Obras entregadas en depósito
TOTAL
más de a los museos, estos depósitos fueron a organismos (Ministerios, el Ejército, la Falange), a la Iglesia... Se intentó compensar las pérdidas que sufrió la Iglesia durante la guerra, pero en muchas ocasiones los depósitos iban a destinos que no habían sufrido directamente la contienda en la zona, como por ejemplo el Palacio Episcopal de León o el Monasterio de Silos. No hay una lógica en toda esa distribución». Según consta en el libro, «la institución religiosa recién creada más beneficiada por la política franquista de entrega de obras en depósito fue la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, fundada por Escrivá de Balaguer en 1943 e íntimamente unida al Opus Dei». A ella van a parar 320 obras. Un caso llamativo también fue el de cuatro tapices flamencos del XVII, que se entregaron a la Iglesia Magistral
Arriba, fragmento del expediente de entrega en depósito a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz de pinturas y grabados en 1944
Fue entregado en depósito a Capitanía General de Madrid en 1940 y devuelto ese año al duque de Alba, su dueño de Alcalá de Henares, después pasaron a manos de la Real Asociación de Santa Rita de Casia y finalmente fueron a parar al Arzobispado de Madrid.
Represaliados y exiliados
En el libro se aborda la confiscación de colecciones de represaliados republicanos y exiliados. Es el caso de Pedro Rico, alcalde de Madrid que se exilió en 1936. Toda su colección fue incautada y repartida por el Museo de San Carlos de Valencia, el Museo Provincial de Oviedo, el Museo de Arte Moderno (hoy en el Prado) y el Gobierno Civil de Las Palmas. O del empresario vasco Ramón de la Sota. Una «Piedad» de Luis de Morales de su colección colgaba en el despacho de Serrano Suñer en el Ministerio de la Gobernación. La familia recuperó gran parte de las obras en la Transición. También decorando el despacho del cuñadísimo estaba «Vuelo de brujas», de Goya, que perteneció a Luis Arana, hermano de Sabino Arana. Fue recuperado con los años por sus herederos.
Hay casos llamativos, como el del pintor José María López Mezquita▶ el general Ricardo de Rada y Peral requisó 70 obras en su casa. O la colección de Carlos Walter Heiss, que éste intentó vender al Museo Arqueológico Nacional. No se cerró el acuerdo porque se consideraba excesivo el precio▶ 150.000 pesetas. «Casualmente», se entregó en depósito (y gratis) al museo en 1941.
Otro ejemplo destacado en la investigación es el de la Colección SicardoCarderera, «el caso más explícito de falsedad documental». José Sicardo era conocido como «el jefe militar rojo». Las obras no fueron incautadas en la guerra, sino que fueron requisadas por agentes del Sdpan durante la posguerra. Se entregaron en depósito a los marqueses de Falces, el conde del Valle, el conde de Romanones... Según consta en el libro, a este último se le entregaron 88 obras, 49 en concepto de depósito. Muchos miembros de la nobleza fueron beneficiados con estos depósitos.
Al final del libro hay un interesante
Serrano Suñer En su despacho del Ministerio de la Gobernación colgaban obras propiedad de Ramón de la Sota y de Luis Arana
capítulo dedicado a litigios entre entidades o particulares por quedarse con una obra (hay casos de dobles y triples reclamaciones), desvíos de piezas de su propietario a otro destinatario, ventas más o menos encubiertas y permitidas, obras desaparecidas o en paradero desconocido... La moral era muy laxa. Aborda, asimismo, Arturo Colorado el expolio eclesiástico o venta incontrolada de obras por parte de la Iglesia, la compra del Prado de piezas a monasterios y particulares (obras del Greco, Felipe Ramírez, Yáñez de la Almedina...) o las obras que se hallan en paradero desconocido▶ 482. También, los desvíos de piezas para decorar y amueblar las residencias de Franco (el Castillo de Viñuelas, el Palacio del Pardo, el Pazo de Meirás, la Casa Cornide)... Es el caso de las pilas bautismales de Muxía, las dos esculturas del Maestro Mateo procedentes de la catedral de Santiago o la mano incorrupta de Santa Teresa.