En la ‘zona cero’
El tsunami de Japón inspiró su primera novela, Fukushima mon amour, al corresponsal de ABC en Asia, Pablo M. Díez, quien ha seguido la evolución de la catástrofe toda esta década y entrado dos veces en la siniestrada central nuclear.
En Fukushima, donde el 12 por ciento de sus 13.780 kilómetros cuadrados fueron cerrados a la población por la radiactividad, ya solo queda el 2,4 por ciento como zona de exclusión, sobre todo alrededor de la siniestrada central. Bajo estrictas medidas de seguridad, allí trabajan 5.000 operarios en tareas de descontaminación y desmantelamiento, que durarán hasta 2041 o 2051.
Tal y como ha comprobado ABC en sus dos visitas al interior de la planta atómica, en 2015 y 2017, el principal problema es la altísima radiación en los tres reactores que se fundieron, ya que su combustible nuclear se derramó de las vasijas de contención y se ha mezclado con las 820 toneladas de escombros que dejaron las explosiones de hidrógeno.
Como la radiación allí es mortal para el ser humano, solo pueden entrar robots para retirar dichos escombros, que están contaminados. Este año iba a empezar un ensayo con un brazo robótico británico, pero la pandemia ha obligado a retrasarlo hasta 2022. En cambio, lo que sí se terminó el pasado 28 de febrero fue la retirada de las barras del combustible nuclear usado de las ruinas del reactor número 3. Entre 2024 y 2026 se intentará con el 2 y, de 2027 a 2028, con el 1, pero son opera