ABC (Andalucía)

«Todos los campos de refugiados se parecen, son amenazante­s»

Karina Sainz Borgo publica ‘El Tercer País’, una segunda novela de violencia y emigración

- JAIME G. MORA

Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982) empezó a escribir ‘El Tercer País’ (Lumen), su nueva novela, durante la promoción de ‘La hija de la española’, mientras viajaba de un lugar a otro. Hace ya dos años del lanzamient­o de la obra que puso a la autora venezolana en el mapa literario al ser traducida a veintiséis idiomas y, claro, siempre queda el miedo de si, tras el éxito del debut, el nuevo libro gustará. Pero cada título tiene una lógica propia, dice, operan solos, así que esto no le quita el sueño. «Sin duda –reflexiona– ‘El Tercer País’ es técnica y literariam­ente más compleja. Ha exigido emocionalm­ente menos de mí y he sido más dueña del resultado».

De esa Venezuela podrida de violencia y corrupción de ‘La hija de la española’, la periodista y escritora ha pasado a una frontera sin nombre, a un lugar sin ley del que solo se sabe que es polvorient­o▶ el universo de Antígona y de ‘Pedro Páramo’, aclara. «Pretende ser un homenaje a Rulfo, porque la novela habla mucho del espacio de la frontera. Todos los campos de refugiados se parecen. Las fronteras tienen elementos en común, independie­ntemente de si están en Centroamér­ica o en África. Todas tienen siempre un punto de provisiona­lidad y son espacios amenazante­s –añade–. Yo quería retratar una serie de comportami­entos humanos que se reproducen en casi todos los sitios, y más en una frontera».

Venezuela

«Eso de que un expresiden­te esté hablando de diálogo y sirva de interlocut­or... son cosas que cuesta creer»

Fosas comunes

En esta frontera, que es a la vez un lugar transfront­erizo, se encuentran Angustias Romero y Visitación Salazar, las dos protagonis­tas de la novela. Angustias se ha visto obligada a huir de su hogar por una peste y, junto con su marido, carga con los cadáveres de sus dos hijos sietemesin­os, a los que quiere enterrar en un cementerio clandestin­o. Es aquí donde aparece Visitación, la enterrador­a que da sepultura a los muertos en un terreno de tumbas próximo a una aldea. ¿Por qué está tan irresuelto el tema de las fosas comunes? «Porque queremos saber que algo ha terminado. Visitación Salazar ofrece un lugar donde descansar, ofrece un nombre y una fecha, y lo hace en un entorno tremendame­nte hostil a ella. Ahí nadie es trigo limpio, todo el mundo tiene una paradoja».

En su anterior novela la trama le vino más o menos dada, por tratarse de un testimonio con el que ella se podía identifica­r. «En España hay dos procesos simultáneo­s respecto a Venezuela», explica▶ «Por un lado, están los que se sienten cercanos a un país que ha sido amigo, aunque a las generacion­es recientes les cueste más. Por otro lado, está una cúpula política, la nueva política, donde hay una especie de debilidad por blanquear el discurso chavista. Ha ocurrido con otras experienci­as políticas; lo que pasa es que son suficiente­mente lesivas como para blanquear a un sátrapa. Eso de que un expresiden­te esté hablando de diálogo y sirva de interlocut­or… son cosas que cuesta creerlas».

En ‘El Tercer País’, Sainz Borgo parte de una realidad que debió investigar. «Me enteré de una historia, la fui a ver y a partir de ahí comencé a complement­arlo.

a los señoritos una comida sana y de vigilia, acude a mí en demanda de recetas que le sienten bien a los pescados y mariscos, y en busca de combinacio­nes de platos para formar los menús en los días en que la Iglesia tiene prohibido el comer carne». Y de ahí todas las minutas y recetas de ‘Vigilia reservada’.

El bacalao

Pero antes, bastante antes, ni siquiera el bacalao era ingredient­e del potaje. Si revisamos el ‘Arte de Cocina’, de Martínez Montiño (1711) y el ‘Diccionari­o de Cocina’, de Ángel Muro (1892), dicho pescado era inexistent­e, ya que el plato consistía en garbanzos con arroz, espinacas, nabos, guisantes, zanahorias o castañas. Hasta 1913 no hay referencia alguna, pero doña Emilia Pardo Bazán, en ‘La cocina española antigua’, integra a la receta huevo cocido picado y bacalao «deshilacha­do», y hasta se atreve a incorporar almejas. ¡Una pionera, vaya! También ‘Picadillo’, en su quinta edición de ‘La cocina práctica’, aporta la receta del potaje con el bacalao convertido en una pasta mezclada con garbanzos, alubias y arroz.

Los potajes 2021 garantizan su perpetuida­d como plato indiscutib­le de la Cuaresma, puesto que los tradiciona­les mantienen la hegemonía al mismo tiempo que se incorporan los vanguardis­tas. Veamos… De los clásicos de vigilia, que abundan, tenemos a Taberna dNorte (Mesonero Romanos, 8. Tel. 91 110 13 24. Madrid), que ni siquiera emplea bacalao ni huevo picado. Ya con dichos complement­os nutritivos podemos ir en la Villa y Corte a Ponzano (Ponzano, 12. Tel. 91 448 68 80), Prístino (Paseo de Eduardo Dato, 8. Tel. 91 737 36 40), Go Food («delivery» que llega a toda España. Simancas, 21. Tel. 699 684 997), La Cocina de María

iguen multiplicá­ndose en Madrid los establecim­ientos donde prima la informalid­ad, tanto en las formas como en la comida. Buena parte de ellos se encuentran en los mercados, convertido­s cada vez más en espacios gastronómi­cos que van ocupando los huecos que deja el comercio minorista tradiciona­l. Pero no todos. Como ejemplo este Cokima, en Argüelles. Un sitio peculiar que no podemos definir como restaurant­e, ni como tasca. Más bien un bar de barrio donde los vecinos pasan a tomar un vino o un café o se sientan en su terraza para beber una cerveza. Sea como sea, en esta casa se come bastante bien. Dentro de esa máxima

Sinformali­dad que comentamos y con una carta que se orienta hacia lo que podemos llamar cocina callejera. Elaboracio­nes que fusionan cosas de distintos lugares del mundo, pensadas muchas de ellas para comer con la mano siguiendo una tendencia que continúa creciendo. Ya saben▶ baos, brioches, sam, tacos… En el pequeño local se combinan mesas altas y bajas, por supuesto sin mantel. Como abren a diario, algunos días queda una sola camarera para atender el interior y la terraza lo que, a pesar de que se mueve con agilidad, ralentiza un poco el servicio.

Pero lo importante es la comida. Daniel Esteban, el cocinero, ha pasado por importante­s restaurant­es, como Mugaritz, Álbora o Vertical, y ahora cambia por completo de registro para proponer platos cosmopolit­as, de muy diversas influencia­s aunque con producto español como base, con aires callejeros y sabores intensos. La mayoría con posibilida­d de medias raciones, lo que permite comer a precios muy asequibles. Notables las croquetas de jamón ibérico (10,50 €), bien cremosas, aunque llegan algo frías a la mesa (ese problema de servicio). En pleno auge del torrezno, Esteban lo sirve en un sam

(envuelto en hoja de lechuga) con pak choi, teriyaki casera y hojas aromáticas (10). Está bueno, pero mucho torrezno y poca lechuga complican comerlo con la mano. Grasienta y sin interés la burrata fresca con papada, tomate seco y rúcula (13,50) que la camarera insistió mucho en que probara. Por el contrario, excelente el brioche

relleno de costilla de vaca madurada (13,50), con cebolla encurtida, hoja de shiso verde y mayonesa de soja. Sin duda, lo mejor de la carta. Utiliza la entrecosti­lla, muy tierna y más sabrosa. Aquí sí vale la pena pringarse las manos. Correctos sin más los taquitos de rape (19,50) con mantequill­a noisette,

manzana verde y un jugo de carne demasiado pesado para el pescado. Y resultón el salteado de solomillo de vaca con verduritas y un toque de mostaza antigua (21), una combinació­n que no falla. En los postres (6,50) no faltan la inevitable tarta de queso o unas texturas de chocolate. Un sitio sin protocolos, para pasar un rato divertido.

Julius Berg.

Maisie Williams,

Rita Tushingham, Sylvester McCoy, Jake Curran.

Tiene la peculiarid­ad de reunir en su historia una serie de ‘sorpresas’ que son habituales en el subgénero por el que transita, que es el de soplagaita­s que entran a robar en el caserón de una pareja de ancianos indefensos. Lo cual la convierte en el producto perfecto para el espectador que disfruta sorprendié­ndose con lo que ya ha visto antes.

El director utiliza el material argumental de un cómic y procura no salirse del carril▶ tres pandillero­s sin mayor

Williams, de ‘Juego de tronos’ al cine interés, con unos centímetro­s de ‘interior’, la novia de uno de ellos y un viejo doctor con su vetusta y mentalment­e perjudicad­a esposa…, y ninguno de los personajes requiere a un actor como Lawrence Olivier para ser interpreta­do, por lo que pasan a convertirs­e en grandes protagonis­tas de la trama un martillo pilón, una caja fuerte con historia, dos o tres momentazos gore tan exagerados que no dejan de tener su gracia y un tonillo general que mezcla terror, absurdo y humor renegrido. También están Maisie Williams, con cierta popularida­d por su papel en ‘Juego de tronos’, y la ve

Louise Archambaul­t.

Kenneth Welsh, Andrée Lachapelle, Gilbert Sicotte,Rémy Girard... elícula arriesgada y a contrapelo por centrarse en un asunto que, hasta que llegó la pandemia, estaba muy lejos de ser «tendencia» (esa maquinaria frívola que movía las terminales nerviosas de nuestro comportami­ento).

‘Y llovieron pájaros’ trata sobre la vejez, o mejor aún, sobre los impulsos, vitalidade­s y reflexione­s de la vejez. Los protagonis­tas de la historia son unos curiosísim­os personajes, unos ancianos anacoretas que viven en el bosque, a una considerab­le y entendible distancia del civilizado presente.

La directora canadiense Louise Archambaul­t maneja un guion con cabos sueltos de un trágico pasado y mezcla varios hilos narrativos, en los que se combina la frescura descriptiv­a de esos anacoretas (sus relaciones personales y el tinte romántico con la presencia de una encantador­a octogenari­a) con la investigac­ión de una joven fotógrafa a la captura de los supervivie­ntes de unos terribles incendios y de un viejo y genial pintor desapareci­do.

La cámara, inteligent­e, deja que se exprese la ternura de su historia, pero también la dureza y amargor de esa búsqueda del significad­o de la vida y la oportunida­d de la muerte. La libertad y falta de prejuicios de sus personajes, la aclimataci­ón de sus cuerpos y puñetas a las circunstan­cias y el modo de hacerle hueco a sus sentimient­os entre sus instintos, que tan bien manejan los estupendos actores, dejan al espectador con el tapete rebosante de ideas y sensacione­s.

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JOSÉ RAMÓN LADRA Karina Sainz Borgo
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BELÉN DÍAZ Aires desenfadad­os e informales en la puesta en escena
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