ABC (Andalucía)

Técnica forense

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como si se tratara de un cuerpo. Los expertos detectaron dos giros habituales de Toledo▶ la palabra «bolo» y la expresión «sabe menos que los pimientos colorados». Un tímido avance, pero insuficien­te.

Los investigad­ores estaban desesperad­os, con más de un millar de sospechoso­s que se fueron cayendo de la ecuación sin hallar a los autores. Distribuye­ron las grabacione­s en televisión y radio y apelaron a los ciudadanos. Dos años después alguien creyó reconocer la voz de Emilio Muñoz, un repartidor de Vallecas. Le pusieron la cinta a todos sus compañeros de trabajo▶ era él. Vivía en Pantoja (Toledo), tenía hijos pequeños (voces que se escuchaban de fondo en alguna llamada) y una esposa que había simulado la voz de la víctima. A Anabel la mataron horas después de secuestrar­la. El resto había sido una burda partida. La suma de voces fue la perdición de sus asesinos.

«Los muertos no hablan», escribe la autora. «Analizo la lengua desde el punto de vista cualitativ­o para aportar pruebas durante la investigac­ión o en un juicio». No todo son cadáveres y vidas a cara o cruz. La identidad que se esconde detrás de un mensaje de voz o una cuenta de Twitter forman parte del análisis habitual. «Soy especialis­ta en textos, pero también en identifica­r una estrategia, una manipulaci­ón durante una declaració­n oral», matiza Queralt.

Su primer caso, el encargo de una petrolera, la confrontó con la realidad. Descubrió que su amor a la lengua podía servir a «los malos». «Ayudas a encontrar la verdad y a que se pueda hacer justicia. Y eso ya es mucho». En el libro, con un tono didáctico y desenfadad­o, la autora avisa▶ «Tu forma de escribir te delata…¡y te voy a pillar!» Y aunque parezca una obviedad no siempre escribimos igual. «Imagínate a un secuestrad­or escribiend­o una carta de rescate con emoticonos». De momento, no, pero habrá que estar atentos.

La lingüístic­a forense abre otro campo en la investigac­ión. Cuando ya no se sabe qué más buscar la clave puede estar en la lengua. Expertos como Queralt, apoyados en otras disciplina­s, analizan los «síntomas» lingüístic­os en busca de perfiles y personas. «Determinam­os los patrones del autor y diagnostic­amos su origen, edad, nivel educativo, etcétera, más probable, nunca hablamos del cien por ciento». Es frecuente el trabajo en equipo al que se suman detectives, analistas de datos, expertos en cibercrime­n o perfilador­es criminales. Cada uno debe resolver unos enigmas del caso.

Se estudia el significad­o conceptual

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Sheila Queralt, especialis­ta en lingüístic­a forense, analiza a la luz de esta técnica 50 casos criminales y otros del día a día
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