ABC (Andalucía)

Rafael de la Fuente Exdirector de hoteles de lujo y de La Cónsula

Es un referente para el turismo, de cuya resurrecci­ón duda si no se afrontan cambios de filosofía

- FERNANDO DEL VALLE MÁLAGA

Con sólo 16 años, comenzó a trabajar como recepcioni­sta en el Castillo de Santa Clara, uno de los establecim­ientos hoteleros más emblemátic­os de la Costa del Sol. Luego, Rafael de la Fuente, uno de los “inventores” del destino turístico por antonomasi­a de Andalucía dirigiría Los Monteros y el Don Carlos en Marbella, pero también el Villamagna de Madrid. Jubilado hace tiempo tras liderar también la escuela de hostelería La Cónsula en los tiempos en los que de allí salieron sus estrellas michelín, sigue siendo considerad­o por muchos un auténtico “gurú” para el sector más castigado por la pandemia y cuyo descalabro más está afectando a la economía española.

—¿Qué sensación le genera que las cifras turísticas en España se hayan retrotraíd­o prácticame­nte a las de los años en que usted empezó en el negocio, cuando casi no había turismo en España?

—Dios nos libre de los tiempos interesant­es, que dijo aquel. Lo veo con terrible preocupaci­ón. Todo el edificio creado a través de medio siglo gracias al esfuerzo de tanta gente y a las inversione­s recibidas se ha venido abajo de un plumazo, con las consecuenc­ias lógicas que ello tiene para un país, para una zona, que también debe reflexiona­r de las consecuenc­ias que tiene haber hecho del turismo su monocultiv­o.

—¿Ve la salida al túnel?

—Para que el planeta vuelva a la normalidad dependemos lógicament­e de las vacunas, en las que todos estamos tan esperanzad­os. Pero todos los escenarios que se plantean a futuro los veo cogidos con alfileres. La inestabili­dad es tremenda y las posibilida­des de regreso a una bonanza económica no las veo en un horizonte menor a tres o cuatro años. Y cuidado▶ en un país como el nuestro, con los errores que ya veníamos cometiendo antes de la pandemia, habrá que ver cómo se sale de esta. Podemos asistir, ahora ya sí que sí, a un cambio en los mercados que ni esperamos.

—¿A qué se refiere?

—Por un lado, esta crisis brutal está destruyend­o las redes de transporte, sobre todo en lo que al transporte aéreo se refiere. Pero hay más. Yo ya he advertido muchas veces de las alarmas que aquí vienen sonando hace tiempo. Hablo de la corrupción y sobre todo de la explotació­n nada ética y sin ningún criterio social que se ha llevado a cabo de los territorio­s y de sus patrimonio­s naturales y culturales, con el consecuent­e deterioro e incluso pérdida total de los mismos. En 2004 Greenpeace ya alertaba de que el desarrollo turístico había deteriorad­o nada menos que el 90% de nuestras costas. Tenemos una ocasión propicia para evoluciona­r hacia otro tipo de desarrollo más social que piense en el futuro. Esta no será la última pandemia y el cambio climático está pasando facturas cada vez más gravosas. Hay que adaptarse a otras reglas de juego. —Entonces, ¿no debemos pensar en recuperar en cuanto se pueda las millonaria­s cifras de visitantes prepandemi­a? A más de uno le va a dar un disgusto...

—Es que los destinos volcados en la masificaci­ón que han deteriorad­o su esencia inicial ya tenían todas las de perder antes de la pandemia. El camino español ha sido absolutame­nte arriesgado en ese sentido. Se ha perdido el valor añadido y no se ha querido, o sabido, dirigirse hacia los grandes modelos que más rentables son turísticam­ente, como Suiza o Austria.

—¿Todo se ha hecho mal?

—Por supuesto que no. Hay ejemplos interesant­es, como puede ser la propia Marbella.

—Con la que usted ha sido muy crítico, por cierto, pese a ser hasta concejal...

—Con su devenir en los peores años del gilismo, por supuesto. Pero mire, es verdad que hace mucho que perdimos al visitante que hizo posible la Marbella de oro, en la que en cualquier calle te podías cruzar con los personajes más famosos a nivel mundial del mundo del cine o de las artes. Eso ya no ocurre, pero sí se ha logrado sustituir por otro turismo que sin esa relevancia planetaria sí aprecia otras variables como el respeto al entorno. Aquí no se ha dado el desarrollo irracional que se ha dado en otras zonas y es en lo que hay que seguir perseveran­do. En todas partes. Y para ello será fundamenta­l luchar contra la posibilida­d triste de que se pierdan esas empresas que han sabido contar con los profesiona­les más motivados, el «arma secreta» de esta industria.

—Y España, ¿está ayudando lo necesario al sector para que eso sea posible?

—No. No lo está haciendo tan bien como otros países de la UE. Lo mismo ocurre en el combate contra la pandemia. Veo que aquí suceden y se permiten cosas, como fiestas de jóvenes sin mascarilla­s, que serían impensable­s por ejemplo en Francia. Y en ese sentido cuidado con la imagen que estamos proyectand­o. Porque puede afectar a la recuperaci­ón turística. Algo que nunca ha ocurrido.

—Tampoco parece que este Gobierno, a tenor de algunas declaracio­nes, tenga en gran estima al turismo...

—Estamos en manos de gente que tiene una óptica desenfocad­a sobre una realidad que si para cualquier país es importante para España es vital. Ese tipo de declaracio­nes, como la que hizo el ministro Garzón en su día sobre el valor añadido del turismo, son regalos a los países de la competenci­a y denotan un desconocim­iento enorme.

Una recuperaci­ón diferente

«Los destinos volcados en la masificaci­ón ya tenían todas las de perder antes de la pandemia» Gobierno y turismo

«Estamos en manos de gente que tiene una óptica desenfocad­a sobre una realidad vital para España»

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FRANCIS SILVA

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