Otras civilizaciones
Una de las afirmaciones más agresivas está en boca del historiador Walter Scheidel, uno de los mentores de Padilla en la Universidad de Stanford. «Yo eliminaría los estudios de Clásicas en su conjunto, no deberían existir como campo académico», aseguraba. «En realidad, me refería a que deberíamos organizar el estudio de las civilizaciones antiguas de otra manera, no en un departamento llamado Clásicas», explica a ABC. Deberían organizarse, al estilo europeo, en ramas como historia antigua, arqueología, filosofía, literatura… «Suena como si quisiera abolirlo y no es el caso», se defiende. Scheidel coincide con Padilla en que los estudios de Clásicas «llevan mucho equipaje, están muy entroncados con nociones de elitismo». Deberían, en su opinión, ser «más inclusivos y accesibles» y, en particular en EE.UU., «tratarlos de una manera que se reconcilie más con cómo es la sociedad americana, que ha sido tradicionalmente dominada por descendientes de europeos, pero que está cambiando». «Creo que el estudio de Grecia y Roma debe ser más globalizado, más integrado en el estudio de otras civilizaciones y tradiciones fundacionales, ya sea la India antigua, China, México o Perú», defiende.
Mientras en la universidad se pide tirar a los clásicos de su pedestal, en las ciudades se tiran de forma literal las estatuas de todo lo que suene –con más o menos acierto– a dominación blanca▶ militares confederados, Thomas Jefferson o Cristóbal Colón.
Para algunos, la espiral de ataques a las Clásicas supone un tiro en el pie cuando la disciplina ya está moribunda. Geoff Schullenberger, profesor de la Universidad de Nueva York, dice que la ‘abolición’ de las humanidades ya está en marcha por la disminución de recursos en muchas universidades, una situación empeorada por la pandemia. Schullenberger critica la ‘ironía’ y la ‘ceguera’ de quienes buscan destruir estas disciplinas.
Crítica incendiaria
«Estos sectores se dedican a una crítica incendiaria de sus campos, y los deterioran, y después, cuando ven que hay recortes, se dan la vuelta y hacen una defensa tradicional de la importancia de estas disciplinas», explica Schullenberger.
Para él, las cuestiones de justicia social se han convertido en la nueva «legitimación» de la universidad y, en un ámbito cada vez más asfixiado económicamente, «una estrategia de avance individual». Es decir, un círculo peligroso y poco sostenible en el que ser muy crítico con la disciplina es la forma de sobrevivir en ella.
Para Sullivan, Padilla resuelve los problemas de la modernidad «sometiendo su mente y su alma a un análisis racial, y por lo tanto tribal, del mundo». Para Padilla, críticas como las de Sullivan vienen de gente «comprometida con los valores del cuestionamiento socrático», pero que cuando se trata de «interrogar su aversión a discusiones sobre justicia racial, ahí no entran».