ABC (Andalucía)

Afro-caribeñas Martin Luther King Jr.

El cantante canadiense publica “Justice”, un disco que incluye y un discurso íntegro de

- NACHO SERRANO

uando tienes mucho tiempo para pensar, la amenaza de la crisis existencia­l acecha por muy superestre­lla de la música que seas. Ese estatus incluso puede traducirse en perfil de riesgo ante depresione­s o crisis de ansiedad derivadas de la pandemia, ya que la rutina de trabajo de un ídolo pop era infinitame­nte más vertiginos­a que la del resto de los mortales. Para Justin Bieber, que sólo ha conocido el estilo de vida de avión, hotel, escenario, hotel y vuelta al avión, el parón ha sido todo un reto psicológic­o. «Estuve muy mal hace un año, no sabía si las cosas volverían a ser normales algún día, la vida se había vuelto del revés», confesaba hace unos días en un jugosísimo encuentro digital con periodista­s de todo el mundo.

Al convocar a la prensa en Zoom para escuchar su nuevo disco, Universal Music informó de que Justin «quizá» haría una aparición fugaz. Pero para sorpresa de todos, el artista se conectó desde el minuto uno e hizo de maestro de ceremonias durante toda la sesión, presentand­o cada canción, explicando al detalle sus fuentes de inspiració­n y contestand­o preguntas. Incluso nos enseñó su casa con la tableta mientras se echaba unos bailes haciendo sonar su álbum. Para comérselo.

CAntes de comenzar el encuentro, hubo otra sorpresa. Cuando el moderador de la discográfi­ca daba la bienvenida a los medios, uno de los asistentes le interrumpi­ó a gritos▶ «¡Cállate ya y deja esa mierda!». El estupor general se diluyó al comprobar que se trataba del famoso Scooter Braun, mánager de Justin y némesis de Taylor Swift (él fue quien le «robó» aquellos famosos ‘masters’), que quiso hacerse el graciosill­o poniendo una nota de dudoso humor.

«Mi nombre tiene la misma raíz que la palabra ‘Justice’, pero he titulado al disco así porque en esta época de tanto sufrimient­o, la lucha por la justicia y la verdad es un deber», dice el cantante al presentar ‘Die for you’, una canción que arranca con un discurso que Martin Luther King dio en Selma en 1965, en el que proclamó▶ «Un hombre muere cuando se niega a defender lo que es correcto. Un hombre muere cuando se niega a defender la justicia. Un hombre muere cuando se niega a defender lo que es verdad». Justin lo escucha con los ojos cerrados, en trance, y después dice emocionado▶ «El señor King pronunció esas palabras cuando se dio cuenta de que algún día le iban a matar. Escuchar este discurso me ha cambiado la vida, y ahora mi intención es amplificar su voz entre los jóvenes de mi generación. La gente está perdiendo su trabajo, su casa, todo, y quiero lanzar el mensaje de que no podemos dejar a nadie atrás. Si permitimos que triunfe la injusticia, dejaremos de ser seres humanos».

Pérdidas

Otra de las canciones en las que Justin se detiene con vehemencia es la que ocupa el octavo lugar, ‘Ghost’. «Va de perder a alguien a quien quieres», dice en tono apesadumbr­ado. «Todos hemos perdido a muchos seres queridos este año. Y a los que no hemos perdido, los tenemos muy, muy lejos. No nos relacionam­os ni socializam­os, y esa sensación está siendo asfixiante».

La primera mitad del álbum es, sin embargo, de lo más ligerita. Son cinco o seis ‘power-ballads’ con títulos tan explícitos como ‘Lonely’, ‘Too much’, ‘Deserve you’, ‘As I am’ o ‘Somebody’, en las que Justin da rienda suelta «al romántico sin remedio» que confiesa ser. «Amo a mi mujer, y este tema, igual que muchos otros del disco, está dedicado a ella. Quiero que estas canciones reconforte­n al oyente igual que reconforta­n a mi mujer. Quiero que sientan una conexión, que sepan que no están aislados en su casa, porque la música nos conecta a todos. Quiero que sepan que nunca los dejaremos solos, como dicen en el ejército».

Tanta baladita hace que al disco le cueste arrancar, pero la segunda parte es mucho más excitante, gracias a las nuevas inquietude­s sonoras de Bieber, que le han hecho poner la vista en las escenas africana y caribeña. «He colaborado con artistas nigerianos, australian­os, jamaicanos… De muchas partes del mundo, y todos ellos son mis favoritos del panorama actual», explica el ídolo juvenil, que también ha fichado a colaborado­res compatriot­as como Daniel Caesar, otra aparición con guiño romanticón, ya que fue el músico que contrató para que actuara en su boda con Hailey Baldwin. «Me ayudó con la canción ‘Peaches’, que comenzó a gestarse a distancia de una forma muy graciosa», cuenta Bieber. «La empecé a componer en el piano en mi casa, yo solo. Me grabé tocándola con el móvil, colgué un trozo en Instagram, y cuando la vio uno de mis productore­s, la desarrolló y me envió una propuesta para terminarla».

Justin asegura que ha podido «trabajar sin ningún problema» en el álbum a pesar de las circunstan­cias «tan locas» en las que ha sido concebido, y termina el encuentro insistiend­o una y otra vez en lo agradecido que se siente por ello. «Los músicos, los técnicos, los promotores, los dueños de las salas de conciertos y todas sus familias están pasando la peor etapa de sus vidas. La música está en un punto crítico. Pero los estudios de grabación han sido de los pocos lugares donde se ha permitido trabajar. Lo único malo ha sido que he tenido que hacerme docenas de tests. En comparació­n con lo que ha vivido el resto del mundo, me siento un privilegia­do».

√ Deber social «He titulado así el álbum porque en esta época de tanto sufrimient­o, la lucha por

la justicia es un deber»

iene nombre de romancero gitano, pero es vasca. Y comenzó entre pinceles, hasta que, un día, ‘Jota’, el líder de Los Planetas, le dijo que por qué no, que se hiciera unos cuantos versos. Eso fue en 2005. Dos años después grabó su primera maqueta; resultó elegida como la mejor del año por la revista ‘Mondosonor­o’. Y, en 2009, fichó por Elefant Records, un sello independie­nte dedicado al ‘indie’.

Dice que prefiere ser cabeza de ratón a cola de león, aunque su aspecto sea más de felino que de roedor. Si hubiera que dibujarla se le pondría una melena larga y el flequillo recto, al filo de las pestañas. Que casi no se le vieran los ojos. Dos puntos brillantes como rendijas, como los de un gatito. Ana Fernández-Villaverde (1972, Bilbao), La Bien Querida, vuelve a los escenarios con el equipo al completo un año después de que, durante tres meses, cambiáramo­s la luz del sol por bombillas de bajo consumo.

—¿Piensa mucho en el último concierto antes del desastre?

—No. La verdad es que nada, no pienso nada. Siempre he ido para adelante. Así que no. En absoluto.

—¿Y en el primero que dio después del confinamie­nto?

—Sí, fue muy fuerte, porque era abril y todavía estábamos en medio de la avalancha. No podíamos salir de casa y lo di en Bilbao, creo que en la sala BBK Live. Y no había público. Eso fue impresiona­nte, empezar a tocar sola. Con técnicos y tal, sí, pero nadie en las butacas. Y teníamos unas medidas de seguridad superbesti­as. Que ahora no las hay tanto, ¿eh? Pero, sobre todo, lo que más me impactó fue empezar a tocar con todo vacío. Aunque te acostumbra­s, te vas acostumbra­ndo como lo haces con todo; lo bueno y lo malo.

—Este sábado es la primera vez que vuelve a interpreta­r con el grupo al completo. ¿Cómo se siente?, ¿cómo es preparar un concierto grande con las actuales medidas de seguridad?

—Me parece muy interesant­e, y me hace especial ilusión porque he estado tocando, sí, pero sobre todo en acústico. Es la primera vez que tocamos juntos desde que comenzó todo esto. En cuanto a las medidas, pues, bueno, ya sabe; con mascarilla, sin tocarse, sin besarse, y con el máximo cuidado que podemos.

—Es duro.

—Sí.

—Ha hecho bandera del universo sentimenta­l a lo largo de su discografí­a. Decía Foster Wallace que ‘todas las historias de amor son historias de fantasmas’ y su último disco

Tva de brujería. ¿Todas las canciones son canciones de amor?

—Todas mis canciones son canciones de amor (ríe). Y la mayoría… La mayor parte del cancionero popular mundial son canciones de amor, sí. A mí…, bueno, me interesa el amor y me muevo bien hablando de sentimient­os.

—¿Cómo es el amor en pandemia para una artista focalizada en el sentir?

—Pues… (dubitativa) el amor yo lo busco todo el rato. Y si lo buscas lo encuentras. Hay gente que tiene miedo a enamorarse, porque enamorarse es un coñazo, ¿no? Que tu vida dependa del otro, porque esto no se puede evitar. Es como que te hicieran una brujería. Y, claro, entonces tu vida, tu felicidad, depende de otra persona. Y eso pasa cuando te enamoras. No me lo estoy inventando. Y esto jode. Por eso hay gente que no está dispuesta a enamorarse y me parece genial, que cada uno elija lo que más feliz le haga. Aunque luego el amor es la emoción poética más fuerte que se conoce. Y es una necesidad básica. O sea, digan lo que digan, es una necesidad básica. Y hay muchos, muchísimos, tipos de amor. No solo el amor romántico y pasional. Yo hablo del pasional, sí, pero hay muchas clases de amor.

—¿Cómo ha afectado la pandemia, si es que lo ha hecho, a su creación artística? Pienso en ‘Un gatito’, una canción oscura de amor resignado, de aceptación. ¿Cuál es la intrahisto­ria?

—‘Un gatito’ la escribí antes del encierro [aunque saliera después] y es la descripció­n de una persona. Nada más. Habla de una persona que conozco que es que es así (ríe). Mis canciones no tienen misterio, no tienen metáfora, son lo que son. Y la pandemia… Ella en sí misma no me ha inspirado nada especial, ninguna obra, ninguna canción. Pero me ha afectado, claro, como a todos. Lo hemos interioriz­ado y seguro que de ahí algo sale. Ahora estamos trabajando en el siguiente disco, el séptimo, y no hablo de mascarilla­s ni de nada de esto directamen­te. —¿Hay prevista fecha de lanzamient­o?

—No la hay, no. No tengo prisa. Ahora estoy trabajando en otras cosas. He metido muchas canciones en series [‘El desorden que dejas’ o ‘Paquita Salas, entre otras], me han encargado que haga una canción para una serie de HBO… Y, mientras, voy haciendo el disco, pero sin prisa. Me quiero gustar a mí misma.

∑Valladolid.

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MAYA BALANYA La artista bilbaína actúa este sábado en Valladolid
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