ABC (Andalucía)

El populismo de Junts mantendrá la tensión en el nuevo Parlament catalán

El partido creado por Puigdemont a su servicio no se define ideológica­mente

- DANIEL TERCERO

TRIPARTITO INDEPENDEN­TISTA

Por primera vez, el espacio independen­tista en el Parlamento de Cataluña estará liderado por ERC. Junts quedó por detrás de los de Pere Aragonès (ERC) el 14-F, un escaño menos, y está por ver cómo digiere su posición de comparsa en el próximo Govern catalán. Junts no es CiU, pero vive de sus inercias, manías y tics, entre estos, la costumbre de gobernar la Generalita­t desde 1980, prácticame­nte, como si fuera su casa, con el breve y convulso periodo que va de 2003 a 2010 («es como si entran en tu casa y te encuentras los armarios revueltos, porque te han robado», dijo Marta Ferrusola de aquella victoria dolorosa e inútil de Artur Mas en 2003).

Hasta julio de 2020, y desde finales de 2017, Junts per Catalunya se fue fraguando como una coalición de partidos, grupúsculo­s y personas, más o menos públicas, alrededor de la figura de Carles Puigdemont. Su baza era el grupo parlamenta­rio del parque de la Ciudadela (Barcelona). Tras las pasadas elecciones autonómica­s, estructura­do ya oficialmen­te como partido político, bajo la marca simplifica­da de

Junts, sin la rémora del heredero de CiU (PDECat) y con una militancia y cuadros medios más típica de un club de fans, la formación afronta ir de acompañant­e de ERC en el próximo Govern catalán con la dificultad de no haber sido creado para ello.

Puigdemont encabezó la lista electoral por Barcelona el 14-F sin intención aparente de intentar recoger el acta, como trató de hacer en 2018. Conocedor de que como ex presidente autonómico fugado tiene un gran tirón electoral decidió liderar la lista, saltándose las primarias del partido que ganó Laura Borràs, que quedó relegada al número dos por Barcelona.

Sin ideología

Junts no tiene ideología como para clasificar al partido en el eje izquierdad­erecha. En sus estatutos se hace una llamada a los «espacios ideológico­s» de los ámbitos liberal, socialdemó­crata e izquierda y se autodefine como un partido que «se dispone a explorar y a innovar en un modelo de organizaci­ón ideológica­mente transversa­l que se identifica con la centralida­d social». De un plumazo, Cataluña deja de tener un partido de derechas o del centro-derecha de corte nacionalis­ta. Con esta contorsión, se entiende que sea Jordi Sànchez, secretario general e ideológica­mente situado en la izquierda, quien controla la gestión diaria de Junts. Así, ha sido Junts, esta semana, la formación más crítica con la actuación de los Mossos d’Esquadra a la hora de controlar a los violentos en las manifestac­iones contra el encarcelam­iento del rapero Pablo Hasel.

El votante de CiU, incluidos los cachorros de las juventudes, ha pasado de aplaudir a un consejero de Interior (Felip Puig) que se mostraba con un bate de béisbol en un mitin, en 2011, a valorar como ‘inaceptabl­e’ el trabajo de los Mossos, que esta semana, básicament­e, se defendiero­n de los violentos pro Hasel.

Tras Puigdemont y Borràs, en la lista por Barcelona está Joan Canadell, empresario, vinculado a la Assemblea Nacional Catalana y ex presidente de la Cámara de Comercio de

Barcelona, uno de los seguidores más estrafalar­ios de Puigdemont, hasta el punto de haber conducido su vehículo privado con una careta del fugado de la Justicia en el asiento del copiloto para hacer ver que viajaba con él. Desde su cuenta de Twitter no duda en repetir mensajes insultante­s con

Pere Aragonès sucede a Oriol Junqueras y Marta Rovira, que lideran el partido. Es la única formación, desde 2017, que resiste las tensiones internas

Los dos grandes vencedores de las penúltimas elecciones autonómica­s en Cataluña fueron Ciudadanos y Puigdemont. Eran las elecciones del 155. Por primera vez se imponía un partido, en escaños y votos, que no era Convergènc­ia. Y contra todas las encuestas, el expresiden­te fugado lograba superar a ERC y retener la presidenci­a de la Generalita­t.

Inés Arrimadas prometió defender a los catalanes constituci­onalistas pero a los pocos meses los dejó tirados para irse a Madrid a probar suerte, aprovechán­dose del impulso de la victoria que había logrado. No se recuerda una traición mayor en la política española desde la recuperaci­ón de la democracia. Los treinta diputados que su partido perdió el domingo pasado, más que un resultado, fueron un veredicto.

Puigdemont prometió que si ganaba volvería a España, porque «ser vuestro presidente merece el riesgo de ir a la cárcel». «Cada voto –decía su lema electoral– acerca al president a casa». Nunca los catalanes merecimos su riesgo, y Puigdemont se acabó instalando en una casa en Waterloo, a la que llamó ‘Casa de la República’, y que se convirtió en un peregrinaj­e constante de los que querían su favor. Puigdemont no tenía el dinero de la Generalita­t, pero controlaba cómo la administra­ción repartía sus recursos. Sobre todo en 2018 y hasta la pandemia, la capital política de Cataluña fue Waterloo. Lledoners, la cárcel donde estaban encerrados Junqueras y el resto de condenados por sedición, era también un considerab­le destino de la clase política y periodísti­ca, pero aunque les pese a los reos, se trató siempre un destino más sentimenta­l que político.

A Puigdemont pronto le escasearon los recursos. Si al principio muchos empresario­s y demás partidario­s le mandaban grandes y pequeñas sumas de dinero; y sus hombres en el Govern bordeaban la Ley para desviarle

Carles Puigdemont toda clase de partidas, pronto los particular­es se cansaron de su folclórico apoquinar y el Gobierno estrechó la vigilancia para cortar los posibles desfalcos y, sobre todo, la burla.

Junto con ello, la obsesión del huido con que España iba a matarle o a secuestrar­le, le llevaba a derrochar en innecesari­a seguridad buena parte de los menguantes recursos de que disponía. Y el resultado fue que tenía más policías persiguien­do sombras que asistentas ocupándose de lo que importa, y a Puigdemont se le empezó a ver desaliñado en sus comparecen­cias▶ la ropa arrugada, el pelo tan largo y poco atendido que hacía que todo el día llevara las gafas sucias. Los que le visitaban relataban con tristeza el aspecto dejado y hasta algo truculento que ‘la casa de la república’ por dentro tenía▶ los platos de varios días amontonado­s en

Ocaso «Desde el pasado

domingo Waterloo ha dejado de ser la capital política de

Cataluña»

Soberbia «Humilló a sus correligio­narios del PDECat, que se presentaro­n como respuesta a su trato abusivo»

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Dolors Sabater fue la cabeza de lista el 14-F, tras pasar por la alcaldía de Badalona, pero no milita en la CUP, una formación antisistem­a radical de base asambleari­a
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Lo lidera Puigdemont, desde Bélgica, y lo dirige Jordi Sànchez, desde la prisión. Junts nació de los restos de Convergènc­ia y es un movimiento populista más que un partido clásico
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