Ciudadanos tiene que bajar de la nube en que vivía. Proclamarse de centro no es una coartada para pactar con cualquiera
JOSÉ MARÍA CARRASCAL
IMAGINEN que alguien se dispone a deshacerse de un rival poniéndole una bomba bajo el coche. Pero la coloca en el coche de su socio. Volando ambos a la estratosfera. Hace falta ser tarugo, ¿verdad? Pero es exactamente lo ocurrido en Murcia, dejando a la autora del desaguisado no al pie de los caballos, sino para el arrastre. Y desbaratando el plan de eliminar prácticamente al PP del gobierno regional y nacional de España, para iniciar la era Sánchez-Iglesias, con la valiosa ayuda de doña Inés Arrimadas.
Que algo, o mucho, falló en los planes de la presidenta de Ciudadanos es evidente, aunque la brigada ‘agit-prop’ gubernamental saltó al instante para tapar el disparate, con las mentiras acostumbradas, achacándolo a ‘tránsfugas’, cuando los tránsfugas eran quienes dejaban la coalición pactada en 2019 con el PP y acusándoles de traidores, cuando, para traición, la suya, con nocturnidad y alevosía; una traición que esperaban extender al resto de las comunidades, empezando por Madrid. Alguno hablará de ‘justicia poética’. Yo prefiero dejarlo en ‘histórica’. Murcia, incorporada a la Corona de Castilla por Alfonso X el Sabio y luego a la de Aragón, es tierra rica de gentes laboriosas y lo único que ha ocurrido es lo que dijo Isabel Franco al explicarlo▶ que no se cambia de bando para entregar más de un millón de murcianos a Pedro Sánchez.
Es más que eso. De entrada, la maniobra para expulsar al PP de los reductos que le quedan ha sufrido un frenazo en seco. Y no porque haya habido murcianos que hayan dicho ‘¡Basta!’ al intento de sustituir el Régimen de 1978 por otro que, vista la inspiración del Gobierno, causa miedo. Ningún comunismo puede ser modelo y Pedro Sánchez no es socialista, es sanchista, lo que significa que cederá en todo mientras le dejen dormir en La Moncloa. Demasiado riesgo ante una negociación con los secesionistas que van a por todas tras neutralizar el ‘efecto Illa’.
En cuanto a Ciudadanos, tiene que bajar de la nube en que vivía. Proclamarse de centro no es una coartada para pactar con cualquiera. Es respetar los principios del Estado de Derecho, empezando por la unidad de la nación y la igualdad de sus ciudadanos. Si no se empieza por ahí, se es una hoja llevada por el viento. Que algunos militantes empiecen a regresar como hijos pródigos al PP de donde partieron es el mayor desafío para éste, ya que no puede volver a desilusionarles con comportamientos que nada tienen de derecha civilizada. En cuanto a Vox, acaba de ver qué ocurre cuando las ambiciones personales se imponen a los objetivos generales. Su enemigo son quienes buscan licuar España, no el PP, su casa madre de la que puede ser avanzadilla, pero no sustituirle.