«Bajocero» y «Cosmética del enemigo»
se saltan la gran pantalla y llegan directas a Netflix y Filmin tras nuevos cierres de cines
potencial». «Semana a semana nos tenemos que adaptar a las nuevas medidas, y el cine no es una excepción», apunta Lluís Quílez, director de la impactante «Bajocero». «Nuestro camino es estrenar en Netflix, que ha sido un socio que ha estado desde el primer día, y que va a llevar la película a las casas de 190 países», continúa, repitiendo un mantra bien aprendido. «Mi objetivo y el de la mayoría de los directores cuando hacemos una película es llegar a la gente, y en este sentido Netflix es el socio adecuado en este momento», sentencia.
Kike Maíllo, que regresaba a la dirección tras «Toro» (2016) y «Eva» (2011), firma en «Cosmética del enemigo» una adaptación del «bestseller» de Amélie Nothomb con actores internacionales▶ «Las plataformas saldrán reforzadas de la pandemia», dijo a la colaboradora de ABC Mariló García. El cineasta, que presentó su película en el último festival de Sitges lo tiene claro▶ «Hay mucho ansia por hacer proyectos, no tanto por los creadores como por la gente que financia las películas», resumió.
Inteligencia y «spoilers»
«Bajocero» y «Cosmética del enemigo» tienen mucho en común, más allá de su triple salto –¿mortal?– desde la sala de montaje a la televisión. Dos «thrillers» con tantas cargas vitales y morales en sus protagonistas como giros de guion esconden sus tramas.
«Me sentí un privilegiado al ver que llega un guion en el que apuestan por ti, uno para protagonizar una película de acción, que nunca lo había hecho», presume Javier Gutiérrez, protagonista de «Bajocero». «Es una película muy cruda, muy dura y muy exigente para los actores», resume sobre su personaje, un recto policía que tiene que trasladar un furgón de presos a una cárcel y se ve inmerso, a mitad de trayecto, en una emboscada que recuerda a «Asalto a la comisaría del distrito 13», de John Carpenter, para después cruzarse con «El diablo sobre ruedas», de Spielberg. Y, al final del todo, y sin riesgo ninguno de caer en el destripe, chocarse con un muro de realidad social de esa que el especta
hay escenas en «Bajocero» que «no se habían rodado nunca en el cine español». El propio Karra Elejalde va más allá. «Las películas americanas de este género no entran en los dilemas que entra esta. Los “thrillers” que hace Stallone solo le vemos que mata a 250 tíos, no sabemos si son niños, abuelos o lo que sea, y aquí vemos otras cosas», ratifica.
Entra rápido al trapo Javier Gutiérrez, que va más allá▶ «Aquí los personajes son agentes de la ley que traspasan todas las líneas rojas y no sabes si está bien o mal cuando lo hacen, y deja el poso en el espectador de dudar si lo él haría. En el cine americano no se deja dudar al espectador▶ se pone del lado de los buenos porque hay buenos muy buenos o malos muy malos. Aquí puedes empatizar con todos», asegura sobre un guion que, más allá de su parte más entretenida, pone en la meta un giro final de esos que dejan pensando al público.
Por su parte, en la adaptación de Kike Maíllo de la novela homónima de Amélie Nothomb el duelo es más directo▶ dos personajes antagónicos –un arquitecto de relumbrón al que da vida Tomasz Kot y una misteriosa joven interpretada por Athena Strates– coinciden en el aeropuerto y se ven atrapados en una conversación en espiral tan atrapante como el remolino de un huracán. Todo ello en el interior de un aeropuerto, con el estrés que ya de por sí generan esos lugares. Una película que llega a Filmin tras su paso por Sitges. Apuestas, en cualquier caso, para un fin de semana de estrenos en casa a la espera de que vuelva el foco a las salas.
que sabe darle una textura muy personal al relato, cargado de cosmética y estética, para aliviar tanta palabra. A ratos, recuerda incluso a Polanski.
De los tres actos, merecen más los aplausos los dos primeros. En el tercero asaltan las dudas, pero a esas alturas el espectador ya no escapará fácilmente. En cualquier caso, es preferible no revelar demasiados detalles de una trama especialmente sensible a los bocazas.
Maíllo esquiva el exceso de teatralidad en el escenario de un aeropuerto, aligera los diálogos, cambia todo lo que quiere y añade su impronta visual, que los intérpretes remachan. Aparte de los dos protagonistas, que acaparan minutos, destacan las significativas apariciones de Marta Nieto, sobre todo, y de Dominique Pinon.
Paul Greengrass.
Tom Hanks, Helena Zengel, Neil Sandilands... l argumento se sitúa en Texas y al final de la Guerra de Secesión, o sea, indudable territorio wéstern, muy apropiado para las cualidades y estilo de un cineasta como Greengrass, que le ha exprimido al cine de acción sus mejores esencias. Y empotra en ese territorio por domar, pero indomable, varias ideas, emociones y propósitos que acompañan y enriquecen a la historia principal, la de un hombre, veterano de la guerra y capitán del bando perdedor, que viaja con una niña que había sido secuestrada por los indios kiowa y a la que conduce hacia la lejana casa de sus tíos, únicos parientes vivos.
Un viaje que retrata Greengrass como una crónica social de la época, como un elogio al imprescindible servicio del periodismo (el hombre va de pueblo en pueblo con los últimos periódicos y leyéndole a sus habitantes las noticias del mundo a cambio de unas monedas) y como un bosquejo del propio recosido íntimo como único remedio para restaurar una nación quebrada. El personaje que interpreta Tom Hanks es gigantesco en su pensamiento, comportamiento y mirada, a la altura de este actor emparentado en grandeza con Spencer Tracy, y la relación que trenza con la rubia niña kiowa (mucho más que magnífica Helena Zengel) contiene una carga de sensibilidad y lealtad sin chorreos ni chorradas que solo el cine duro y reseco de Greengrass podía diluirla bien con la brutalidad de ese viaje de dos almas rotas. Ambientación sorprendente, momentos de luz y de paisaje cálidos, picos de acción y maldad intolerables, valles de sosiego y comprensión… Un wéstern con otro aire y resuello, y una maravillosa película.
E
scribió Federico García Lorca que «Mariana llevaba en sus manos, no para vencer, sino para morir en la horca, dos armas, el amor y la libertad, dos puñales que se clavaban constantemente en su corazón». Hablaba, claro, de Mariana Pineda, la heroína granadina ejecutada en el garrote vil en 1831 –con tan solo 26 años–, y cuya historia convirtió el poeta en obra de teatro; se estrenó en el Teatro Goya de Barcelona el 24 de junio de 1927, con Margarita Xirgu como protagonista.
Al Teatro Español, tan vinculado a Lorca y a la actriz catalana, llega ahora esta pieza, bajo la dirección de Javier Hernández-Simón, y con un reparto que encabeza Laia Marull, a la
Eque acompañan Aurora Herrero, Marta Gómez, Silvana Navas, Sara Cifuentes, Óscar Zafra, Álex Gadea, Fernando Huesca y José Fernández. «Se ha hablado mucho de Mariana Pineda, tanto del personaje histórico como del personaje creado por el gran poeta Federico García Lorca –dice Hernández-Simón–, se ha debatido sobre si Mariana era una mujer revolucionaria o si por el contrario tan sólo era una mujer enamorada. Sin embargo cada vez que releo el texto del genial poeta granadino, una idea me asalta la cabeza, Mariana Pineda es una persona que se atreve a perseguir sus certezas hasta el final, hasta las últimas consecuencias».
Según el director, «la versión pretende ser completamente fiel a la obra de Lorca, y aunque si se ha intervenido sobre el texto original, sobre todo con el fin de aclarar algunos conceptos que hoy pueden resultar confusos, no se incluye ningún texto que no sea del propio Lorca».
Mariana de Pineda Muñoz fue una heroína liberal que nació en Granada el 1 de septiembre de 1804; con tan solo quince años se casó con Manuel de Peralta, con el que tuvo dos hijos, y del que enviudó en 1822. Sus convicciones le llevaron a ayudar y acoger en su casa a miembros del Partido Liberal, perseguidos por el régimen de Fernando VII. De su relación con el político y escritor José de la Peña y Aguayo tuvo una niña en 1829, tan solo dos años antes de que la Policía la detuviera acusada de tener una bandera que simbolizaba la lucha contra la Monarquía; «delito» por el que fue ajusticiada el 26 de mayo de 1831 en el Campo del Triunfo en Granada.
Sobre el personaje dice HernándezSimón que «es una mujer que se rebela contra todo lo establecido en su sociedad, y lo hace no con el ánimo de pasar a la historia o de ser una gran heroína del pueblo, tampoco por conseguir unos ideales intelectuales y políticos, ni tan siquiera lo hace por amor. Mariana Pineda se mueve al compás de su propio corazón, un corazón libre que no entiende de normas, de géneros y que sobre todo, no entiende de miedo».
no de los más grandes actores en lengua española, el argentino Miguel Ángel Solá, vuelve a los escenarios españoles tras varios años de ausencia. Lo hace con la actriz española Paula Cancio y con la función que han estado interpretando juntos en Argentina▶ «Doble o nada», de Sabina Berman, con dirección del recientemente fallecido Quique Quintanilla. Se trata de una revisión de «Testosterona», que ambos presentaron en 2014 en el Teatro Galileo. «En realidad lo único que queda es la anécdota central –aclara Solá–, pero la manera de contar la historia es completamente distinta. Y pretendemos que sea totalmente diferente cada día».
«Doble o nada» cuenta la historia del director de un importante medio de comunicación que debe dejar su puesto en manos de uno de sus dos subdirectores, uno de ellos mujer. La obra presenta una entrevista entre ella y el director. Solá defiende que su objetivo es llegar a la verdad. «Los personajes se van apropiando de los lugares, del escenario; éste no es un cuadro
Ude cuyo marco no pueden escaparse los intérpretes. Si fuera así, el teatro se moriría».
La evolución de la obra y su transformación desde «Testosterona» a «Doble o nada» –en la que ha participado la propia autora– responde a una intención▶ «Traerla al aquí y al ahora». «Hay que tener cuenta que cuando Sabina Berman la escribió no existían movimientos como el #MeToo, y la relación hombre-mujer en el ámbito laboral era muy diferente. La obra ha perdido ese halo casi romántico que tenía para adquirir una fuerza y un vigor que nada tiene que ver; esta obra no tiene mucho sentido si no presenta ese potencial de mostrar la realidad».
Madrid.