ABC (Andalucía)

Empresario de Cortefiel, tuvo en la explotació­n agropecuar­ia su mayor pasión

- LOLO DE JUAN

El ruido del sosiego, de la paz o de la armonía. El estallido de un silencio que no suena, pero se escucha. El fuelle agrio de una calma, siempre presente, que más que paz desprende intriga.

Acaricio una solana de sabinas y chaparros. El rifle es el animal de compañía, pero no lo quiero usar. Hoy he venido a desnudarme conmigo mismo. Hace sol y pica el cierzo. Estoy triste, no sé si porque se termina este invierno o porque ya nuestros montes no cuentan con los ojos celestes de prudente y señera presencia. Cuesta cerrar el morral. Pero más cuesta abrir el corazón cuando de mostrar flaquezas se trata.

Don Juan Hinojosa Vacas era uno de esos personajes que siempre han poblado la historia. Un caballero de los que sólo da la escasez. De los que decía mucho con sus silencios y que jamás –nunca– pecó de palabra o testimonio contra alguien. Cuando algo no le agradaba daba un paso al lado; cuando alguien no le gustaba, le dedicaba un buenos días con su talante más correcto.

Juan era uno de esas almas que todos queremos imitar por no perder nunca la compostura. Y por no contar en su amplia lista de conocidos con ningún enemigo.

Amigos, muchos, todos. Y conquistad­os por su cercanía y bondad. Si alguna vez pidió perdón fue por ser prudente y cabal, como pocos hombres he cruzado en mi camino.

Casado con Pilar Urquijo, padre ejemplar y abuelo entregado. Su única amante fue Extremadur­a, que ha sido quien le ha robado más tiempo, afición e ilusión. Esa tierra de ensueño donde entregó esfuerzo a sus olivares verdes ceniza, sus regios alcornocal­es o las quebradas sierras que arropan Guadalupe.

Parece mentira cómo se echa de menos a la gente cuando falta. Y sin ser la voz de la conversaci­ón, la guitarra en la fiesta o el torero de la tarde, Juan Hinojosa brillaba cuando no estaba, porque su presencia daba empaque, clase y señorío.

El campo español te va a echar de menos. Nos queda la calma de que ahí arriba ya hay muchos de los nuestros –quizá demasiados– pero sin duda la suerte de tenerte junto con Joaquín Vázquez hace que todos los de aquí abajo nos sintamos seguros, porque no existen mejores enlaces para interceder por nosotros, como siempre hicisteis.

Ahí va un señor en toda la extensión de la palabra. Dios te guarde, querido Juan Hinojosa.

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