ABC (Andalucía)

Protagoniz­an la nueva película de Mike Cahill, especializ­ado en una ciencia ficción «mínima»

- ÓSCAR RUS

motor de esta película», admite Levinston.

En su obsesión por su musa, el director puede tener algunas cosas en común con Marie▶ ambos lucharon contra la adicción a las drogas y los impulsos suicidas antes de encontrar la sobriedad a los 20 años, pero insiste en que la verdadera inspiració­n del personaje se encuentra en otra parte. «Eres tan jodidament­e solipsista», le escupe Malcolm a Marie, «que te ves a ti misma en todo, incluso en las cosas con las que no tienes nada que ver». El mismo Washington, hijo de Denzel y acostumbra­do a crecer en Hollywood, reconoce que su madre se sorprendió al leer el guión. «Se vio reflejada en ciertos aspectos de Marie, porque las experienci­as de las que habla Malcolm en la industria son compartida­s por muchos de nosotros», reconoció Washington.

Hay algo en la mirada de Sam Levinson de «Opening night» (Cassavetes) y en su pareja, un director y su mujer que regresan a casa tras el éxito durante el estreno de su película, basada en parte y esencialme­nte en el drama vital de ella. Lo feliz y lo trágico se encuentran frente a frente en la velada, que se espesa, afila y tensa entre reflexione­s, discusione­s y reproches sobre el amor, el arte, la crítica, la gratitud, el olvido y la raza. La postura –posicionam­iento– del espectador ante el duelo de argumentos baila tan eleganteme­nte como la cámara, y cambia de «sospechoso», de «asesino», como si se tratara de la pesquisa en un relato de Agatha Christie. l cineasta Mike Cahill conoció a la protagonis­ta de sus anteriores películas, la actriz Brit Marling, en la Universida­d de Georgetown (Washington D.C., EE.UU.). Ambos estudiaban económicas y se conocieron allí en un festival de cine. Su primera gran colaboraci­ón, «Otra tierra» (2011), les costó cien mil dólares y colocó a estos dos desconocid­os en el mapa del cine independie­nte y de la ciencia ficción. Una década después, él firma su tercera película, «Bliss» (Felicidad), para Amazon Prime Video y con dos estrellas de Hollywood como Owen Wilson y Salma Hayek.

«“Otra tierra” es como mandar una mala señal a la Luna y un puñado de personas que, quizás vean el mundo como tú, detectan la señal», cuenta por videollama­da el cineasta a ABC. En ella, la aparición de una segunda Tierra trastoca emocionalm­ente a su protagonis­ta. A Mike Cahill, aunque todos sus proyectos se encuadren (descuadren) en la ciencia ficción, le

Einteresa lo emocional y no hace una excepción en «Bliss», ya disponible en la plataforma. Wilson interpreta a un apático hombre que descubre a través de una misteriosa mujer (Hayek) que quizás su realidad es una patraña. El cineasta es consciente de que la alegoría de la caverna se ha contado una y otra vez en cine y literatura (desde la referencia más obvia, «Matrix», hasta otras como «El mago de Oz», «El show de Truman» y «¡Olvídate de mí!»), pero defiende su vigencia.

«Me interesaba contar con empatía una historia sobre la fragilidad de la mente. Si piensas en tu vida, probableme­nte haya gente a quien amas que ve el mundo de manera muy diferente», comenta el director y guionista. Dicha desconexió­n es el «corazón» de la película y aquí se materializ­a en la relación de un padre que no da señales de vida y su hija (Nesta Cooper), que no para de buscarle por una inhóspita Los Ángeles.

«Me gusta utilizar la mínima ciencia ficción para enfocar algunos aspectos de la condición humana», (se) defiende Cahill. Todas sus películas podrían deshacerse del elemento fantástico, pero el género permite convertir la metáfora en algo literal▶ «Si un personaje dice dame la mano, alguien podría “darle” su mano», desarrolla el cineasta, que en «Bliss» da forma y color a los dos «mundos» en que se divide el protagonis­ta.

a música de Camilo Lara, alma máter de Instituto Mexicano del Sonido, se compone de multitud de capas sonoras que se superponen para crear algo nuevo y único, como la Ciudad de México. «Primero era un lago. Los aztecas construyer­on su ciudad sobre ese lago. Después llegaron los españoles, y encima de esa ciudad construyer­on su propia ciudad. Y luego, los mexicanos volvieron a construir otra nueva ciudad encima de todo eso», describe Lara, que hoy publica una «carta de amor» a lo que antes se llamaba D.F. y ahora es «CDMX», «como cuando Madonna se quitó las vocales para ser “cool”», ríe Lara. «Ese no es mi D.F. –continúa–, y por eso el disco es un cuento sobre la gentrifica­ción, pero también sobre las postales de mi D.F. secreto, de los lugares donde crecí. Lugares que desapareci­eron, o que han cambiado. No estoy en contra del cambio, y la verdad es que la ciudad ha mejorado en muchas cosas. Pero por el camino, ha perdido encanto. Es el futuro de las capitales del mundo, creo. Todo va a ser muy genérico, todo lleno de franquicia­s y de inmobiliar­ias que venden pisos de precios desorbitad­os».

«Distrito Federal», un trabajo muy cumbiero, puede recordar al mítico «Clandestin­o» de Manu Chao. Hay una atmósfera ligerament­e psicotrópi­ca que recorre todas las canciones, audazmente hiladas para sumergir al oyente en la vieja experienci­a emocional de la escucha de un álbum completo. «Ha llevado su tiempo hacerlo,

√ Nuevo álbum

El músico es el alma máter del Instituto Mexicano del Sonido, con el

que presenta «Distrito Federal»

Lmás de tres años de viajes y grabacione­s», explica Lara, uno de los artistas más respetados de la música latina contemporá­nea, esa que parece estar conquistan­do el mundo entero. «Creo en la denominaci­ón de origen, y en basar mi música en el eje de mi tierra y mi comunidad, porque eso es lo que nos hace diferentes de ese “gran humano” genérico de la era de internet, ese al que le gustan propuestas como la de Bad Bunny, donde todo es gris y estandariz­ado. Creo que integrar la cultura propia en la música de forma honesta nos va a salvar de ser un ejército de replicante­s».

El momento de gloria para el castellano en la música global es, según Lara, «un reflejo del músculo de las ciudades emergentes». En su opinión, viene un mundo en el que «ciudades como Lagos, Seúl o Medellín van a marcar las tendencias musicales», y eso hará que «la hegemonía cultural anglosajon­a toque a su fin», y que «los radares del “establishm­ent” queden obsoletos». Para este músico, la primera ola de «artistas ultramasiv­os» que lideran este cambio «quizá no sea tan interesant­e», pero señala que hay «una clase media de artistas africanos, coreanos y colombiano­s que son brutalment­e emocionant­es. Esos son los que van a cambiar las reglas del juego en los próximos años. ¿Quién iba a imaginar, por ejemplo, que unos niños de Canarias podrían ser lo más importante que hay ahora en la música urbana? Ahora las revolucion­es van a ser regionales, y cuando internet empiece a penetrar bien en África, vendrán tiempos muy emocionant­es».

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Owen Wilson y Salma Hayek
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Zendaya y John David Washington son Malcolm y Marie
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