Desalojar al ‘diablo’
Lo primero que advierten los simpatizantes del Frenaaa cuando alguien va a la plaza del Zócalo es▶ «Prepárese para la guerra». Pero lo que se encuentra uno al llegar a los pies de la inclinada catedral que enmarca el enclave más simbólico y concurrido de Ciudad de México (la quinta capital del mundo en número de habitantes) es un campamento vallado con exactamente –siempre las mismas– 700 tiendas de campaña perrenuncia fectamente alineadas y coronadas por las banderas del país. Este hecho no es casual, ya que «el verde simboliza la esperanza del pueblo, el blanco la unidad y el rojo la unión de los mexicanos». Una perfecta conjunción tricolor que enarbola este movimiento ciudadano, cuyos miembros son tildados de derechistas y salvadores frente al comunismo, y que se denomina Frenaaa (Frente Nacional Anti-AMLO, la abreviatura del actual presidente Andrés Manuel López Obrador) en el que caben todas las creencias con tal de quitarse de enmedio al presidente.
El lema repetido una y otra vez es siempre el mismo, no varía un ápice▶ la
López Obrador es la diana del Frenaaa (Frente Nacional AntiAndrés Manuel López Obrador). En la imagen, un manifestante junto al Palacio de Bellas Artes antes de que lograran entrar en el Zócalo de AMLO como requisito inexorable para que triunfe el movimiento. Eso sí, por la vía pacífica. Dicen no tener ninguna preferencia política y huyen de las etiquetas. No se declaran de derechas ni de izquierdas. No hay ninguna intención de demostrar sus preferencias partidarias▶ nicho ideal para captar votos. Son simplemente «una agrupación ciudadana» que quiere conducir el país nombrando dignos gobernantes y buenos empleados a su cargo. Algo así como el ojo que todo lo ve, lo controla, hace –y deshace– pero, no gobierna. Frenaaa vigilará (el verbo más repetido) a los que gobiernan▶ simple y llanamente. Apoyarán la elección del pueblo, y al que quede lo auscultarán como un sistema auditor permanente de diputados, senadores y empleados públicos.
Esta revolución no discrimina por raza, condición, ni religión y defiende a la familia, pero está en contra de la adopción de las parejas homosexuales justo ahora que el Papa Francisco las apoya. Otra de las múltiples contradicciones del grupo es que solo se habla de los gobernantes y de lo que circunspecta a ellos, pero se declaran apolíticos como ciudadanos reunidos, no creen en los partidos, ni en los funcionarios que trabajan en el área gubernamental. «Pagamos impuestos y con ellos da lugar a su sueldo, por lo que deberán ser despedidos si no cumplen su función», razonan. Crearán un Instituto de Certificación de Servidores Públicos montando una especie de ISO 9000 para cada trabajador del Gobierno, ya que «el dueño del país no es el presidente, es cada ciudadano».
De entre los 67 jefes del consejo rector de este movimiento para derrocar a López Obrador, veinte han formado parte de la dirección de las empresas más relevantes del país. «Tenemos un plan▶ darle poder al ciudadano y esto no termina con López, sino montando un frente común», declara su líder, Gilberto Lozano.
La organización en el asentamiento, a diferencia de lo que se pueda esperar, es germánica. Quizá demasiado ordenada para una revolución ciudadana. Nos recibe Gerardo Villareal, el coordinador general del campamento, que comparte ‘ocupación’ con el mandamás del grupo▶ está jubilado. Pero también existe una comisión de recepción, seguridad en la entrada –para comprobar que no entren con armas–, enfermería, área de prevención del Covid, comisión de derechos humanos, religiosos y área de prensa. Al final, simplemente con tu teléfono, un correo electrónico y unas ganas exacerbadas de quitar al actual presidente del poder ya perteneces al grupo.
Lozano, jefe absoluto y famoso por vocación, es la cabeza de todas las pirámides, a pesar de que él asegura haber dormido únicamente dos noches en las tiendas de campaña simétricas instaladas en la bulliciosa plaza. El asentamiento cuesta mantenerlo a diario unos 51.000 pesos, casi 2.100 euros. ¿Quién lo financia? Los promotores aseguran que el dinero procede únicamente de pequeñas donaciones, y que estas no suelen superar los 1.500 euros. Los rarámuris (etnia mexicana que no fue descubierta hasta 1606 y que adora al Sol y la Luna) se encargan de vender artesanía y les han pagado el viaje y dietas.
Pequeños mecenas
«Tenemos un plan: darle poder al ciudadano, y esto no termina cuando echemos a López», avisan los impulsores del Frenaaa
Mantener el asentamiento cuesta 2.100 euros diarios. Sus líderes dicen no contar con grandes mecenas, «solo pequeñas aportaciones»
A preguntas de ABC, nos advierten que ninguna gran fortuna, ni asociación internacional, ni partidos políticos están detrás de la fundación del movimiento▶ «No nos van a pillar en una siquiera», avisa Lozano. Los pequeños mecenas prefieren no pagar directamente, sino dárselo al proveedor. Todo en esta revolución va paso a paso▶ convocatoria de caravanas móviles en 217 ciudades del país que se unieron para sufragar la gasolina o la comida para retirar del poder a López Obrador. A las cinco semanas llamaron a «ocupar la plaza» de cada ciudad. El 30 de agosto reunieron 50.000 personas con la bandera mexicana en el Monumento de la Revolución, y todo desembocó el pasado mes de septiembre en el asentamiento en la plaza del Zócalo. «Ninguno de nuestros 67 miembros en su Consejo Rector quiere un cargo público. Aunque me paguen cien millones no aceptaré ser presidente», insiste Lozano.
Los promotores aseguran que el movimiento lo conforman a vuelapluma cinco millones de personas, pero lo cierto es que en la plaza no se llegan a atisbar más de cuarenta o cincuenta cabezas y la manifestación del pasado 3 de octubre logró reunir a 135.000 personas, según fuentes internas. Desde la organización afirman que pernoctan unas 500 personas en la metódica sentada. «Se han ido a trabajar» o «el relevo de los de Chihuahua no ha llegado», se excusan mientras desde un escenario vacío se lanzan proclamas y suenan rancheras. Los asentamientos rotan entre cuatro o cinco estados cada cinco días. Se van unos