Wuhan tenía más casos de coronavirus de los declarados antes del estallido
La OMS pide a Pekín muestras de sangre de los meses anteriores para conocer el origen
Se veía que los expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) encargados de investigar el coronavirus en Wuhan se estaban mordiendo la lengua para no incomodar a sus anfitriones, tan contentos con su visita como de tener una úlcera. Nada más marcharse de China, se la han soltado y ya están aflorando jugosos detalles sobre su mes de pesquisas para averiguar el origen de la pandemia.
En una entrevista con la cadena de televisión CNN, el jefe de la misión, Peter Ben Embarek, reveló que el coronavirus ya estaba circulando por Wuhan en diciembre de 2019 más ampliamente de lo que se pensaba. Para ello se basa en los 174 casos confirmados ese mes, la mayoría graves, que le han notificado las autoridades chinas durante su reciente estancia. Aunque la OMS todavía no ha hecho ninguna proyección sobre esa cifra, Embarek calcula que el número real de infectados podría haber superado los mil ese mes de diciembre porque «a grandes rasgos, de toda la población infectada, solo el 15 por ciento acaban siendo casos graves, ya que la gran mayoría son leves».
Según detalló, «el virus estaba circulando ampliamente por Wuhan en diciembre, lo que es un nuevo hallazgo». Y es que en su primera comunicación a la OMS el 3 de enero del año pasado, cuando los medios oficiales chinos ya habían informado de una nueva enfermedad y se había cerrado el infame mercado de animales de Huanan, Pekín solo reportó 44 casos de una «neumonía de origen desconocido», no 174 como admite ahora.
Primera discrepancia
Esta es la primera discreprancia que ha encontrado la misión de la OMS en China, sobre la que pesa la sospecha de que intentó ocultar la epidemia minimizando las cifras y silenciando a los médicos que alertaban de la nueva enfermedad, como el difunto doctor Li Wenliang.
Además, los especialistas de la OMS han descubierto que en diciembre de 2019 ya había 13 cepas del coronavirus con pequeñas diferencias genéticas en Wuhan y alrededores, lo que vuelve a demostrar que ya llevaba un tiempo en circulación. Para conocer el verdadero alcance del coronavirus antes de su estallido en enero del año pasado, la OMS ha pedido a China pruebas de sangre de los meses anteriores.
En el Centro de Transfusión de Sangre de Wuhan, que el equipo estuvo visitando, se guardan 200.000 muestras, que la OMS quiere analizar por si tienen anticuerpos del coronavirus.
Antes de tomar su vuelo el miércoles pasado, ABC preguntó a Embarek si los primeros contagios se remontaban a mediados de noviembre de 2019, como informó en su día el periódico ‘South China Morning Post’. Sin dar detalles sobre esa fecha, respondió que «hemos mirado el historial de todos los individuos que podían ser casos sospechosos entre octubre y diciembre, revisando a más de 70.000 personas, y no había ningún positivo porque todos habían sido evaluados desde un punto de vista clínico y epidemiológico».
Pero el periódico ‘The Wall Street Journal’ publicó el sábado que los expertos de la OMS habían recibido de sus colegas chinos análisis de 92 casos
Mil contagios en 2019 Descubre hasta 13 cepas en diciembre de 2019 y calcula que entonces habría más de mil contagiados
sospechosos en octubre y noviembre de 2019. De los 67 que accedieron a hacerse las pruebas de anticuerpos el pasado mes de enero, todos dieron negativo, pero el propio Embarek reconoció que es difícil de saber si duran tanto tiempo en la sangre. Extrañamente, esos 92 casos sospechosos estaban diseminados temporal y geográficamente por Wuhan y el resto de la provincia de Hubei, y no formando parte de ningún brote como es normal en las epidemias.
Todo esto a tenor de los datos proporcionados por China, que no estaban en bruto, sino ya analizados. «Hubiera preferido tenerlos en bruto, pero lo normal cuando llegan a un país investigadores extranjeros es que se entreguen ya procesados», explicaba la epidemióloga danesa Thea Fischer la semana pasada en un corrillo con periodistas tras la rueda de prensa de la OMS en Wuhan.
Como responsable del equipo epidemiológico, Fischer diseñará con el equipo chino los estudios que se van a hacer en el futuro, entre los que destacan los análisis de sangre en busca de anticuerpos. «Si tienes que buscar cuándo empezó a circular el virus, hay que mirar todos los datos y los análisis de sangre que sean representativos de la población en un tiempo determinado», desgranó a la televisión pública danesa.
Aunque Fischer «espera mucho» de estas pruebas y asegura que «hay voluntad de ver esos datos también por parte del jefe del equipo chino», matizó que «hacen falta permisos legales».
distribución– y, al menos de momento, limitado. Una vez diseñado, el algoritmo no es susceptible de presiones ni de favoritismos▶ establece las mismas reglas para todos. El problema, como en Stanford, está en su diseño.
Las autoridades estadounidenses los han usado en los tres principales puntos básicos de distribución de la vacuna▶ federal, estatal y en los propios centros de distribución. El Gobierno de Donald Trump, que participó con éxito en el desarrollo en tiempo récord de las vacunas, estableció los primeros parámetros para la campaña de vacunación dentro de la Operation Warp Speed (Operación Velocidad Endiablada) para vacunar a los estadounidenses. Entre ellos, un sistema de distribución nacional de vacunas a través de Tiberius, un portal digital desarrollado por el gigante de la gestión de datos Palantir.
Ese sistema utiliza un algoritmo sencillo, que divide el número de dosis disponibles –evoluciona en función de la producción de las farmacéuticas– entre los estados del país. Reparte el número de vacunas de forma proporcional en función de la población mayor de 18 años y establece envíos semanales.
Errores
Hay profesores que teletrabajan que han recibido antes la vacuna que médicos de primera línea
Menos dosis o demasiadas
El sistema, que la actual Administración Biden sigue utilizando, ha sufrido fallos y ha recibido críticas. Algunos estados se han quejado de que reciben menos dosis de las que les corresponde –o demasiadas, como ocurrió con Oklahoma y el cálculo de población en residencias para ancianos– y se ha cuestionado la base demográfica que utiliza, que no recoge del todo el peso de inmigrantes indocumentados o comunidades tribales.
Una vez enviadas las dosis, la competencia para establecer las prioridades de vacunación corresponden a los estados. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, en sus siglas en inglés), el órgano federal responsable de salud pública, estableció grupos de prioridad, empezando por el personal sanitario en primera línea contra el Covid y las residencias de ancianos. Pero cada estado es libre de adoptarlas, adaptarlas o cambiarlas por completo.
Por ejemplo, Florida incluye en el primer grupo prioritario a los mayores de 65 años en situación de riesgo extremo por covid; Indiana agrega al personal de bomberos, de policía y penitenciario; Oregón prioriza a los profesores frente a los mayores de 65 años; y Nueva Jersey pone a los fumadores por delante de los profesores.
Muchos de estos estados también utilizan algoritmos para conseguir una distribución más rápida y eficaz. En Tennessee, por ejemplo, incluyen datos sobre qué población es más vulnerable –mayores índices de pobreza, más concentración demográfica– para reforzar el envío de dosis a esas zonas.