UN LORCA LETRISTA
n buen poema no promete una buena canción, y ni siquiera resuelve una canción cualquiera. Hasta los criterios menos válidos avalan que la alta poesía cede mal como cancionero, o muy adversamente. Mejor van a la horma de lo cantable los poemas malos, o decididamente simples. Rueda por ahí, sin embargo, una excepción suprema, con fija prosperidad apabullante. Se trata del poema ‘Pequeño vals vienés’, joya de ese edén de deslumbramientos que es ‘Poeta en Nueva York’, de Lorca, donde la metáfora incluye el susto y la imaginación navega un infinito. Arranca así a escribir Federico▶ «En Viena hay diez muchachas, un hombro donde solloza la muerte y un bosque de palomas disecadas».
Lo que sigue no decae. Cualquiera que leyera, vislumbraría lejana, remotísima, casi imposible, la hipótesis de una canción bajo letra de tanto vuelo, pero
se atrevió
ULeonard Cohen
Enrique Morente,y Silvia Pérez Cruz.
a hacerla, y
Hasta recuerdo una versión de Ana Belén, que se aupó de exotismo en el plató de una nochevieja televisada. Es bellísimo, y recóndito, y almado, el poema casi agrio de Lorca, y se adivina cerrado de músicas y misterios
Leonard Cohen
en sí mismo, como todo monumento verbal, pero Cohen le agregó el oro negro de su voz desalentada, luego Morente le puso el enigma de su ronquera benéfica, y Silvia Pérez Cruz, más recientemente, ha cuajado una versión donde la armonía viaja con otras alas, y ella misma baila sin moverse, dentro de la canción, «con un disfraz que tenga cabeza de río», según un momento del Lorca que cumple de letrista prodigioso. Silvia es un ángel de talento que inventa la canción, cada vez que la interpreta, como si se indignara ante la belleza que va provocando, desde un escalofrío que tiene mucho de íntimo don de ebriedad. Cuesta reponerse de su versión. No sé si le gustará a Silvia que arriesguemos que canta desde el trance, pero quizá sí. Lorca también tiene momentos en los que escribe desde el trance, porque el gran poeta lo es «de repente», según diagnóstico de Gonzalo Rojas. Morente reinventa un vals que no lo es desde el voltaje de un flamenco que no es lo es del todo. Cohen en esa misma pieza lee una elegía de nocturno romance, y traduce a su manera, y Silvia Pérez Cruz sube los versos hasta un cataclismo de trinos. El poema mejor ha dado así una canción insuperable que da varios rodeos para ser la misma. De letrista, Lorca. Que aplaude en lo invisible.
‘Pequeño vals vienés’ Este poema es una joya de ese edén de deslumbramientos que es ‘Poeta en
Nueva York’