TIEMPO DE SALDOS
La política española ha ingresado en una etapa de desconcierto frenético. Trazar proyectos, fijarse objetivos, ha empezado a resultar tan desesperadamente absurdo como jugar al ajedrez en mitad de un terremoto▶ los trebejos se desplazan, pero no porque los mueva nadie sino porque tiembla el suelo. Al día siguiente de las autonómicas catalanas los medios de comunicación abundaron de forma casi unánime sobre el gran éxito obtenido por el Gobierno. Algunos afirmaron incluso que Sánchez había asegurado su estabilidad durante lo que queda de legislatura. Confieso que esto me sorprendió. Si, como es de temer, los separatistas, la CUP incluida, se hacen fuertes en la Generalitat, todo se volverá espinas y abrojos para el huésped de La Moncloa, máxime cuando Iglesias y sus amigos simpatizan más con los rompedores que con la Constitución. En la medida escasa en que se pueda aventurar diagnósticos, lo que se perfila es un caos de contornos difusos▶ el centro-derecha se está descomponiendo, el poder se está descomponiendo, y hay drama pero no hay guion. No sabemos si Hamlet perpetrará su venganza, u Ofelia será nombrada miss Universo.
Cada día trae a cuestas un disparate descomunal. Es increíble que el vicepresidente segundo proponga el control de los medios al tiempo que su portavoz en el Congreso apoya, invocando la libertad de expresión, a los bárbaros que han dejado patas arriba varias calles de Madrid en protesta por el arresto de un individuo incurso en delitos evidentes. O en otro orden de cosas resulta raro, mejor, causa perplejidad, que el presidente del principal partido de la oposición acuerde, como gran respuesta a su traspiés en Cataluña, el traslado a espetaperros de la sede del PP en Génova. ¿Qué intenta intimarnos Pablo Casado? ¿Que rompe con el pasado? ¿Que resurge de las ruinas como Venus de las aguas?
Increíble
«Es increíble que Iglesias plantee
el control de los medios» Desorientación
«Nada como la intoxicación para no reparar en lo esencial»
Habría sido estupendo que hubiésemos podido llegar a esa conclusión tras atisbar lo que el PP pretende para España. La espantada inmobiliaria del PP invita sin embargo a pensar, como reza el art. 52, en el «cese total o parcial de la actividad» de un comercio▶ el cliente ve el escaparate vacío, ve los carteles que anuncian la liquidación, y se pone a buscar una tienda alternativa. Bueno para Vox. Por definición, malo para el partido que ocupó el sitio de AP.
Simultáneamente, empeora la situación relativa de España. Hace meses que asistimos a la interminable, incomprensible disputa entre la vicepresidente primera y su ministra de Igualdad sobre derechos adheridos a siglas que solo uno entre mil ciudadanos consigue retener en la memoria. No todo el mundo anda entretenido con simplezas. Draghi, por ejemplo, ha conseguido reducir a la mitad la prima de riesgo italiana. ¿Y nosotros? Nosotros, ¡ay!, somos los europeos a los que toca pagar intereses más altos. Se está hablando, de acuerdo, sobre el monto monstruoso de la deuda y los plazos menguantes que nos separan del instante en que tengamos que enfrentarnos a ella de verdad. Pero se trata de destellos, de ráfagas. La pandemia, el ruido diario y creciente de la vida pública, nos sumen inmediatamente después en una especie de sopor. Parece que estuviésemos borrachos. Y quizá lo estemos.
Nada como la intoxicación para perder el sentido de las proporciones y no reparar en lo que es esencial. Lo esencial es el descrédito creciente, no ya de los partidos, sino de la propia democracia, pese a lo que declara el CIS o consideran oportuno decirse los que experimentan vahídos tan pronto se salen del lugar común. Tan grande se está haciendo ese descrédito, que muchos lo fían todo a que Europa haga por España lo que España no quiere hacer por sí. Iglesias es una caricatura, y no va a derribar nada. Pero los políticos verdaderamente peligrosos nacen con las ocasiones, y aquí están abundando. O nos arreglamos nosotros, o esto no lo arregla ni Dios bendito.
La primera reunión de alto nivel entre EE.UU. y las potencias europeas desde la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca fue un encuentro teatralizado de amigos que vuelven a entenderse. «EE.UU. ha vuelto y con más compromiso global que nunca», celebró Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, en una de las intervenciones de la Conferencia de Seguridad de Múnich.
«EE.UU. ha vuelto, la alianza trasatlántica ha vuelto», insistió en su intervención Biden, que participó de forma remota desde Washington en su debut en los grandes escenarios de las relaciones internacionales. «No miraremos atrás», añadió en una referencia a las relaciones tensas que la Administración de Donald Trump mantuvo con sus socios europeos y que ayer el nuevo presidente se comprometió a distender. Ahora, compartía pantalla y buenas palabras con la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron. «La alianza entre Europa y EE.UU., en mi opinión, es y debe continuar siendo la piedra angular de todo lo que deseamos conseguir en el siglo XXI, igual que lo fue en el siglo XX», defendió.
El eje trasatlántico, es evidente, está amenazado por el fortalecimiento del gran rival económico, estratégico y militar de EE.UU., China. Biden aprovechó su discurso para llamar a filas a sus socios frente al gigante asiático. «Debemos prepararnos para una competición estratégica a largo plazo frente a China», dijo Biden, que en ese asunto no se ha separado de la combatividad de Trump frente a Pekín, con quien guerreó con aranceles y sanciones. «Tenemos que enfrentarnos a los abusos económicos y las acciones coercitivas del gobierno chino, que ponen en peligro los cimientos del sistema económico internacional», dijo. «Todo el mundo debe jugar con las mismas reglas».
Firmeza frente a Moscú
También fue duro con Rusia, con el que sí se espera un camino diferente al emprendido por Trump. «El Kremlin ataca nuestras democracias y trata de debilitar nuestros sistemas de gobierno», dijo, en alusión a las campañas de desinformación y de ciberataques que Moscú ha llevado en medio de elecciones en EE.UU. y en Europa. «Los líderes rusos quieren que la gente piense que nuestro sistema es más corrupto, o al menos tan corrupto como el suyo», añadió, poco después de que Moscú llamase, por ejemplo, ‘presos políticos’ a los políticos catalanes condenados por sedición. «El mundo sabe que eso no es verdad, incluso los propios rusos».
Biden insistió en el compromiso «total» de EE.UU. con la OTAN, en la defensa de la soberanía y la integridad de Ucrania frente a las agresiones de Rusia y en su oposición a los intentos de Vladímir Putin de «debilitar Europa».