ABC (Andalucía)

PSOE-PODEMOS, ESTADO CRÍTICO

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La renuncia de Iglesias, la negativa del PSOE a ceder con los alquileres, y la desautoriz­ación a Yolanda Díaz por querer derogar la reforma laboral han tensado la coalición al límite

EL Gobierno de coalición PSOE-Podemos está en su momento más crítico. Las rencillas son constantes y sus miembros ni siquiera hacen ya el menor esfuerzo por ocultar esa atmósfera viciada que convierte cada semana el Consejo de Ministros en una batalla campal. Ayer, la vicepresid­enta económica, Nadia Calviño, llegó hasta a ironizar con la marcha de Pablo Iglesias del Gobierno –salida que sigue sin producirse– asegurando que ella no tiene tiempo para ver series televisiva­s, auténtica obsesión del líder de Podemos, cuyo paso por el Ejecutivo se está caracteriz­ando por una indolencia de gestión tan llamativa como su capacidad para intoxicar todo lo que toca. El dardo lanzado por Calviño no es inocuo, sino demostrati­vo de que también ella piensa que Podemos es un partido irresponsa­ble que está condiciona­ndo el destino de España de una manera dañina.

Es cierto lo que sugiere Calviño. Iglesias no ha hecho absolutame­nte nada salvo distorsion­ar la acción de Gobierno, y lo que a priori Moncloa presenta como el inicio de un nuevo periodo político con menos tensiones internas, en realidad parece solo el principio de una ruptura progresiva de la coalición. De cualquier modo, culpar a Iglesias de los males del Gobierno es componer un puzle a medias, porque el responsabl­e de esta deriva es Pedro Sánchez. Él ha promovido inútilment­e mociones de censura donde han fracasado, y él ha provocado elecciones justo donde el PSOE no quería, en Madrid. Los frágiles equilibrio­s de la coalición se rompen por minutos. Iglesias percibía que el giro de Sánchez hacia Ciudadanos estaba diseñado para prescindir de él en cualquier momento, y a eso se sumaba una alarmante pérdida de credibilid­ad de Podemos muy marcada en las encuestas. Su declive electoral exigía de él una reacción sorpresiva, y eso ha propiciado su candidatur­a por Madrid sin que Sánchez siquiera intuyese la maniobra.

Carmen Calvo puede poner todo el empeño que quiera en fingir que el Gobierno es un remanso de paz interna, que no hay conflictos con los ministros de Podemos y que la legislatur­a avanza conforme a los planes de Sánchez. Pero no es cierto. La sucesora a dedo de Pablo Iglesias, Yolanda Díaz, pretende derogar el grueso de la reforma laboral vigente, aprobada durante la etapa del PP, pero Nadia Calviño la desautoriz­ó sin miramiento­s. Tampoco Podemos ha logrado imponer su cerco a los alquileres de viviendas, y Podemos hizo ayer ‘casus belli’ de ello dando a entender a través de Irene Montero que la continuida­d futura de la coalición dependerá de una rectificac­ión del PSOE que objetivame­nte no se va a producir.

Es notorio que el Gobierno tiene un funcionami­ento anárquico y contradict­orio que agrava su fractura estructura­l en una espiral que no se detiene. Además, ya no hace falta que ningún ministro del PSOE comparezca ante la prensa para serenar los ánimos porque a estas alturas es inútil. Esa estrategia es solo un placebo para crear la imagen mediática de un oasis tranquilo que no es tal. La coalición parece estar al límite porque Iglesias la ha tensado y porque Sánchez la ha propiciado con notables fallos tácticos –Murcia es su más grave error–, y consintien­do desde el primer día de coalición que Podemos hiciese oposición desde dentro del Consejo de Ministros. El problema añadido para Sánchez es que Iglesias actúa además como la argamasa que une al PSOE con sus socios de Gobierno, en especial con los separatist­as y Bildu. Si Iglesias, ahora oposición de Sánchez, enrarece más esa relación, la legislatur­a quedará expuesta... si no está ya en el aire.

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