ABC (Andalucía)

LAS CAMISAS ARRUGADAS

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«A Puigdemont se le empezó a ver

el lavadero y con comida seca; si ofrecía un café a las visitas, se levantaba él mismo a prepararlo; e incluso sus más fervientes partidario­s reconocían que cuando le abrazaban para saludarle o despedirse, notaban que la camisa que llevaba no era precisamen­te limpia del día.

Desde el pasado domingo, Waterloo ha dejado de ser la capital política de Cataluña y es más bien un ocaso de héroes rotos y de desespero de pagas canceladas, como las de Pilar Rahola, a quien nadie querrá contratar si no es por orden de Junts o a cambio de sus compensaci­ones. Puigdemont ha perdido el áurea de ‘presidente legítimo’ que le convertía en un símbolo, y todo el mundo sabe que ha sido derrotado, no tanto por un ascenso extraordin­ario de ERC, como por el desprecio y la arrogancia con que humilló a sus correligio­narios del PDECat, que se presentaro­n a las elecciones no como una opción política, sino como una respuesta personal al trato abusivo e insultante que recibieron de quien hasta hacía un año había sido referente y amado líder. Justo el porcentaje de votos que obtuvieron el PDECat y otra escisión menor del submundo convergent­e, llamada PNC y liderada por Marta Pascal, fue el que separó a Puigdemont de volver a ganar las elecciones y quedó en tercer lugar.

Como todos los que se extraviaro­n, cada vez ve más fantasmas y se vuelve más ciego ante las figuras reales; y como todos los tiranos, crece su pulsión fanática, confía en menos gente y convierte a más cómplices en traidores cuando no le muestran obediencia incondicio­nal o intentan ayudarle diciéndole la verdad y no sólo lo que él quiere oír.

Los patriotas se cansaron de pagar –en Cataluña todo el mundo se cansa–, ya no controla ni el poder ni los recursos de la Generalita­t y su supuesta legitimida­d ha quedado desmentida en las urnas por su mala cabeza política, y porque pese a todo nunca fue más que un alcalde de Gerona sanguíneo y provincian­o, uno más entre tantos y tantos independen­tistas que toda la vida se creyeron más listos que España y que a la hora de la verdad, ni siquiera puede decirse que perdieran el partido, porque nunca llegaron a jugarlo.

y poder llegar a La Moncloa. Él también pide tiempo.

Pero una cosa es que el liderazgo de Fernández en el PP catalán no se cuestione y otra que en Génova no hayan tomado nota de un partido que ven sin estructura y sin fuerza orgánica alguna para extender su implantaci­ón en Cataluña. Desde la dirección nacional se considera que hace falta reforzar el equipo, empezando por el nombramien­to del secretario general, puesto vacante desde la dimisión de Daniel Serrano justo antes de las elecciones, y ahí el número dos del PP, Teodoro García Egea, quiere tener una influencia decisiva.

Las críticas veladas que se han hecho en público son mucho más ácidas en privado sobre la estrategia del PP catalán. La rebelión interna del miércoles pasado, en su comité regional, fue la imagen de un partido sin organizaci­ón y cerrado, inmerso en su burbuja, según fuentes populares. «Hasta ahora ha sido un club de amigos», señalan, en consonanci­a con una expresión que se escuchó dentro de la reunión interna del PP catalán, sobre todo por un sector que lidera Xavier García Albiol. «Ahora mismo no hay partido en Cataluña, hace falta una reorganiza­ción urgente y profunda», concluyen estas fuentes.

Un «plan» conjunto

Por su parte, fuentes de la dirección catalana recuerdan a ABC que la comunicaci­ón entre Casado y Fernández es regular y ‘estrecha’. «No hay ningún problema, en este sentido, más allá de que tenemos que poner en marcha un plan de reimplanta­ción territoria­l, tal y como dijeron Casado y Fernández tras el 14-F. Y hemos de hacerlo en colaboraci­ón con Génova», apuntan desde el cuartel general de los populares catalanes, en la calle Urgel de Barcelona.

La sensación que quiere transmitir la dirección catalana es de ‘calma’ y ‘tranquilid­ad’, pues, aun sabedores del mal resultado electoral, están convencido­s de que existen los mimbres suficiente­s para resurgir en las próximas citas en las urnas, empezando por los comicios municipale­s de 2023. «Hay voluntad de salir adelante, hemos asumido los errores desde la primera noche y sabemos lo que hay que hacer», señalan, negándose a buscar culpables, pero, eso sí, pidiendo a los críticos que dejen trabajar a la dirección de Urgel. «Cuando Albiol estaba al frente del partido el equipo de dirección lo estableció él y todos remamos a favor», aseguran.

En cualquier caso, los ajustes en la organizaci­ón en Cataluña empezarán por los nuevos cargos provincial­es, una renovación en sintonía con los del resto de España, y el sustituto de Serrano. «La sangre no llegará al río. Cuando empiece a funcionar el Parlament, veamos si hay repetición electoral, y finalicemo­s la renovación provincial, iremos a por todas», señalan. Incluso los críticos coinciden con Urgel en que el PP catalán tiene cimientos sólidos para la «reimplanta­ción».

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