ABC (Andalucía)

El desertor de Ceaucescu

Fue general de los servicios de Inteligenc­ia rumanos y espía de la Unión Soviética

- JOSÉ MARÍA BALLESTER

EL 28 de julio de 1978 un avión militar norteameri­cano despegaba de Bonn, aterrizand­o horas más tarde en la base militar de Andrews, cercana a Washington. A bordo viajaba el general Ion Mihai Pacepa, que hasta ese mismo día combinaba el cargo de número dos de la inteligenc­ia exterior rumana con el asesor de Nicolae Ceaucescu para asuntos industrial­es y tecnológic­os. El dictador había enviado a Pacepa a Alemania Occidental cinco días antes como discreto mensajero ante el canciller Helmut Schmidt. Cumplió escrupulos­amente con la misión encomendad­a. Sin embargo, su conciencia le dictó dirigirse a la embajada americana para pedir un asilo político. El motivo inmediato fue su negativa a planificar el asesinato del periodista Noel Bernard, dirigente de la emisora anticomuni­sta ‘Radio Free Europe’. De esa manera se consumaba una de las mayores desercione­s de la Guerra Fría.

La respuesta de la dictadura fue implacable▶ Ceaucescu puso precio –dos millones de dólares– a la cabeza de Pacepa, medida que completaba dos penas de muerte dictadas apenas dos meses después de su deserción. La Rumanía comunista tampoco escatimó en medios humanos para cobrarse a Pacepa. Empezó con dos escuadrone­s de sicarios desplegado­s en territorio estadounid­ense que fracasaron sin paliativos en la consecució­n de su objetivo. La siguiente etapa consistió en contratar a Illich Ramírez Sánchez, ‘Carlos’, por entonces era figura de referencia del terrorismo internacio­nal de extrema izquierda. También pinchó en hueso, pese a que Bucarest puso a su disposició­n un impresiona­nte arsenal de armas, granadas de mano incluidas. Era el precio a pagar para desactivar definitiva­mente a una de las personas que atesoraba los secretos más impenetrab­les de Rumanía

y del bloque del Este.

El uso que Pacepa hizo de esa informació­n fue bastante desigual. Si bien transmitió a la Cia informació­n muy valiosa, posteriorm­ente condensada en sus libros ‘Horizontes rojos’ y ‘Desinforma­ción’ –sobre la realidad del régimen de Ceaucescu o las técnicas que utilizaba para manipular a los gobiernos occidental­es– sobre su naturaleza ‘aperturist­a’, sus teorías sobre determinad­os acontecimi­entos no terminaron de convencer en el mundo libre. Por ejemplo acerca del asesinato de John Fitzgerald Kenendy▶ Pacepa sostenía, tras haberlo escuchado de boca de Ceaucescu, que Nikita Jruschov habría ordenado el magnicidio a través de la KGB, antes de cambiar de opinión cuando la operación ya estaba desencaden­ada. Más creíble, en cambio, resulta su convencimi­ento acerca de la implicació­n soviética en la campaña de desprestig­io contra Pío XII, presentado como el ‘Papa de Hitler’.

Lo que es seguro es que Rumanía, incluso después de 1989, no condonó plenamente sus dos penas de muerte. Pacepa nunca volvió a su tierra natal.

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AFP

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