ABC (Andalucía)

El Barça se despide con dignidad

Los azulgranas, eliminados por el PSG, dominan un partido en el que Messi vuelve a fallar un penalti

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quedar eliminados, y lo más probable es que así fuera, pero estábamos de vuelta.

Dest al larguero. A Messi se le escapó un remate a bocajarro. Dembélé desbaratad­o por Keylor Navas. Todo brillante salvo el remate final. La sensación era la propicia, pero es amarga la realidad en la que suelen aterrizar los equipos que fallan en la Champions sus oportunida­des. Mingueza jugaba con el fuego de la expulsión. Pero cuando tú juegas con jugadores como el francés Lenglet lo normal es que la desgracia se cisque en tu destino y así al Barça le pitaron el penalti más estúpido del mundo. Estúpido pero justo. Se hundió la armada de los días en que fuimos.

Keylor Navas paraba lo que Dembélé intentaba. Ronald Koeman salvó a Mingueza, muy inocente, de la segunda amarilla y lo cambió por Junior Firpo en el 35. Y cuando ya todo parecía deprimido, la bota del genio de Messi regresó de su letargo y de su edad para abrir de un disparo durísimo y luminoso todos los restaurant­es de París y reducir a tres los goles que al Barça le faltaban para forzar la prórroga.

Y lo que parecía que iba encarrilar la eliminator­ia para el Barça, consiguien­do la mitad de los goles antes del descanso, se frustró cuando Messi falló un claro penalti de Kurzawa sobre Griezmann. El empate era lo que era, pero el Barça de Laporta volvía a jugar como uno de los grandes de Europa.

El Barça salió con prisa, pero centrado. Un poco más cansado, un poco más desordenad­o, con Lenglet al límite de su incompeten­cia y de la segunda amarilla, pero el PSG volvía a luchar contra la inundación, y el Barça jugaba a un nivel notable, aunque sin tanta gasolina, y se notaba, en el depósito. Yo no sabía que se podía fallar tanto en los últimos metros cuando todo lo demás se había hecho tan bien, pero esto es lo que le pasó a los de Koeman, que se reconocier­on en su juego y se reconcilia­ban con la Champions a pesar de que el tiempo pasaba, los goles no llegaban, y cada vez parecía más probable la eliminació­n.

Muy bien Marquinhos

Trincao entró por Dest, la deshabitad­a, confinada noche de París se iba poco a poco a dormir y el Barça parecía más interesado en acabar de hacer un buen papel que en pasar a cuartos, como esas noches de gatillazo en que ya ves que no podrás y le intentas ‘faire la fête’ de cualquier otro modo. Mucho remar para tan poca playa. Keylor paraba con solvencia lo poco que Marquinhos, impresiona­nte, dejaba pasar.

Un Barça digno, solvente, capaz de competir y de ganar a cualquier grande de Europa hizo un partido completo, aunque no redondo, pero de un nivel que hacía tiempo que no le veíamos. Quedó finalmente eliminado, pero con la sensación de que un nuevo proyecto se ha echado a andar y que pronto sus noches tendrán mejores desenlaces.

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AFP De Jong y Mbappé, autor de penalti del gol del PSG, disputan un balón dividido

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