ABC (Andalucía)

La chilena Maite Alberdi infiltra en una residencia a un viejo espía para rodar un documental cargado de emociones

- FERNANDO MUÑOZ

unque mucho de ‘El agente topo’ parece ficción, todo es real. Desde el curioso origen hasta el desenlace final con la nominación al Oscar a mejor documental, todo ha sido una sucesión de felices «azares», como los define su directora, la chilena Maite Alberdi.

La aventura de Sergio Chamy, un anciano que se infiltra en una residencia para descubrir cómo cuidan a la madre de la clienta que lo contrata, nació de un plan perfectame­nte trazado que la realidad empujó a un lugar todavía mejor.

«Quería hacer una historia de detectives privados, un ‘noir’, estaba obsesionad­o con eso», cuenta a ABC la directora. «Trabajé con un detective como asistente para ver los casos con la idea de hacer una serie de televisión, cada capítulo con un infiltrado en diferentes casos. Ahí vi que el que me interesaba más era el de los asilos, y justo un mes antes de rodar, el asistente que trabajaba con el detective y con el que yo iba a rodar se rompe la cadera...», relata la directora. Y todo lo que viene después, por ficticio que parezca, ya está en el metraje que desde hoy se puede ver en los cines de España. Desde el anuncio en el periódico para buscar a un hombre mayor de 80 años

Aque quisiera infiltrars­e, hasta la aparición «como un rayo de luz» de Sergio, que con 83 años y ganas de olvidar la triste rutina tras la muerte de su mujer se apunta al plan. Es real, promete la directora, hasta el diálogo en el que el protagonis­ta dice que el domingo que leyó el anuncio iba a ser el último que compraría el periódico porque ya no creía que le fuera a salir ‘trabajo’. El «milagro» de Sergio le cambió los planes a Maite▶ «La película que se pretendía enfocar en los detectives y

creyera lo increíble, puesto que hasta casi el final de la guerra no se tuvo conciencia y creencia de lo que estaba ocurriendo. El director eslovaco Peter Bebjak aborda en esta película los sucesos y peripecia de esos dos prisionero­s, Freddy y Valter, con un cine de corte clásico, con buena ambientaci­ón, gran intuición del punto de vista, intriga en el encuadre (las escenas del escondite son tensas y asfixiante­s) y mucho desgarro narrativo para mostrar el terror, el frío y la humillació­n. En realidad, el cine nos ha provisto ya de todas las imágenes y sentimient­os posibles sobre la barbarie nazi y el horror de aquellos barracones, y esta película no procura novedades al respecto, pero sí subraya esa idea de un mundo sordo y ciego ante unos hechos que sin el testimonio de las víctimas corrían el peligro de desaparece­r también en los hornos crematorio­s.

Una cita de Santayana en el prólogo y un demoledor epílogo rodean esta historia que es real y se recuerda porque pudo ser vivida, contada, creída y filmada.

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El retrato del mal

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