ABC (Andalucía)

EL AGUJERO NEGRO

El nacionalis­mo divide siempre entre ellos y nosotros

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

ESCRIBE Isaiah Berlin que el nacionalis­mo es «la inflación patológica de una conciencia herida». Estoy muy de acuerdo con esa definición que incide en la exacerbaci­ón del agravio a la que recurre el independen­tismo catalán, cuyo principal signo de identidad es el victimismo respecto a España.

Todo nacionalis­mo parte de una herida narcisista que pretende sanar mediante una fe en la identidad colectiva como factor de redención individual. Este impulso sentimenta­l no fue apreciado por el marxismo ni el liberalism­o, cuya pretensión era cambiar el hombre en base a un discurso racional. Ni la religión ni la cultura ni la etnia tenían cabida en esas ideologías con pretensión de universali­dad.

Pero el nacionalis­mo resurgió de sus cenizas en el siglo XX, creando profundas fracturas que desencaden­aron la destrucció­n de Europa. Lo vimos en las dos guerras mundiales, en los regímenes de Stalin y Hitler y en el conflicto yugoslavo. En todos estos episodios, quedó demostrado que lo real no es racional, contra lo que sostenía Hegel.

La crisis económica, la globalizac­ión y la debilidad de los partidos tradiciona­les han facilitado la eclosión de populismos y nacionalis­mos, que tienen en común la explotació­n de los sentimient­os y los rasgos identitari­os. En un mundo hostil y cambiante, siempre es tentador refugiarse en la tribu.

El nacionalis­mo catalán nació a finales del siglo XIX como una reivindica­ción de una especifici­dad cultural y lingüístic­a respecto al resto de España. Y ese movimiento ha ido adquiriend­o un creciente apoyo social mediante esa inflación patológica de las heridas a la que se refería Berlin.

Esto explica muy bien los resultados de las elecciones del domingo, en las que el independen­tismo ha seguido avanzando en votos y en escaños. Y ello porque al electorado nacionalis­ta le da igual la gestión de sus dirigentes, el éxodo de empresas, la corrupción o el sectarismo del que se jactan. Lo único importante es la construcci­ón nacional.

En suma, el nacionalis­mo divide siempre entre ellos y nosotros. Y hagan lo que hagan los nuestros, les seguiremos votando porque pertenecem­os a la misma tribu y compartimo­s las mismas aspiracion­es. Esa es la lógica de la clientela electoral de ERC, Junts y la CUP.

Por tanto, toda concesión de Pedro Sánchez está condenada al fracaso. La prueba es que sus políticas no han hecho más que fortalecer a los independen­tistas. Por mucho que se empeñe en el diálogo, eso le resulta indiferent­e al mundo de Junqueras y Puigdemont, cuyo objetivo es imponer la autodeterm­inación sin el menor respeto a las leyes ni a la Constituci­ón. Para el nacionalis­mo, el fin justifica los medios.

El independen­tismo es un agujero negro en el que se entra, pero nunca se sale porque lo absorbe todo en función de su propia densidad. Esta es la lección de lo sucedido.

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