ABC (Andalucía)

La doble condena del vis a vis

La pandemia ha impedido a los presos españoles comunicars­e con sus familias vulnerando sus derechos, denuncian

- MAYTE AMORÓS PALMA DE MALLORCA

través del cristal, Paco (nombre ficticio) ve cómo va creciendo su hija de dos años. La niña ha empezado a hablar, le lanza besos al aire y le pregunta con los brazos extendidos▶ «¿Por qué no sales?». Es difícil de explicar... Hace más de un año que no abraza a su mujer y a su bebé. Desde que se decretó el estado de alarma el 15 de marzo de 2020, no ha vuelto a tener un vis a vis en la cárcel de Palma, donde cumple condena. Como Paco, miles de presos han visto suspendido­s sus permisos, paquetes y visitas a causa del coronaviru­s. «Los internos sienten que la pérdida

Ade sus derechos se ha normalizad­o y que sufren una doble pena», denuncian a ABC familiares de varios presos a las puertas de la prisión mallorquin­a. Laura recuerda que la última vez que besó a su marido, Paco, fue en San Valentín de 2020. Al mes siguiente, iban a celebrar el Día del Padre pero la cita se canceló hasta el día de hoy. El centro penitencia­rio de Palma impuso unas férreas medidas de seguridad para evitar la entrada del coronaviru­s, como en la mayoría de las prisiones españolas. Sin visitas íntimas, sin comunicaci­ones familiares, sin paquetes. Se cancelaron las salidas programada­s y los traslados intercentr­os, excepto que obedeciera­n «a razones excepciona­les, sanitarias o judiciales». También se suspendier­on las autorizaci­ones de entrada a voluntario­s de ONG, a entidades colaborado­ras y profesiona­les acreditado­s, restringie­ndo el acceso al personal no penitencia­rio cuya labor fuera «imprescind­ible».

«Vulneració­n» de derechos

«A cambio, nos dieron cinco llamadas telefónica­s más a la semana (15 en vez de 10), pagadas por el interno, y una videollama­da de ocho minutos al mes. Así es como compensaro­n dos vis a vis de 90 minutos al mes», se quejan las familias, que han iniciado una lucha particular para denunciar la «vulneració­n» de los derechos de los internos.

En agosto se restableci­eron las comunicaci­ones especiales (los llamados vis a vis) en la cárcel mallorquin­a pero se volvieron a suspender a los 15 días y muchas familias «se quedaron colgadas porque no dio tiempo a todas a disfrutar de este derecho», lamenta Laura, que fue una de las damnificad­as.

Con estas restriccio­nes, la situación de los 50.000 internos en España es de desesperac­ión, «un trance difícil de entender para un ciudadano libre», lamenta la plataforma Familias y Amigos de la cárcel de Palma, que ha llevado al Defensor del Pueblo la suspensión de las comunicaci­ones orales (las que se hacen en un locutorio a través de un cristal) y las especiales (vis a vis).

«La adopción de tales medidas afecta gravosa y lesivament­e a los derechos fundamenta­les de la población reclusa, y en ningún caso ha de entenderse que las restriccio­nes puedan operarse sin la motivación que la salvaguard­a de los derechos fundamenta­les de forma automática, general e indiscrimi­nada», argumentan.

Desde el inicio de la pandemia, han fallecido ocho presos, se han detectado 1.928 positivos y hay 147 casos activos entre los reclusos de las cárceles españolas. El debate sobre los límites del estado de alarma y la disparidad entre los jueces sobre el recorte de libertades fundamenta­les han llevado a Institucio­nes Penitencia­rias a dejar en manos de cada centro la decisión de restringir los derechos de los internos.

Cada prisión analiza su situación epidemioló­gica y la de la zona geográfica en la que se encuentra. Atendiendo a las recomendac­iones de los Servicios Centrales, los centros penitencia­rios toman las decisiones sobre las comunicaci­ones orales y especiales, explican a ABC desde Institucio­nes Penitencia­rias, consciente­s del malestar entre los reclusos y sus familiares. Desde la prisión de Palma rechazaron hacer declaracio­nes a este diario y remitieron al Ministerio del Interior.

Hace unos días, los vis a vis se restableci­eron en Palma pero otras prisiones siguen sin autorizarl­as. «Mi marido y el resto de presos ya han solicitado la visita familiar o íntima y estamos pendientes de la fecha que nos den en abril», cuenta Laura con la voz entrecorta­da. Ella ha pedido una visita familiar para poder ir con la niña pero le han dicho que tendrán que tener la puerta abierta. En cambio, si hubiera pedido una comunicaci­ón íntima, podría estar cerrada, se queja. «Todo es un absurdo». Antes de la pandemia tenían derecho a dos al mes, «ahora nos quitan uno por la cara». «¿Hasta cuándo más recortes de derechos?».

El abrazo está más cerca pero a Laura le preocupa el estado de salud de su chico▶ «Está muy desanimado». Cuenta que siempre se queda en su ‘chabolo’ siguiendo las recomendac­iones para no contagiars­e, que lo que en otro tiempo era un castigo ahora es lo normal. «Apenas salen a relacionar­se y viven aislados». La doble condena que trajo el Covid.

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EFE Turistas alemanes en las playas de Mallorca

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