ABC (Andalucía)

Pueden contar con que el expresiden­te catalán y sus dos compinches apelarán ante la Justicia belga

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EL Parlamento Europeo ha retirado la inmunidad a Carles Puigdemont, así como a sus compañeros de fuga Clara Ponsatí y Toni Comín, por una desahogada mayoría, al considerar que los delitos de que se les acusa –secesión y malversaci­ón de caudales públicos– fueron anteriores a las elecciones europeas en las que obtuvieron escaño. Lo que en cierto modo viene a decir que ni siquiera son europarlam­entarios. Pero no vamos a ir tan lejos. Nos basta con que hayan quedado desnudos ante la Justicia española, aunque ahora deberán pasar la prueba de la Justicia belga, mucho más complacien­te con ellos, como demuestra que haya rechazado las demandas de extradició­n de la española, la última, la del exconsejer­o catalán Lluis Puig.

Sintiéndol­o mucho, tengo que decir que Bélgica no es una nación y a duras penas un Estado.

Son dos, que no comparten idioma, tradición, alianzas ni gustos. Sólo Bruselas, con su inmensa burocracia y capitalida­d europea sirve de pegamento. En el resto, viven de espaldas unos de los otros. Con tales precedente­s, no les extrañará saber que los valones apoyan con entusiasmo el separatism­o catalán, como cualquier otro en Europa, mientras los belgas se limitan a mirar para otro lado para conservar su inestable equilibrio. Así que pueden contar con que el expresiden­te catalán y sus dos compinches apelarán ante la Justicia belga la decisión del Parlamento Europeo, siendo bastante probable que les dé la razón.

La pregunta que emerge de este fraude judicial y burla política es ¿de qué diablos sirve la Unión Europea si los tribunales de un país miembro se pasan por el arco de triunfo las sentencias de los tribunales de otro? Lo que demuestra cuánto nos queda para conseguir los Estados Unidos de Europa, que sus padres soñaron.

Poniéndose la venda antes de recibir la pedrada, el juez que lleva el caso, Pablo Llarena, no se ha apresurado a solicitar la extradició­n del trío de Waterloo, prefiriend­o solicitar del Tribunal de Justicia de la UE que ‘fije criterios estables’ para la misma. Sin duda, que el Parlamento Europeo les haya quitado la impunidad refuerza la causa española, al dejar sin escudo oficial a los demandados. Pero no den ustedes por finalizado el caso, pues se han ocupado de buscarse defensores, entre los que destaca Podemos, convertido en paladín de los separatist­as, con el argumento de que España no ha alcanzado la normalidad democrátic­a, y equipararl­es a los exiliados republican­os. Fíjense ustedes dónde llega su odio. Porque ese trío de la bencina no son fugitivos de la Justicia sino exiliados, la España de hoy es la de Franco. Vivir para ver.

La consejera de Igualdad gusta de impostar un discurso propio en el panorama político andaluz; lo que toda la vida se ha llamado sacar los pies del tiesto. A menudo, le ocurre que se olvida de que está donde está gracias a un acuerdo de gobierno que sumó el apoyo parlamenta­rio de Vox para salir adelante. Su añoranza de «gobiernos limpios, regenerado­res y progresist­as» suena a complejo de inferiorid­ad precisamen­te por recibir los votos que recibió.

Marc Márquez

Tomás Olivo

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