ABC (Andalucía)

Nicolas Sarkozy no lo tiene todo perdido. Su esposa ha salido en su defensa, con esta declaració­n de amor: «Qué ensañamien­to insensato, amor mío. El combate continúa. La verdad terminará triunfando»

- JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONS­AL EN PARÍS

Veinte centímetro­s más alta que su esposo, toda de negro, bolso en piel de cocodrilo, mascarilla negra transparen­te, cabellera de amazona combativa, alhajas de oro y brillantes, Carla Bruni ha estado junto a Sarkozy en todas las audiencias que culminaron, el lunes, con una condena a un año de cárcel firme, dos años de prisión con remisión de pena, cuyo cumplimien­to podrá sustituirs­e por un brazalete electrónic­o, que permitirá a la Justicia conocer el paradero del condenado, incluso en el más íntimo de los lechos de amor.

Como primera dama, Carla Bruni dio a Francia días de gloria y fulgor, reconocido y envidiado en la Casa Blanca de Obama y en el Palacio de Buckingham de la Reina de Inglaterra, recibida como una reina de Francia, mucho más seductora, que había comenzado por triunfar en los grandes desfiles de la moda cosmopolit­a.

En el Elíseo, Carla Bruni enterró su carrera de cantante y modelo, siempre al servicio de Francia y su esposo. Cuando comenzó a ser una evidencia que el presidente se dirigía hacia el degollader­o de su derrota electoral, ante François Hollande (2012), tras haber triunfado derrotando a Ségolène Royal (2007), la esposa traicionad­a del segundo presidente de la V República, Carla Bruni volvió a salir a los escenarios pueblerino­s de una melancólic­a campaña electoral, dando ánimo a un marido maltraído por sus ambiciones políticas.

Perdido el Elíseo, Sarkozy volvió a trabajar como

Bruni lanzó su último disco

durante los procesos judiciales de su marido. Ahora su intimidad se verá afectada por un dispositiv­o electrónic­o

abogado, se instaló en los consejos de administra­ción de grandes empresas, dio conferenci­as, y ofició de caballero andante de una esposa que reanudó su carrera de cantante, con cierto éxito radical chic. Una señora de gran trapío y armas tomar, dando el bracete a un señor bajito, con tendencia a engordar y taloneras de dos o tres centímetro­s en su zapatos, perseguido por las nubes tóxicas de media docena de escándalos, entre la corrupción pasiva, la corrupción activa y la financiaci­ón ilegal de campañas electorale­s. Detalles que nunca alarmaron, de ninguna manera, a una gran señora nacida italiana, con una fortuna personal puesta al servicio de la carrera del esposo perseguido por una docena de jueces.

Carla Bruni lanzó su último disco cuando los procesos judiciales se sucedían peligrosam­ente. Detalle que solo hizo más visible el amor, apoyo y complicida­d de una esposa moderna. Cuando la canalla periodísti­ca le preguntaba, el invierno pasado, como le afectaban las tribulacio­nes judiciales de Sarkozy, ella respondió▶ «Es mi chico. Nunca ha usado el pijama para dormir. Y estoy tan enamorada como el primer día. Ahora está boxeando en un ring judicial. Y yo estoy a su lado. Animándolo, dándole mi cariño, cuidando sus heridas». En un tono menos desenvuelt­o, Bruni hacía llegar a su esposo este mensaje, hecho público a través de las redes sociales▶ «Estoy orgullosa de ti, amor mío. Admiro tu entereza. Admiro tu comportami­ento, de pie, solo, contra todos, ante los torrentes de lodo». Tras la condena del ex presidente a tres años de cárcel, sustituido­s provisiona­lmente por un brazalete electrónic­o, la intimidad amorosa de los Sarkozy deberá soportar esa nueva prueba de fuego, cuando la maquinaria judicial sigue su curso, previsible­mente infernal, con un rosario de nuevas acusacione­s atizando tormentas de interrogat­orios judiciales, que la esposa deberá soportar durante semanas y meses, a la espera de poder liberarse.

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REUTERS Carla Bruni y Nicolas Sarkozy llevan 13 años casados

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