Tres días de boda
arañas o esferas múltiples de cristales y espejos pintados.
Lo mismo sucede con las ropas de gala de las mujeres jóvenes. «Las cholas vestían a sus hijas al estilo occidental, habían asimilado una cultura más o menos internacional pero con el ascenso al poder del MAS (Movimiento Al Socialismo) se produce un regreso a la cultura originaria como un gesto de reivindicación y orgullo», observa. En las bodas o en el ‘desfile o entrada del Cristo del Gran Poder’, la versión andina de algo parecido a la feria de Sevilla y la Semana Santa, asoman las ‘transformer’. Así es como se llaman entre ellas estas jóvenes que cambian el vaquero y los escotes por «las polleras (faldas anchas con varias vueltas), las trenzas, los oros y los sombreros aunque sea por un día», observa Marie France. La calidad de la ropa, los mantones con hilos de seda, el maquillaje, los abalorios, determinan el estatus.
El ‘cholet’ es un neologismo que mezcla chalet y cholo (mestizo) y que es percibido por muchos como palabra despectiva
Transgredir el modelo
Alejandro Chino es un próspero sastre que, en los años 90, de bonanza económica con Evo Morales en la Presidencia, creó una industria de trajes de chaqueta de venta al por mayor con la que hizo su fortuna. Como él, otros comerciantes forman parte de esa «burguesía aimara que emigró del campo y logró éxito en el comercio a la que, además, le gusta ostentar su cultura a la par que su poder económico», en palabras del antropólogo, lingüista y sacerdote jesuíta Xavier Albó recogidas en ‘Exuberancia Andina’. La periodista Sara Balost, en el momento del boom de los ‘cholets’, aproximaba en televisión una explicación a las razones que impulsan a los nuevos ricos alteños a construir estas mansiones con «un doble objetivo▶ diferenciarse del resto y lucir su riqueza en los salones demostrando que el orgullo de ser cholo también está en la arquitectura».
«Es a partir de 1990 cuando se empezaron a ver en El Alto construcciones de formas diversas y fachadas coloridas. Edificaciones que llamaban la atencion porque transgredían el modelo acostumbrado», se describe en el libro. El valor puede superar el millón de euros.
El creador de este paisaje que ha ido ganando terreno con los años es Freddy Mamani Silvestre, albañil y arquitecto autodidacta. «Eran lugares tan grises y aburridos que deprimían. Lo que yo trato –reconocía– es de inyectarle un poco de vida. Mi arquitectura busca dar identidad a mi ciudad recuperando elementos de nuestra cultura originaria». Redondeles, cruz andina y el impactante escenario de las ruinas de Tiahuanaco, donde Evo Morales protagonizó su primera investidura según las tradiciones originarias, le sirven de inspiración.
Kitsch, estilo neoandino o ‘cohetillo’, en referencia a los fuegos artificiales de los bailes folclóricos, son algunas de las denominaciones a una forma de edificar que no encuentra aceptación en bloque en el Colegio de Arquitectos boliviano. Gastón Gallardo, antiguo decano de la Facultad de Arquitectura, Artes, Diseño y Urbanismo de la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz), explicó a la BBC que la primera expresión auténtica de los habitantes aimaras de El Alto fue el comercio informal, la segunda el baile y la tercera la arquitectura de aquellos que deben de pensar▶ «Yo soy así, así me gusta a mí. Les guste o no les guste a los demás. Y ahora que tengo plata, hago lo que a mí me gusta». Se refería a los ‘cholets’.
El inventor de este peculiar estilo arquitectónico es un albañil: «Eran lugares grises; yo intento inyectar un poco de vida», asegura