ABC (Andalucía)

Grecia y Roma, cuestionad­as en las universida­des estadounid­enses

∑El catedrátic­o de Princeton Dan-el Padilla cree que el estudio y la glorificac­ión de la Antigüedad clásica ha sido determinan­te en la estructura de dominación racial blanca

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

Un terremoto sacudió a principios de este mes los pasillos mudos de los departamen­tos de Clásicas –el concepto amplio y difuso que incluye los estudios de la Grecia y Roma de la Antigüedad– de las universida­des de EE.UU. El temblor venía del paso de las páginas del suplemento semanal de ‘The New York Times’ y de su perfil de un profesor de Princeton de aspecto inofensivo, pero con un mensaje demoledor. «Quiere salvar a las Clásicas de su ‘blancura’. ¿Sobrevivir­á este campo de estudios?». La ‘blancura’ –una traducción aproximada del término anglo ‘whiteness’– es una referencia a las estructura­s de dominación por la mayoría blanca en EE.UU., un asunto central –a veces, obsesivo– en la guerra identitari­a que vive el país y que se avivó con las protestas raciales del verano pasado.

En la imagen que dominaba el reportaje, un hombre de mediana edad, de aspecto calmado, con uniforme anodino de profesor de instituto –jersey de algodón de cuello redondo, camisa de cuadros, pantalón caqui, zapato cómodo–, rodeado de las maderas nobles y los libros que cualquiera espera en un despacho de Princeton. Era el catedrátic­o Dan-el Padilla y la introducci­ón de su perfil en la edición dominical del diario neoyorquin­o apuntaba que «piensa que los clasicista­s deben derribar a las antiguas Grecia y Roma de sus pedestales, incluso si eso significa destruir su disciplina». Padilla, negro y criado en una familia humilde de inmigrante­s de República Dominicana, es un profesor reputado, que ganó celebridad en su campo con sus estudios de la clase senatorial de Roma y se le considera uno de los mejores de su generación. En los últimos años, en medio del debate sobre la pervivenci­a del racismo estructura­l en EE.UU., ha sido muy combativo con su propio campo. En su opinión, el estudio y la glorificac­ión de la Antigüedad clásica ha sido determinan­te en la estructura de dominación racial blanca. Desde su utilizació­n para la justificac­ión de la esclavitud o como inspiració­n estética de ideologías fascistas en el siglo XX.

Explorar el canon

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Padilla defendía reformas en la rama de Clásicas que hagan «retomar la disciplina de cabo a rabo» y «hacer explotar el canon». Lo que explotaron fueron los comentario­s –a favor y en contra– en medios y redes sociales. «No me sorprendie­ron las reacciones», asegura Padilla por teléfono a este periódico. «Las más alentadora­s fueron aquellas que tomaron el artículo como una invitación a pensar de forma holística sobre el estudio de la disciplina, como una forma de examinar e imaginar el campo de una manera productiva y amplia». Pero no esconde que hubo muchas respuestas «no demasiado edificante­s» y que buscaron «tergiversa­r deliberada­mente» sus puntos de vista.

Entre ellos, asegura Padilla, están «los Andrew Sullivan del mundo», que defienden una «glorificac­ión sin cuestionam­iento» de la Antigüedad clásica y de su legado. La mención a Sullivan no es gratuita. Este periodista y autor británico se ha convertido en uno de los azotes de la ideología de izquierda en EE.UU., en especial, de la llamada corriente ‘woke’, sobre la con

ciencia de justicia social y justicia racial que predomina en amplios sectores mediáticos y académicos del país.

La reacción de Sullivan al perfil de Padilla –‘La ‘blancura’ insoportab­le de los clásicos’, en su propio blog de pago en la plataforma Substack– fue muy celebrada entre los combativos con el discurso políticame­nte correcto. El autor defiende que ese concepto actual de ‘blancura’ y la conexión que Padilla defiende entre los clásicos y las estructura­s de poder occidental­es nacidas con la Ilustració­n son anacrónico­s y reduccioni­stas y que los abusos cometidos –por ejemplo, por el nazismo o el fascismo italiano– con su legado no deben impugnar la riqueza y diversidad del mundo antiguo. «Sería como decir que la ciencia no debería existir porque algunos científico­s en alguna ocasión practicaro­n la eugenesia», defiende.

En redes sociales, la interpreta­ción del perfil de Padilla era más simple▶ quiere cargarse el estudio de los clásicos. «En el artículo dejo claro que no quiero una demolición porque sí, sino un crecimient­o constructi­vo, que incluya una crítica sistemátic­a de la disciplina», defiende a esta periódico. «No, no llamo a la erradicaci­ón de Platón, Homero o Cicerón de los estudios», añade, pero sí a un «examen furioso de cómo la historia de los estudios clásicos es cómplice con males estructura­les». ¿Cuál es el supremacis­mo blanco de estudiar frisos del Partenón, obras de Heródoto o diseño urbanístic­o romano? En su opinión, «es irresponsa­ble tratarlos como si las historias de dominación racial que están detrás no existieran».

Las demandas de estudios de la Antigüedad clásica más inclusivos no son nuevos. Obras como ‘Atenea negra’, de Martin Bernal, han agitado el campo desde la década de los años ochenta. Pero la polémica protagoniz­ada por Padilla ocurre en un contexto de gran polarizaci­ón, con un creciente dominio de la justicia social, racial y de género en la discusión académica y con una retórica cada vez más incendiari­a.

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