Ayuso ‘style’, o la dignidad de vivir a tu manera
—Presidenta, ¿te paran mucho por la calle? —pregunta ABC abusando de un informal tuteo a Isabel Díaz Ayuso. —Ahora lo verás.
Celebrada la entrevista, ABC propone a la presidenta un paseo improvisado, unos minutos a pie de calle para testar el efecto que causa en la gente. Sin preparación, sin trampa ni cartón. Aceptó sin dudar. Cerca de las dos de la tarde del viernes, en el Paseo de Recoletos luce el sol. Paseantes, deportistas, jubilados y trabajadores ofrecen una mezcla variada de la sociedad madrileña. Jóvenes y mayores, mujeres y hombres. Un taxista grita en marcha «presidenta», una ciudadana se baja del coche en plena calzada dejando la puerta del coche abierta para hacerle una foto, una señora con la cadera recién operada le hace una reverencia, un grupo de trabajadores gritan desde un tercer piso, aplausos desde una de las terrazas del bulevar. «Sigue así», «ánimo», «olé»... Y fotos, muchas fotos. Ella atiende a todo el mundo, incluso a quien la denomina «alcaldesa». A medida que va avanzando cada vez es más difícil caminar a su lado, porque poco a poco la expectación se va contagiando y la presidenta acaba parada, rodeada de gente. Fenómeno fan.
Pero no todo el mundo se para a saludarla, hay quien pasa de largo. Tal vez los no partidarios prefieren seguir adelante como si no la hubieran visto, en una muestra de distancia y educación. Salvo dos señoras, que no dudan en increparla▶ «Descerebrada, fascista, ¿qué tienes en la cabeza?». Le preguntamos si siente mucho odio. «Poco pero muy intenso, y creo que es inevitable, porque con las campañas de descrédito que me han montado es difícil que haya gente que no se lo acabe creyendo».
Su popularidad se dispara en la hostelería, envidiada en el resto de España y también en el mundo. «Estoy muy orgullosa del apoyo que me están dando porque viene de personas que trabajan, que arriesgan, que pelean. Es muy bonito. Y con independencia de a quién hayan votado son personas con unos valores que me representan▶ «Querer llevar tú las riendas de tu vida sin que nadie te arregle las cosas, la dignidad de vivir a tu manera»
—¿Y si no pudieras gobernar?, concluye ABC.
—No lo he pensado.
Y se fue, paseando calle arriba.