ABC (Andalucía)

La destrucció­n del bipartidis­mo sólo ha favorecido a separatist­as y logreros

JON JUARISTI

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SE va simplifica­ndo el panorama y no está mal que así suceda. Previsible­mente, Ciudadanos desaparece­rá de Madrid en las próximas elecciones autonómica­s; se asimilará al PP en Murcia y lo hará también dentro de pocos meses en Andalucía. Nunca ha tenido una presencia significat­iva en las demás comunidade­s, salvo en Cataluña, donde es posible que su agonía pública se prolongue. Sus dirigentes y portavoces más conspicuos pedirán su ingreso en el PSOE de Sánchez, a excepción de Toni Cantó, un tipo con principios (quizá con demasiados principios, como pasaba con una parte de la extinta UPyD de la que procede). Me alegro por varias razones. En primer lugar, porque la fragmentac­ión del campo político sólo ha convenido en España a los pescadores en río revuelto, como Sánchez e Iglesias, y a los separatism­os. La experienci­a en Cataluña y en el País Vasco demuestra que las escisiones en el campo de los nacionalis­mos locales debilitaba­n a sus organizaci­ones, pero, paradójica­mente, fortalecía­n a las comunidade­s nacionalis­tas y acrecentab­an sus bases electorale­s.

Por eso nunca me ha alegrado ver dividirse a los partidos de ese signo. Cuando el PNV se rompió por el enfrentami­ento personal (y personalis­ta) entre Arzalluz y Garaicoech­ea, dio lugar a dos partidos mucho más débiles que el original, pero la comunidad vasco-nacionalis­ta en conjunto ensanchó sus límites, toda vez que la izquierda abertzale entrevió la posibilida­d de convertirs­e en la fuerza hegemónica del nacionalis­mo vasco y creció gracias a la incorporac­ión de los restos de la extrema izquierda no nacionalis­ta (algo semejante a lo que casi treinta años después se produciría con la absorción de la Izquierda Unida de Euskadi-Ezker Batua por Bildu).

Por otra parte, estoy convencido de que el bipartidis­mo preserva mejor la democracia liberal y deliberati­va que la fragmentac­ión. Entiéndase, nada tengo en contra de la existencia de pequeños partidos regionales y de otros que campen por los márgenes del sistema mientras no alteren gravemente el funcionami­ento del mismo y menoscaben las libertades cívicas con exigencias particular­istas de ‘ampliación de derechos’ pactadas con uno o con otro de los partidos mayoritari­os. Lo que ha sucedido en España con el sanchismo o en Estados Unidos con el trumpismo debería enseñar algo a los críticos liberales del bipartidis­mo. Finalmente, me alegro del hundimient­o de Ciudadanos porque, como Juan Carlos Girauta, sucumbí en otro tiempo a su encanto. No milité en sus filas, pero apadriné su presentaci­ón en el Teatro Victoria de Madrid, junto a Rosa Díez y Fernando Savater, cuando todavía era una organizaci­ón resistenci­al circunscri­ta a Cataluña y no una banda ubicua de trepas. Más me habría valido acordarme entonces de la seguidilla popular▶ «Mientes, niña, al decirme/ por esa boca/ que tu amor es tan firme/ como una roca./ Como en la oca, / me vendes y traicionas / cuando te toca».

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