ABC (Andalucía)

Iguala con otro

- SALVADOR SOSTRES

Apartir de una cierta edad, estar casado es como tomar un zumo de naranja fuera de horas. Tanto azúcar después de un almuerzo, por ejemplo, no tiene ningún sentido, y además sienta como un tiro. En cambio, cada mañana tomo uno. Me gusta el fútbol, me gusta mucho. Pero estos horarios, ¡las 2 de la tarde!, son de zumo de naranja inoportuno. El viento soplaba en una dirección curiosa, del lateral hacia la tribuna, y a 40 kilómetros por hora▶ casi como un matrimonio. El Cádiz ganó el sorteo y pidió el cambio de campo. El Barça afrontaba el partido como un querido amigo mío, ya fallecido, que un día me llamó indignado para decirme que un tercer amigo, que lo era de ambos, «ha intentado acostarse con mi amante». Estaba fuera de sí. «Si lo hubiera intentado con mi mujer, no habría dicho nada, pero con mi amante es intolerabl­e». ¡No se juega con las ilusiones de los amigos!

El Barça era ayer un marido humillado, sin la ilusión de su amante, que siempre será la Champions; y que volvía a casa desencanta­do a intentar recuperar el pulso de su matrimonio fallido. Su juego tenía un aire de pareja que ya no se quiere demasiado, y que ha ido a pasar un fin de semana a un hotel rural no se sabe muy bien por qué, y de repente el niño tiene ganglios. Todo triste, pero sobre todo nostálgico. Destellos de una cierta calidad, pero la humillació­n de tener que hacer tantas cosas, y tan mediocres, para ganar a un Cádiz. Es triste volver de golpe a la realidad cuando lo que ansiabas te ha sido negado, o peor, levantado. Es deprimente tenerte que falsamente motivar con lo gastado si conociste la gloria de ser amado exactament­e cómo esperabas.

Ahí estaba el Barça, fingiendo interés en una conversaci­ón que no podía importarle menos. Por si alguna emoción podía intuirse, por si el asomo de alguna excitación podía parecer que comparecía, ahí estuvo Griezmann, lento y torpe como la actual cocina francesa, para arruinar una bellísima, eléctrica, vertical transición de Pedri, soberbio toque de calidad, y de Messi. Un Barça obrero y un Cádiz resistente parecía que tuvieran el mismo presupuest­o. Todo estaba, si no igualado, equilibrad­o, hasta que, muy listo, Pedri recuperó un balón en ataque y forzó un penalti que, de tan claro, no lo protestó ningún rival. Messi se encargó de transforma­rlo. Discreta celebració­n, como si lo del PSG aún pesara. Sobrino casi empata en la siguiente jugada, pero no se puede ser tan bruto rematando. El Barça llegó al descanso como el marido que un absurdo martes por la noche, entre el whisky, el porno y el fármaco, consigue cumplir en casa tras cuatro meses de aferrarse a las más pintoresca­s añagazas para no tener que afrontar el drama. Todo vale y por supuesto, también así se gana.

El Cádiz espera su momento

El Cádiz pareció regresar del vestidor con vida y contento, y el Barça en cambio estaba como apagado. Más que apagados los jugadores, se apagaba el partido, al gusto visitante, que quería que ocurriera lo mínimo durante media

Lenglet, señalado

Comete una pena máxima absurda que impide a los azulgranas acercarse a la cabeza de la Liga

hora para intentar algo creativo en los últimos 15 minutos. Todo estaba dormido. Pero con la diferencia de que el Barça estaba como distraído, sin saber exactament­e qué hacía, y un Cádiz muy concentrad­o tenía su estrategia perfectame­nte delimitada y aguardaba su momento. Son esas conversaci­ones que los maridos tenemos por tener, con la guardia baja, y las esposas te van llevando poco a poco hacia la trampa. Y de repente, ¡zas!, acabas diciendo algo que te hunde en la miseria del modo más inesperado. Más zumo de naranja cuando el azúcar nos sale por las orejas. El Barça tenía lo suyo, pero Griezmann, como la crema de leche en todos los puñeteros platos de la alta cocina parisina, se encargaba de estropearl­o. Con franceses así, no hacen falta los alemanes. Y al final, Lenglet puso su estúpido granito de arena para que el guion del Cádiz, que todo el mundo venía venir, se concretara de penalti. Es lo que pasa cuando se te acaban las ilusiones. El Barça, como un marido humillado. Su amante se fue con otro y al final, su mujer le echó de casa.

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