero no dejó ayer su cargo de alcaldesa. La habían echado antes sus propios compañeros de partido, ocho concejales socialistas que la noche anterior ya habían decidido quitársela de en medio y establecer una prudente distancia social con quien se había vacunado contra el Covid-19 sin listas de espera. «No he robado, no he prevaricado, no he malversado», dice Clavero, para quien saltarse la cola de los ancianos que esperan la dosis de Pfizer es lo que pegarle o insultar a un policía para Unidas Podemos. Sin leer el prospecto, conocemos ya las indicaciones, la posología y la secuencia de administración de la vacuna por grupos de riesgo, pero no la forma en que se van o se quedan los políticos que se la ponen de antemano o antebrazo. No hay protocolo, civil, militar o episcopal. Todo es muy personal, aunque se declare institucional.