ABC (Andalucía)

De este ridículo Sánchez se recuperará, pero Arrimadas queda tocada

LUIS DEL VAL

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LA diferencia fundamenta­l entre una moción de censura y un golpe de Estado es que la moción de censura es un acto legal, mientras el golpe de Estado consiste en una patada a la Ley. No obstante, las dos acciones tienen como objetivo el cambio de Gobierno, y deben llevarse a cabo con éxito o caen en el ridículo. El teniente coronel Tejero tenía vocación de ser Franco en versión de bolsillo, y su fracaso le convirtió en un personaje folklórico de zarzuela. El fracasado Puigdemont aspiraba a ser mártir o héroe del secesionis­mo catalán y se ha transforma­do en un prófugo de tira cómica, al que en su expresión ya se atisba el cansancio de vivir en Bruselas, debido al asedio de los mejillones y las patatas fritas, parte intrínseca de su hostelería.

Sánchez, gran triunfador de una moción de censura contra Rajoy, intentó perpetrar otra más con la complicida­d de Arrimadas, y le ha salido fatal. Y, claro, lo que iba a ser un vuelco político se ha convertido en una ópera bufa, donde los desconcert­ados claman que les han engañado, que es como si el autor del toco-mocho se quejara de que ha sufrido una estafa perpetrada por la víctima.

De este ridículo Sánchez se recuperará, como se recuperó del doctorado –tiene experienci­a– pero Inés Arrimadas queda tocada y, en bien del partido, debería considerar un relevo pactado, porque Ciudadanos está lleno de militantes valiosos.

En un país donde la mayoría no vota por amor a un partido, sino por el odio a otro, Cs cumple ese papel de recoger el cabreo, tanto de los votantes del PP como del PSOE. Y ahí estaba Cs, una creación apoyada por gente que admiro tanto como Albert Boadella –aunque con Boadella nunca he hablado de política– y que tiene el mérito legendario de haberse enfrentado a los golpistas del secesionis­mo, sin las bayetas templadas que siempre han usado socialista­s y peperos, aquellos creyendo en la tercera vía del tigre vegetarian­o, y éstos descabezan­do a cualquier representa­nte suyo que plante cara con vigor. De ahí nació Cs. Y para que el final no esté protagoniz­ado por Pepe Goteras y Otilio, chapuzas a domicilio, Arrimadas debe reunirse con los inteligent­es que abundan en su entorno y actuar con grandeza. O continuar siendo líder del ridículo.

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