ABC (Andalucía)

EN BUSCA DE EMMANUELLE RIVA

La película no hubiera entrado en la leyenda sin esta actriz

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

EMMANUELLE Riva vivió sola más de medio siglo en un cuarto piso sin ascensor de un discreto edificio del Barrio Latino. Murió en 2017 tras renacer del olvido por su papel en ‘Amour’, la película de Michael Haneke. Tenía 89 años.

He rastreado desde hace mucho tiempo el pasado de esta actriz, nacida en una modesta familia de Los Vosgos, y no he encontrado absolutame­nte nada sobre ella. Nadie sabe a quién amó, cómo vivió y en qué empleaba su tiempo. Tras el rodaje de ‘Hiroshima, mon amour’, que la convirtió en un mito cinematogr­áfico, nunca concedió una entrevista ni apareció en ningún medio.

Jamás habló sobre su vida privada, pero nos legó tres impresiona­ntes libros de poemas, que, sin ningún ánimo de exagerar, están a la altura de Yves Bonnefoy, el mejor poeta francés de su generación, con el que encuentro muchos paralelism­os. «Dios, no amo más que tu silencio», escribe en ‘L’otage du desir’, publicado en 1982 por una editorial marginal.

Hay películas que te conmociona­n, que marcan una época de tu vida, y una de ellas es ‘Hiroshima, mon amour’, en la que Alain Resnais cuenta una desgarrado­ra relación entre una joven actriz francesa, interpreta­da por Riva, y un arquitecto japonés casado. El telón de fondo del filme es la ciudad devastada por la bomba atómica en la que los dos amantes recorren sus calles en una noche interminab­le, la última en la que van a estar juntos.

La película no hubiera entrado en la leyenda sin la contribuci­ón de esta actriz, con un rostro que, a la vez, evoca un insondable drama interior y una pasión por la vida. No necesitaba decir ni una sola palabra para que la cámara pudiera captar sus profundas heridas.

Riva posteriorm­ente hizo otras dos películas en las que brilla su talento y que forman parte de lo mejor del cine francés. Son ‘León Morin, sacerdote’, de Jean-Pierre Melville, y ‘Thérèse Desqueyrou­x’, de Georges Franju, basada en la novela de Mauriac. Dos joyas inclasific­ables y hoy olvidadas.

Me impresionó mucho ver a Riva en el papel de la anciana que ha perdido la memoria en ‘Amour’ junto a un envejecido Trintignan­t. Reconocí en su rostro los rasgos de su antigua belleza y, sobre todo, esa sonrisa en la que es imposible discernir la alegría de la tristeza. Fue entonces cuando me pregunté sobre el pasado secreto de esta mujer, que, como desvela en sus poemas, sintió el amor como «un relámpago que nos arroja sobre la tierra y seca nuestra sangre».

Riva le dice a su amante al final de la película de Resnais▶ «Llegará un tiempo en el que ya no sabremos dar nombre a lo que ha pasado en nuestra memoria. Después desaparece­rá todo». Las flores que envió la ciudad de Hiroshima cuando falleció de un cáncer que guardó en secreto, depositada­s en su tumba, se han marchitado hace tiempo. Sí, todo ha desapareci­do.

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