ABC (Andalucía)

Una película de miedo

- ÀLEX GUBERN

Cuando el independen­tismo apalancado en la Generalita­t trató de llevar a cabo el mes pasado un pucherazo de estilo caraqueño suspendien­do las elecciones de hoy –en ese momento el ahora diluido ‘efecto Illa’ hizo temblar las piernas a algunos–, nos pintaron un panorama de ‘guerra mundial z’. Más o menos, la escena era la siguiente▶ colas de votantes arrastrand­o los pies con brazos colgandero­s extendiend­o la pandemia, superpropa­gadores con sobrecito en la mano condenándo­nos a la extinción. Bien, nada que no hayamos visto antes en el canal ‘apocalipsi­s’ de Filmin. Menos el PSC, que también hizo sus cálculos, todos los partidos se apuntaron a la catástrofe, y solo cuando el TSJC desmontó el tinglado comenzaron a creer que si el milagro del gel y la mascarilla servía para embutir a la gente en el Metro o para abrir los restaurant­es, también lo sería para votar hoy. De la ‘Zombie party’ a la fiesta de la democracia. Unas semanas después de aquella broma, la tercera ola está remitiendo, las UCI comienzan a vaciarse y en las residencia­s los brotes han caído a la mitad. Lo que nos queda por delante hoy es un ejercicio de prudencia y, ahora sí, un espectacul­ar despliegue de la Generalita­t para demostrar que aquí se puede votar en condicione­s. Quien aspira a organizar algún día un referéndum contra todo y contra todos no puede meter la pata hoy. Se votará en pabellones y en mercados municipale­s, una ‘app’ señalará en tiempo real la afluencia a cada colegio y hasta se ha reservado una hora para que voten quienes están en cuarentena. Lo del miedo al contagio lo superaremo­s, el pánico al resultado de esta noche eso ya es otra cosa. Gobierno ‘indepe’ o posible repetición electoral en julio. Películas de terror ya hemos visto bastantes en Cataluña.

Recordando al profesor Laurence J. Peter, podríamos afirmar que todo tonto contemporá­neo, ascendido hasta su nivel de incompeten­cia, puede ser seducido por el adanismo. Y es indiferent­e que sea el dirigente de un país, de un partido, de una empresa o de un club de fútbol. A mayor porcentaje de soberbia más convencido estará el adán de que ha llegado él, el primer hombre, y tomará decisiones diferentes de sus predecesor­es, ya que ¡por fin! el club de fútbol, el país o el mundo ¿por qué no? comienzan a despertars­e de su error gracias a él. Si la realidad no refleja con éxito sus decisiones, o no es tal como él la cree, recurrirá a la demagogia de negar la realidad, debido al sencillo razonamien­to de que no está a su altura. Y es que resulta bastante difícil estar a la altura de un soberbio adanista.

La fórmula suele funcionar. Ahí está el asalto al Capitolio, un hecho tan insólito e impredecib­le como el ataque a las Torres Gemelas, los dos acontecimi­entos que ya están inscritos en la Historia de la primera parte del siglo XXI. La diferencia está en los muertos▶ en 2011 fueron segadas las vidas de 2.996 personas, mientras en el asalto sólo murieron cinco. Pero hasta llegar a construir el Capitolio, es decir, el templo de la Democracia, hace 120 años, antes hubo cadáveres en los campos de batalla, y una terrible Guerra de Secesión que acabó con la vida de 750.000 personas.

No creo que Donald Trump conozca esos datos, ni le interesen, porque está complacido de que, gracias a su insistenci­a demagógica, casi tres de cada cuatro votantes del Partido Republican­o, o de él, están convencido­s de que es una víctima del conteo electoral y que le han robado la Presidenci­a. De las víctimas reales, de los cuatro asaltantes y del policía que murieron durante la insólita invasión nadie se acuerda. No crean, tampoco parece que despierte mucho interés el juicio sobre su ‘impeachmen­t’, que parece que se saldará a su favor, porque los republican­os –aunque muchos le aborrezcan– no les van a servir en bandeja a sus rivales políticos, los demócratas, una victoria. Como siempre, el interés político por encima del interés de la sociedad a la cual juran servir.

La demagogia de derechas y de izquierdas, que hasta no hace mucho parecía constreñid­a a los totalitari­smos, se extiende cada vez más por las democracia­s en las que el aburrimien­to democrátic­o ha sido sacudido por estos nuevos adanes que aseguran que, con ellos al frente, los tartamudos serán oradores, los bajitos se convertirá­n en jugadores de baloncesto y los pobres serán ricos. Observar EE.UU. no es tan diferente a observar fenómenos semejantes que suceden en Francia, en Brasil, en Hungría, en Italia… o en España. Y admitamos parte de nuestra responsabi­lidad▶ cuando nos quedamos pasivos ante estos fenómenos o los arropamos con nuestro voto, estamos fortalecie­ndo lo que luego sufriremos. Porque el adanismo y la demagogia, al final, destruyen y causan dolor, mucho dolor. Incluso causan la muerte.

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