La intimidad del silencio
La portavoz proetarra rechaza una pregunta sobre las mujeres reclutadas por ETA para aliviar sexualmente a los presos de la banda terrorista
No hay mejor imagen, en este caso sonora, que el silencio como representación de la obra maestra que ETA trazó sobre la sociedad vasca, una producción inacabada, ahora en manos de sus herederos y beneficiarios, escuela artística que completa el cuadro bajo la inspiración y el magisterio de sus mentores. Son los muertos los que ponen negro sobre blanco la magnitud de la empresa etarra, pero es el silencio, intangible, lo que aún permanece como traducción del miedo, la indiferencia condicionada y el olvido. No se hable más. Mertxe Aizpurua, perteneciente a esa mayoría de progreso que de la mano de Pedro Sánchez hace de España un país feminista, igualitario y resiliente, no quiso responder a la pregunta, la única que rechazó, formulada por ABC sobre las ‘visitadoras’ que satisfacían los apetitos carnales de los presos de ETA en la soledad de sus celdas, en unos vis a vis amañados por la banda y que convertían a la mujer en mercancía y desahogo de ida y vuelta. El silencio es una forma de hacer política que se deriva de la prudencia, pero en el caso de Bildu constituye un acto reflejo de naturaleza genética, respuesta mecánica y normalizada a un crimen organizado en el que no faltaron las armas y los burdeles, ambulantes y dispersos.