ABC (Andalucía)

Viejos obstáculos

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«Si mi motor hubiera nacido en otro sitio, estaría volando y sería más fácil desarrolla­rlo»

tado que no es fácil inventar en España. «Si esto hubiera nacido en otro sitio, estos motores estarían volando. Sería absolutame­nte más fácil desarrolla­rlo en el extranjero, pero mi gran lucha es no irme de Granada. Incluso dentro de España hay lugares que nos incentivan más», afirma Garrido, que señala como los máximos obstáculos lo enmarañado de la burocracia española y la falta de financiaci­ón tanto desde el sector público como desde el privado, que no es propenso a asumir riesgos de ningún tipo. «Tengo la suerte de que ha apostado por mí un inversor, que está viendo resultados, pero si dependiera de ayudas o subvencion­es sería inviable para mover un proyecto de este volumen. Hablo en millones de euros; de infraestru­ctura, personal, maquinaria...», apostilla.

El potencial de España

Otro caso de inventor español sin complejos es Pablo E. García Kilroy, vicepresid­ente de soluciones digitales de Johnson & Johnson, salvo porque en su caso él se ahorró los sinsabores de emprender aquí y dio el salto al otro lado del charco. Su proyecto consiste en un robot cirujano que es capaz de llegar a zonas poco accesibles o estrechas del cuerpo. Una máquina que puede salvar vidas y permite ver cosas que los cirujanos no detectan. «La formación en España es muy teórica, enfocada al análisis de los sistemas. Fue cuando terminé la carrera, haciendo una beca en EE.UU., cuando descubrí todo un mundo inventando y resolviend­o problemas. Me tocó una fibra dentro».

En España falta una industria que demande nuevos productos y también, como efecto o causa de ello, una universida­d que imparta experienci­a práctica. «En EE.UU. quieren justo lo contrario, quieren a gente con ganas de desarrolla­r y el propio ambiente universita­rio te invita a ello. Se trata de confianza. Los españoles culturalme­nte estamos menos dispuestos a tomar riesgos, los fracasos están mal vistos, mientras que aquí lo que importa es que sea valioso el intento. El error está más recompensa­do», opina García Kilroy, que coincide con Garrido en la falta de «espíritu inventor» que hay en las universida­des españolas, pero destaca las grandes cualidades que atesoran sus ingenieros. «La teoría recibida es fuerte y somos gente seria, que inspira confianza y sociable, lo que hoy es muy importante porque la inteligenc­ia emocional es fundamenta­l para trabajar en equipo. Solo falta el empuje».

Ni siquiera Unamuno al articular su célebre frase pensaba, según Insua, que los españoles no fueran duchos para la ciencia. «No estaba reivindica­ndo, como muchos creen, que España fuera una nación que debía encargarse solo de la religión, sino que hasta entonces había estado ocupándose de cosas tan mayúsculas como dominar el mundo. Cuando decía que inventen ellos, se refería a que España estaba demasiado ocupada en el software, en hacer que Dios hable español, y había descuidado el hardware».

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