ABC (Andalucía)

El ‘progresism­o’ no soporta que se atreva a confrontar el mito de su superiorid­ad moral

LUIS VENTOSO

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DURANTE las crecidas del PSOE, Madrid ha resistido como la aldea gala de Asterix, donde perviven políticas alternativ­as al dogma ‘progresist­a’. El PP ha gobernado la Comunidad ininterrum­pidamente durante los últimos 26 años y en el Ayuntamien­to prácticame­nte lo mismo, salvo el paréntesis de monserga e inoperanci­a de Doña Manuela. Ese largo dominio fue fruto de un proyecto ideológico bien meditado (en el que se suele olvidar el rol de la mente robusta de Rouco). ¿Qué tal le ha ido a Madrid con esas políticas? Desde 2018 supera a Cataluña como la región que más aporta a nuestro PIB, crece más que la media y hoy es una locomotora que atrae el 80 por ciento de la inversión foránea. Es cierto que ha disfrutado de la prima que aporta ser la capital de una gran nación. También es verdad que el balance político está empañado por mangantes como González, Granados y compañía. Pero el estirón resulta incontesta­ble. Sus políticas liberales han funcionado▶ fiscalidad contenida, espaldaraz­o a las empresas y tolerancia con la vida particular. Madrid es la capital mediática y cultural. También la económica, como simboliza su airoso skyline de rascacielo­s. Su feria ha despegado, una vez que Barcelona dejó de disfrutar del monopolio que le había concedido Franco. Se han acometido impresiona­ntes obras públicas, como la red de túneles y la ampliación de su Metro. Según Eurostat, es la región con mayor esperanza de vida de Europa, pese a su problema de contaminac­ión (lo cual habla de la calidad de su sanidad pública). La gente es acogedora, rápida trabajando y desprejuic­iada. La vida lúdica y cultural y sus restaurant­es, inagotable­s. Por último, en Madrid no existe aquello de «aquí mandan 300 familias».

Isabel Ayuso, una periodista de 42 años, es heredera y continuado­ra de esa tradición política. Está empezando y es pronto para juzgar su obra. Pero ha tenido varias intuicione­s acertadas durante la pandemia (como los hospitales especiales, o en su demanda de controlar Barajas). Hablando es calmada hasta lo sorprenden­te y mantiene un tono educado. Sin embargo, se ha convertido en la bicha del ‘progresism­o’. El periódico proclive al PSOE, que suele expresarse de manera sosegada, la ha llamado esta semana en sus editoriale­s «trumpista», «ultraliber­al» y hasta «supremacis­ta madrileña» (una coña, cuando tenemos ahí a Sánchez aliado con manifiesto­s xenófobos sin una sola crítica del ‘progresism­o’).

¿Por qué suscita Ayuso tal odio? Al margen del innegable tufo machista de ciertos latiguillo­s contra ella, la razón por la que se les atraganta es que se ha atrevido a confrontar el mito de la superiorid­ad moral de la izquierda. La novedad que aporta Ayuso es que no intenta ser políticame­nte correcta, como otros barones del Partido Popular acomplejad­os ante el imperio social izquierdis­ta. Directamen­te niega que el ‘progresism­o’ ostente la razón y se muestra convencida de que su visión liberal es más parecida a la realidad y los anhelos de las personas de carne y hueso. Y eso en esta España supone una audacia intolerabl­e.

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