El Papa jubila a Robert Sarah, su cardenal más crítico
Acepta su renuncia a los 75 años. Sarah era defensor de la ortodoxia católica
«Desafío a cualquiera a encontrar en mis obras o en mis gestos una crítica al Papa», responde el cardenal Robert Sarah cuando le preguntan si está contra Francisco. Y es cierto que en las obras de este cardenal, libros de profundo misticismo, no hay ni una palabra de discordia con Bergoglio. Sin embargo, los críticos de Francisco lo utilizan como abanderado, y en dos ocasiones la oficina del Papa o la sala de prensa han tenido que matizar sus declaraciones.
El último episodio grave fue en enero de 2020. El cardenal de Guinea Conakri publicó junto a Benedicto XVI un libro sobre el celibato, precisamente cuando el Papa Francisco estaba abordando esta cuestión. Meses antes, el 72% de los participantes en el sínodo sobre la Amazonía habían solicitado a Francisco que permitiera excepcionalmente la ordenación sacerdotal de algunos diáconos permanentes casados, tan solo en territorios poco accesibles. Para evitar cualquier apariencia de injerencia, el Papa emérito solicitó retirar su firma de la obra.
Cuando el pasado 15 de junio Robert Sarah cumplió 75 años, la edad de jubilación para los obispos y altos cargos del Vaticano, puso su cargo a disposición del Papa. Ahora, este sábado Francisco ha aceptado la renuncia pero no ha nombrado un sucesor.
«Hoy el Papa ha aceptado la renuncia a mi cargo de prefecto de la Congregación para el Culto Divino después de mi septuagésimo quinto cumpleaños», ha escrito el cardenal en Twitter cinco minutos después del anuncio oficial en el Vaticano.
Sarah fue en su momento el obispo más joven de la Iglesia. Tenía sólo 34 años cuando lo nombró Juan Pablo II. Benedicto XVI lo hizo cardenal y le encomendó el organismo que se ocupaba de las agencias humanitarias de la Iglesia. En noviembre de 2014, Francisco lo nombró prefecto de la Congregación para el Culto Divino, en sustitución del cardenal español Antonio Cañizares.
«La gente escribe cosas para oponernos, contra el Santo Padre, o entre obispos o entre cardenales. Es ridículo. No debemos caer en esta trampa. Debemos seguir enseñando. No me importa lo que digan», decía en una reciente entrevista.
Como responsable de la Congregación para el Culto Divino ha impulsado iniciativas para que las ceremonias litúrgicas reflejen la profundidad religiosa que contienen.
Sus críticos dicen que no siempre las ha impulsado a la velocidad que hubiera deseado el Papa, pero es cierto que la cultura burocrática de la Ciudad Eterna no ayuda.
«Es ridículo» «La gente escribe
cosas para oponernos contra el Santo Padre. No debemos caer en
la trampa»