ABC (Andalucía)

Justicia para los ‘húsares negros de la República’

- SILVIA NIETO

A Paty lo asesinaron en la puerta de su colegio de Conflans-Sainte-Honorine, al norte de París, en un suburbio de pequeñas casitas alejadas del ajetreo de la capital. Como el preludio de una tragedia que se aproxima con ruido de cascos, una campaña de desprestig­io había incendiado las redes las semanas previas a su muerte.

A principios del siglo XX, el escritor Charles Péguy dijo que los maestros franceses eran los húsares de la

República. Por el color de su atuendo, los llamaba los húsares negros. Con ecos de gloria en las guerras de Napoleón, los soldados de esas unidades, a los que se creía altaneros y osados, vestían trajes de una gran elegancia, con sable y entorchado­s sobre la casaca, y lucían altos chacós, que conferían a su aspecto la ferocidad que luego demostraba­n en la batalla, de Bailén a Borodino.

Para Péguy, los profesores eran una tropa de élite. Como un trasunto anticipado del existencia­lismo, la

Tercera República (1870-1940) había decidido que los franceses no nacían, sino que llegaban a serlo, y que lo hacían a través de la educación. De manera sucesiva, las llamadas leyes Jules Ferry habían establecid­o que la escuela debía ser nacional, obligatori­a, gratuita y laica, y que su misión era formar ciudadanos.

Paty, que participó en esa labor con un entusiasmo que le costó la vida, era un húsar negro. Por eso, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, le rindió homenaje en el patio de la Universida­d de la Sorbona, honrando su tarea de «hacer republican­os». Por eso también, en la plaza aledaña, donde se retransmit­ió el discurso entre fuertes medidas de seguridad, no resultaba extraño contemplar las lágrimas de los asistentes.

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