La otra pesadilla
La gravedad de la emergencia sanitaria no debe eclipsar otros asuntos de máxima importancia y que suponen una amenaza nada desdeñable para la economía andaluza. El presidente de la Junta calificó ayer de «atropello para el campo andaluz» el decreto de transición impulsado por el Gobierno de Pedro Sánchez para regular las ayudas de la PAC para 2021 y 2022, y afirmó que hará «lo posible» para que el Ministerio lo retire «porque nos jugamos mucho». El presidente se mostró contundente con este asunto y señaló que «no puedo entender porque el Gobierno no atiende las peticiones casi unánimes de un sector que, de manera mayoritaria y con una enorme diversidad asociativa agrícola y ganadera, le está diciendo que por ahí no», explicó Moreno. Para el presidente de la Junta, el real decreto es «clarísimamente malo para campo» y así lo ha expresado el sector, que ha mostrado «su rechazo prácticamente unánime y de forma contundente». El pasado día 26 el Consejo de Gobierno aprobó las directrices para regular la horquilla de dos años entre la finalización del actual plan (2020) y la entrada en vigor de la nueva PAC, en 2023. Esta disposición exige «una aceleración brusca de la convergencia con graves consecuencias sobre las rentas de los agricultores», según denunciaron hace unos días las distintas organizaciones agrarias en una carta remitida al Ministerio. El modelo andaluz, caracterizado por ser familiar y social, aporta el 40% de la producción nacional, y los agricultores estiman que las más de 80.000 familias andaluzas que viven del campo sufrirán una pérdida de renta del 60% en dos años debido a los nuevos requisitos que impone el Gobierno, a lo que hay que sumar los problemas que genera la pandemia y su impacto en la economía regional. La pesadilla en el campo andaluz no se limita solo al coronavirus.
Cuando Unamuno pronunció aquella imprudente frase de «¡que inventen ellos!», lo dijo contagiado por algunos de los tópicos que extranjeros y nacionales pensaban sobre España, representada por la Leyenda Negra y los prejuicios de la Ilustración como un páramo cultural y científico. Le hubiera bastado al escritor levantar la cabeza para descubrir que, aun con dificultades, los españoles estaban batiéndose contra los elementos para sacar adelante innovaciones que cambiaron el mundo en esas mismas fechas.
Para caricaturizar las invenciones patrias, siempre se ha dicho que este país solo ha aportado la fregona, el chupa-chups y el futbolín, como si, en vez de innovar, los españoles se dedicaran a ponerles palos a las cosas. Lo que se suele ignorar es que el archiconocido inventor del futbolín, el gallego Alejandro Finisterre, en verdad solo creó una de las versiones del juego, justo la que menos se usa hoy en el país, pero que sí fueron españoles los creadores del autogiro (precursor del helicóptero), del submarino, del dirigible más avanzado y hasta de una versión primitiva del traje espacial.
«Históricamente España ha tenido una relación débil con la ciencia y aún hoy hay gente distinguida a la que le da igual no tener grandes genios porque, defienden, hemos tenido grandes personajes de la cultura como Cervantes o Velázquez. Pero yo creo que sí tenemos mucho que envidiar a los países que han tenido un Isaac Newton o