El ‘progresismo’ embarra la cancha para impedir que el público pueda elegir
LAS secciones de Gente son a su modo una fuente de conocimiento sapiencial, pues reflejan la entraña de las personas. Hace un par de semanas, Ana Mellado entrevistó a Ignacio Aguado en la de ABC. El vicepresidente naranja de Madrid, de 38 años, contaba en tono distendido chascarrillos privados, como que está enganchado a ‘La Isla de las tentaciones’, porque necesita «poner el encefalograma plano» tras las tensiones políticas. En un momento dado, la entrevistadora le preguntaba por su notorio trasplante capilar. «Rumorología. Tomo pastillas para el pelo y me aplico productos». Evidentemente faltaba a la verdad. Las fotos de archivo muestran unas zonas descapotables que no redimiría ni el Ciripolen, imposibles de repoblar sin bisturí. La parábola del tupé de Aguado permite extrapolar conclusiones políticas. ¿Es fiable un político que engaña hasta en algo tan menor como su cabellera? No parece. Resulta lógico que Ayuso no se fiase un pelo –valga la redundancia– de su vicepresidente y temiese una moción a rebufo de la de Murcia. Aguado llevaba dos años de deslealtad con ella, consumido por el afán de protagonismo. Tampoco era más fiable el otro consejero estelar de Cs, el tránsfuga Garrido, que pícaramente pasó sin transición de presidente de Madrid por el PP a devoto cofrade del naranjismo. La lealtad de ambos quedó reflejada ayer en su apoyo instantáneo a las mociones del PSOE y Errejón para tratar de impedir los comicios que ya había convocado Ayuso.
Arrimadas, fina oradora y torpe estratega, puede haber finiquitado su partido al entregarse al PSOE. Lo que distingue a Cs, su razón de ser fundacional, fue plantarse contra el separatismo. Facilitar gobiernos del sanchismo, aliado de ERC y Bildu, es una incongruencia tal que supondrá la inmolación de una formación que ya estaba en caída libre.
La jugada de la presidenta de Madrid de convocar elecciones para atajar una posible moción de PSOE y Cs descolocó al Orfeón Progresista. Lo denotaban los rostros contritos de sus tertulianos. Ayuso se ha ido afianzando en Madrid, en parte por la cacería del Gobierno contra ella para tapar sus miserias, y puede dar un gran estirón electoral. Temeroso, el ‘progresismo’ ha optado por embarrar la cancha de juego. Errejón y Gabilondo presentaron sendas mociones de censura posteriores a la firma de la convocatoria de elecciones. Un regate tramposo, que no se ve en ninguna democracia al uso. La izquierda alega que los comicios no serán oficiales hasta que figuren en el Boletín de la Comunidad, y que por tanto las mociones son anteriores y han de primar. Ha comenzado una gran ofensiva de toda la artillería de la izquierda para parar las elecciones de mayo, que las cadenas al rojo vivo ya dieron ayer por suspendidas sin esperar a los jueces. Pánico a que voten los madrileños. Cualquier cosa antes de permitir que elijan libremente en las urnas a su presidente. La democracia de verdad provoca sarpullidos al clan de la ‘Memoria Democrática’.