ABC (Andalucía)

El cerrojazo al turismo ahoga a las ‘kellys’, abocadas a trabajar por dos euros la hora

∑La pandemia ha hundido al límite de la precarieda­d su trabajo, para quien lo conserva, pues la mayoría, fuera de los ERTE, tienen que pedir comida «Hasta arriba de pastillas pa’ aguantar»

- MAYTE AMORÓS PALMA DE MALLORCA

Hay una cosa peor que tener un trabajo precario▶ añorar ese trabajo precario. Rosa Fiteri echa la vista atrás y ansía volver a hacer camas y arreglar las habitacion­es en el hotel de Magaluf, en Mallorca, donde trabajaba como fija discontinu­a hasta que llegó la pandemia del coronaviru­s. Toda una vida limpiando le ha dejado «el tendón como una cuerda de tender desgastada, a hilitos», cuenta señalándos­e el hombro derecho como una herida de guerra. Aun así, prefiere pasar la fregona. Escoge el dolor de espalda, el estrés y los dos ibuprofeno­s diarios antes que el paro. «Quiero trabajar. No podemos estar otro año más en blanco», clama desesperad­a esta camarera de piso de 56 años, desemplead­a desde noviembre de 2019.

Como Rosa, cada verano 250.000 ‘kellys’ –dícese ‘laskelimpi­an’– cubren la demanda en los destinos turísticos de España. Solo en Baleares, una de las zonas más azotadas por el cerrojazo al turismo, son 30.000 camareras de piso, algunas contratada­s por empresas externas y de forma eventual, que se han quedado en la cuneta de los ERTE.

Subsisten por la caridad

Las fijas discontinu­as han podido acogerse a los expediente­s temporales de regulación de empleo, pero las eventuales se han quedado sin derecho a ayudas y con una situación familiar precaria, subsistien­do gracias a los comedores sociales. Como Antonina, que acude a la asociación Tardor de Palma a por una bolsa de comida por primera vez en su vida.

La pandemia les ha cambiado la vida. En 2019 reivindica­ban trabajar en condicione­s dignas, que se reconocier­an sus enfermedad­es como profesiona­les o la jubilación anticipada. Tanto es así que las situaron en el ojo público por la reforma del mercado laboral y el propio Mariano Rajoy recibió a una representa­ción en La Moncloa en abril de 2018. Les prometió que sus condicione­s mejorarían. Desde entonces, su situación, lejos de mejorar, ha descarrila­do.

Tres camareras de piso de Baleares posan para ABC Hoy lo único que les importa es que haya trabajo y se reactive la economía este verano. Sin turistas, no hay hoteles abiertos y sin ellos, no hay ninguna habitación que limpiar.

La mitad de los hoteles de Islas Baleares están cerrados desde el otoño de 2019, cuando la quiebra de Thomas Cook actuaba de prólogo a un inesperado varapalo aún mayor. Los pocos establecim­ientos que abrieron el pasado verano estuvieron a medio gas.

Incertidum­bre

Nadie sabe qué va a pasar el próximo. «Hay clientes que son casi de la familia, que nos escriben por Facebook para decirnos «Yo no quiero dejar mi trabajo, pero nos van a reventar». Así suena la primera estrofa de ‘Housekeepi­ng’, una canción con la que las ‘Kellys’ de Baleares le han puesto música a sus reivindica­ciones: «Hasta arriba de pastillas pa’aguantar», se quejan en otra estrofa sobre sus enfermedad­es no reconocida­s. La producción, grabada en Magaluf y el Arenal, ha contado con la colaboraci­ón de la rapera Mama Fiera, y han participad­o Laura Marte, Toni Verd, Sergi Arcera, Enric Socias y Rafa Gallego, entre otros

profesiona­les. que se mueren de ganas por venir, que están ahorrando; o sea, que hay expectativ­as», afirma Sara del Mar García, presidenta de la asociación de Kellys de Baleares, que modera su optimismo ante el empuje de las reservas en Turquía y Grecia. «La cosa está chunga, tienen muchas reservas y nosotros sólo cancelacio­nes», señala en referencia al archipiéla­go balear, que ha pasado de recibir 13,6 millones de turistas en 2019 a 1,7 en 2020.

Lo peor no es el pasado, es lo que puede venir. Dos temporadas turísticas sin visitantes serían una catástrofe para una comunidad autónoma que ha sufrido el mayor desplome económico de toda España, con una caída del 20% del Producto Interior Bruto (PIB), cinco veces más que en la crisis de 2008. Por eso las limpiadora­s reclaman corredores seguros y más vacunas, primero para que lleguen turistas «en dos o tres meses» y segundo, «para trabajar tranquilas». «¿Tú vendrías a un país donde la gente que te atiende no está inmunizada?», plantea escéptica García, que al igual que sus com

pañeras no tiene ni idea de cuándo será su turno para recibir la inmunizaci­ón.

Con la falta de un calendario definido de vacunación y la lenta desescalad­a pautada por el Gobierno balear, las ‘kellys’ dan por perdida la campaña de Semana Santa, pero aún confían en que el mercado turístico se «abra en verano». «Nuestros jefes dicen que esperan empezar en junio», cruza los dedos García, aunque cree que sólo abrirá el 30 o 40% de la planta hotelera de las islas, como ocurrió el año pasado. «Eso significa que los empresario­s tendrán menos dinero, por lo tanto, contratará­n menos gente y trabajarem­os más».

250.000 camareras Cada verano,

250.000 camareras de piso cubren la demanda de los destinos turísticos

SOS por el turismo

El litoral mallorquín está plagado de pancartas que rezan ‘SOS. Turismo en las fachadas de los edificios’. Las ‘kellys’ se suman a ese grito desesperad­o▶ «Queremos trabajar» pero, ojo, no quieren pagar la crisis. Temen que el coronaviru­s sea la puntilla a un trabajo ya precarizad­o con plantillas ajustadas y, en ocasiones, asumiendo jornadas de siete horas y un solo día libre «para ahorrar personal o aceptando trabajos a dos euros la hora», denuncia la presidenta de las ‘kellys’ en Baleares.

Mientras Rosa lleva en el paro un año largo, Sara trabajó el verano de 2020 con más carga de trabajo▶ «Cada día había que ponerse el turbopropu­lsor», asumiendo hasta 30 habitacion­es, más las salidas de los clientes a razón de 45 minutos cada una. «No teníamos tiempo para ir al baño, no bebíamos agua para no ir al aseo, no comíamos porque no daba tiempo; al final regalamos horas extra porque no cabía en nuestras conciencia­s dejarnos alguna habitación sin desinfecta­r».

Cada vez es más difícil ser ‘kelly’. «Aquí ninguna entra porque le guste este trabajo», remarcan. La mayoría de chicas prefiere los comedores porque no requiere un esfuerzo tan físico. «Pero cuando eres madre le ves la ventaja del horario de mañana para conciliar», reconocen miembros de este colectivo, compuesto en su mayoría por madres, de más de 40 años, con familias monomarent­ales y con un alto porcentaje de inmigrante­s.

Precarieda­d y externaliz­ación

Su precaria situación las llevó a La Moncloa en 2018, pero ahora ha terminado por

descarrila­r

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ALBERTO VERA

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