ABC (Andalucía)

«Convencí a una señora mayor de que no se suicidara»

Remedios González lleva más de 20 años en el Teléfono de la Esperanza

- M. MOGUER

Remedios recuerda perfectame­nte algunas conversaci­ones que ha tenido en sus más de 20 años atendiendo el Teléfono de la Esperanza desde su Málaga natal. Sobre todo el caso de una señora mayor que llamó para anunciar que se iba a suicidar. «La convencí de que no lo hiciera», señala. ¿Cómo? «Le dije que seguro que la querían mucho en su edificio. Ella era de un pueblo pequeño y allí la conocía todo el mundo. Le comenté que si se tiraba por la ventana, que es lo que quería, iba a acabar con la falda levantada y todo al aire. Un escándalo. Le recomendé que si se quería quitar de en medio se fuera a la calle, se pusiera lo más guapa que pudiera y se diera una comilona. Y al final, que se bebiera unas copas». La técnica funcionó y la mujer desistió de su empeño, así que Remedios pudo llamar a la Policía y guiarlos hasta la señora. También le viene a la memoria un niño de unos diez años que llamó «porque en la clase de su hermano mayor fumaban porros y él no quería que se echara a perder. Lo maduro que hay que ser y lo preocupado que debía de estar para con esa edad buscar nuestro número y llamar», se asombra.

Ella ha oído casi de todo porque, explica, «aquí llama lo mismo el que se quiere suicidar, el que no puede pagar la hipoteca o el que se ha peleado con su mujer». Para todos hay un rato de escucha, una herramient­a que, asegura esta voluntaria, es «mano de santo». «La gente llama muy nerviosa, con muchísima ansiedad», explica. Y que haya alguien al otro lado es de mucha ayuda porque les distrae.

Y aunque se pasa el día oyendo problemas, eso no le resta el buen humor del que hace gala todo el rato.

Ayudar al prójimo

«No he venido a iluminar el mundo pero si mi velita alumbra un poco a alguien, me doy por satisfecha»

Covid-19

Muchas de las llamadas que recibe ahora tienen que ver con el coronaviru­s y el miedo que provoca

«Hijo, es que si yo me echo los problemas de los demás encima, la que se tira por la ventana soy yo», se ríe. Defiende trabajar en «compartime­ntos estanco», es decir, «cuando cuelgo una llamada, se acabó, cierro esa puerta y no le doy más vueltas», explica.

Ella, como el resto de sus compañeros del Teléfono de la Esperanza, ha notado que con la pandemia la gente llama con más miedo e incertidum­bre. Que las dudas y los problemas muchas veces giran en torno al coronaviru­s. Aunque, antes, como ahora, «lo que les ayuda a quienes llaman es que les escuches».

Tras tantos años tras el teléfono, Remedios tiene «clientes» habituales. «Hay personas, sobre todo mayores, que llaman porque están solos y llaman todos los días. Los conocemos por nombre y apellidos. Saludan, nos cuentan que están bien y ya está. Eso les ayuda». Esta mujer de 72 años, rapidísima en la conversaci­ón y con argumentos para todo, es consciente de que no puede cambiarlo todo. Pero sí ayudar un poco. «No he venido a iluminar el mundo pero si mi pequeña velita alumbra un poco a alguien, ya me doy por satisfecha», tiene como lema de vida.

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ABC exterior de muchos mayores solos durante la pandemia
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ABC Remedios González
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